Recensiones de la revista Hispania Nova

               

HISPANIA NOVA

Revista de Historia Contemporánea

Fundada por Ángel Martínez de Velasco Farinós

ISSN: 1138-7319    DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998

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(2007)

          Esta sección, coordinada por Mariano ESTEBAN, está dedicada a reseñar brevemente en cada uno de sus números anuales algunas de las novedades bibliográficas más relevantes aparecidas durante el año en curso y el anterior. Aunque la selección de las obras corre a cargo del Consejo de Redacción de la revista, la sección se encuentra abierta a las sugerencias y aportaciones de los lectores.

 Servando Teresa de Mier. Memorias. Un fraile mexicano desterrado en Europa. Edición de Manuel Ortuño Martínez. Trama editorial. Madrid, 2006, 312 pp., por Andrés Valencia.

 El descubrimiento de Mier seguramente deparará alguna sorpresa. En los debates de las dos primeras legislaturas republicanas (1823-24) en México se le conoció como apasionado contendiente, enfrentado a sus propios amigos (el federalista Ramos Arizpe) en defensa de una descentralización moderadamente federal, unos poderes fuertes y con capacidad de actuación sin excesivas limitaciones, la capitalidad en la ciudad de México, dotada de condiciones culturales y de una honda historia, la búsqueda incesante de las raíces identificadoras que diferenciaban a la Nueva de la vieja España, y un largo etcétera cargado de combatividad y eficacia oradora.

Había llegado tarde, no por su culpa, a participar en la lucha por la insurgencia pero pronto destacó por su energía republicana, volviendo las espaldas a quienes preconizaban la solución monárquica de patente europea, aunque hubieran sido bienhechores y amigos pocos años antes. El modelo estadounidense, que conoció bien, y el apoyo reciente de intelectuales de talla residentes en Filadelfia y Baltimore, donde pasó los últimos meses de un exilio que parecía no tener fin, le convencieron y enseñaron las virtudes y los defectos de la república. Se enfrentó a Iturbide, que se había autoproclamado emperador y lideró la resistencia parlamentaria y popular que acabó con cualquier pretensión restauradora.

Crítico y reflexivo, pasó sus años escribiendo y discutiendo, casi siempre enfadado y con frecuencia exigente, sobrado de imaginación y de autoestima, incapaz  de pasar a un segundo plano, cuando se creía poseedor de todas las verdades y de las referencias y los argumentos indiscutibles. Ejerció una sobreactuación permanente, personaje primero y protagonista de los hechos y en las circunstancias más asombrosas. Su muerte en 1827, preparada y programada con todo detalle, fue la culminación de una vida espectacular: Se alojaba en Palacio Nacional por invitación del presidente, su amigo Guadalupe Victoria y encontrándose muy enfermo quiso que se hiciera público y notorio el acto de recibir los santos óleos, con asistencia de personalidades y periodistas, que rodearon su lecho y comentaron todos los detalles, provocando una delirante polémica. Se le enterró después de un solemne desfile, entre Palacio y Santo Domingo, presidido por Gómez Pedraza, con soldados y músicos.

Había sido un fraile dominico genial e inconformista, que visitó al Papa en Roma en busca de una secularización deseada y que trató de ser en Baltimore el obispo de los mexicanos exiliados en la república del norte. Entre tanto Xavier Mina, organizador de la famosa expedición que llegó a México para luchar por la libertad en España (1817), le nombró capellán de sus tropas y le encargó la dirección espiritual de la fracasada liberación. Preso en Soto la Marina por los realistas, se le envió a las mazmorras de la inquisición en la ciudad de México, donde se le sometió a un largo proceso nunca acabado. En 1820, cuando se empezaban a leer las conclusiones de ese proceso llegó la noticia de la revolución de Riego y la reimplantación de la Constitución de Cádiz en la monarquía.

En la cárcel (1817-1820) a lo largo de tres años, escribió varios textos, una llamada Apología en defensa de su honor mancillado, la Relación de lo que le sucedió en Europa (entre 1795 y 1810) y finalmente un Manifiesto Apologético, que resumía los dos anteriores, pensando que se habían perdido. Los tres años siguientes, en régimen de prisión atenuada, mientras discutía su situación y trataba de impedir que se le trasladara nuevamente a la corte, o escapando de las cárceles para llegar a Baltimore, siguió escribiendo y manifestando sus ideas y proyectos sobre la independencia y la organización política que venía preconizando desde hacía años (¿Puede ser libre la Nueva España?, Exposición de la persecución que ha padecido hasta 1822, Memoria político-instructiva, Idea de la Constitución, etc.).

Las llamadas Memorias de Mier, que publicó en Madrid Alfonso Reyes en 1917 reúnen los dos textos de la Apología y la Relación. Pero en esta edición de Manuel Ortuño Martínez se añaden varios textos más a esas memorias con la pretensión de completar, hasta donde existen materiales autobiográficos del propio Mier, la narración de una vida apasionante, entretenida, cargada de frustraciones y sinsabores, que el dominico consiguió superar a base de riesgos, ingenio, picaresca y determinación.

Sus desgracias se habían iniciado en 1794 cuando predicó en honor de la Virgen de Guadalupe un sermón, reticente con el milagro y la beatería dominantes y crítico hacia la predicación de los conquistadores españoles. Según Mier, el apóstol Tomás había llegado 15 siglos antes y había llevado la noticia de la nueva fe a los indios del Anáhuac, desmontando así las razones de la dominación castellana. Condenado sin juicio por el arzobispo de México se le desterró a diez años de encierro en un convento de España.

En la Apología, Mier defiende su postura en el sermón, argumenta sus razones y explica las fuentes y antecedentes de cuanto había afirmado. En la Relación cuenta sus andanzas por España, Francia e Italia, componiendo un vivísimo libro de viajes, en el que se describe y descubre una España negra, llena de tipos, campos y ciudades miserables y envejecidas, en una renqueante monarquía deslucida y sin otro poder que el de los "covachuelistas" que dominaban la burocracia borbónica. Víctima propiciatoria, escapó de las cárceles españolas para viajar a Burdeos y París, trasladarse a Italia, visitar Nápoles, Roma, Florencia y Génova y regresar a España, para recorrer y comentar cuanto observó y padeció en Barcelona, Zaragoza, Madrid, Sevilla y Cádiz. Antes de llegar a Lisboa presenció la batalla de Trafalgar.

Pero esta nueva edición de las Memorias incluye mucho más. Buscando detenidamente sus escritos inéditos, publicados en 1944, y los textos menos conocidos de la Causa formada al padre Mier (que aparece íntegra en una colección documental publicada en México en 1877-1882) el editor ha compuesto varios capítulos titulados Mier en la guerra de la Independencia en España; Su vida en Londres y la Expedición de Xavier Mina; Preso de la inquisición y en poder del virrey Apodaca, un resumen de La persecución que ha padecido…y Nuevo discurso sobre la libertad de la patria. Aunque no se pueda decir que es una autobiografía completa, en esta obra se encuentran, narrados por el propio Mier, los datos que componen su extraordinaria aventura religiosa, política e intelectual, en el curso de la cual escribió la famosísima Historia de la Revolución de Nueva España, antiguamente Anáhuac…hasta el presente año de 1813, que apareció en Londres en 1813 y se distribuyó por toda América.

En palabras del editor, "las Memorias están impregnadas de un sentimiento contradictorio de amor y odio y en ellas aparecen España y los españoles como el objeto predilecto y el territorio natural de las sátiras más feroces del "dominico sabio, rebelde, inquieto y picarón", que todo lo ve y todo lo critica. Escritas en las cárceles de la Inquisición, sus páginas componen un fascinante, entretenido y asombroso libro de viajes, en los inicios del s. XIX, fruto de una mirada crítica y a veces despiadada y cruel sobre la realidad española de su tiempo".