Carmelo
ADAGIO y Alfonso BOTTI, Storia della Spagna democratica. Da Franco a Zapatero,
Milano, Bruno Mondadori, 2006, (208 pp.), por Damián Alberto González Madrid (UCLM).
Después
de su meritorio La questione basca (Milano, Bruno Mondadori, 2003),
Alfonso Botti apuesta de nuevo por la síntesis histórica, en esta ocasión
asociado con Carmelo Adagio. Menos conocido en España que Botti, Adagio,
especialista también en clericalismo (Chiesa e nazione in Spagna. La
dittatura di Primo de Rivera, 1923-1930, Milano, Unicopli, 2004), firma con
desenvoltura y buen tino los tres capítulos centrales de la obra, dedicados a la
Transición y consolidación de la democracia (1976-1982), La modernización
socialista (1982-1989) y Apogeo y declive del socialismo (1989-1986),
mientras Alfonso Botti se encarga del primer capítulo, dedicado a introducir al
lector en el Último franquismo y las premisas de la transición, y de los
dos últimos, cuyos protagonistas no podían ser otros que los gobiernos de José
María Aznar (1996-2004) y la primera legislatura, vigente todavía, de José Luis
Rodríguez Zapatero. El resultado es un breve texto, de apenas 167 páginas de
contenido, más que solvente, de agradable lectura, bien madurada y ensamblada,
que debería bastar para satisfacer la curiosidad y los interrogantes de un
amplio espectro de potenciales lectores, incluidos los más exigentes. Por
motivos obvios, ese público será mayoritariamente italiano, y es en él en quien
los autores han pensado con preferencia, exprimiendo al máximo su capacidad de
síntesis, que construyen bajo las premisas de la sencillez y claridad
argumental, demostrando que la historiografía de calidad no tiene que estar
necesariamente unida a la voluminosidad, ni reñida con la divulgación.
Aunque
España no es precisamente, y por muchos motivos, un tema ajeno a la potente
industria editorial italiana, todo indica que estamos ante el primer intento
serio llevado a cabo en aquel país por historizar el pasado reciente del
nuestro. La narración se conduce a través de los tres ejes básicos que suelen
caracterizar este tipo de trabajos, a saber, la política, la economía y las
transformaciones sociales, oportunamente aderezados con el rescate de los
aspectos más significativos del cambio cultural, urbano y paisajístico, que
contribuyen a dotar de mayor frescura y amenidad al trabajo. Ningún aspecto
relevante de los treinta años abordados, si se exceptúa y por motivos
justificados, la égida Rodríguez Zapatero, escapa al análisis de los autores
(autonomías, nacionalismos, terrorismo, partidos, liderazgos, sindicatos, la
Iglesia, política exterior, la memoria histórica…etc.). No es esa sin embargo, y
a nuestro entender, la cuestión más reseñable, sí lo es en cambio la
homogeneidad, conseguida en muchos momentos, que son capaces de imprimir a su
discurso, donde los temas, que son muchos y diversos, entran y salen a escena
con naturalidad, lo que permite al lector desplazarse por los éxitos y problemas
de España desde 1976 hasta casi la actualidad sin sobresaltos o compartimentos
artificiosos que le hagan perder, siquiera momentáneamente, la perspectiva.
El
trabajo se encabeza con una brevísima introducción al último franquismo, siendo
muy de agradecer, sobre todo teniendo en cuenta a quién va dirigida la obra, el
que los autores se tomen la molestia de desmentir los juicios sin fundamento,
mitos e interpretaciones interesadas de la transición (Franco como
democratizador y modernizador consciente, o las hipótesis evolutivas
de un régimen violento y liberticida de principio a fin). La transición queda
así prefigurada como el resultado de las complejas interacciones surgidas entre
las transformaciones socioeconómicas experimentadas por el país durante los años
sesenta, con el consiguiente desarrollo de la sociedad civil, y la obsolescencia
del sistema político dictatorial. Poco que objetar, naturalmente, al respecto,
salvo que quizá no hubiese sobrado una mayor intensidad a la hora de poner en
valor la influencia de los movimientos sociales en el proceso de transición, y
tampoco insistir algo más en los costes sociales del desarrollo económico bajo
la dictadura.
La
defección eclesiástica obtiene también una merecida presencia en este capítulo
inicial, aunque quizá excesiva en comparación con el escaso tratamiento que
reciben otros movimientos opositores igualmente vitales para la dislocación de
un régimen acosado por varios frentes. No obstante el tratamiento ofrecido es
casi impecable, resaltando que no se considere a la Iglesia y los católicos
españoles como un bloque monolítico, y dejando claro que sólo una parte de la
misma escenificó el “desenganche político”.
Tras
resolver con extraordinaria claridad la no siempre sencilla tarea de explicar la
situación política española a la muerte del dictador, los autores nos sumergen
en la gran epopeya nacional de los últimos tiempos: la transición política. Es
el capítulo más largo del libro (cincuenta páginas), que se abre con el fallido
gobierno Arias y se cierra con las elecciones que auparon al poder al partido
socialista en 1982. Sin duda es uno de los capítulos más logrados de todo el
trabajo, pues no es habitual ver condensados en tan poco espacio, y provistos de
todo su significado, la panoplia de acontecimientos que se sucedieron, y además
permitirse el lujo de hablar de música, literatura, cine, prensa, radio y
televisión. En esta ocasión la presión ejercida desde abajo sí es ponderada
suficientemente, aun cuando le restan importancia en la caída de Arias, y
resaltan tanto la división de la elite franquista, como las prevenciones de una
oposición temerosa de forzar una ruptura de consecuencias imprevisibles que le
empuja a elegir la vía de la reforma a partir de las estructuras preexistentes.
El
periodo de hegemonía socialista es dividido por los autores en dos grandes
etapas, situando el punto de inflexión en la huelga general de 1988 y el cambio
de política económica, más social y redistributiva, iniciado tras las elecciones
de 1989. La crisis económica, afrontada con medidas de corte neoliberal y con
elevados costes sociales que sólo un gobierno con un amplio respaldo social
podía atreverse a realizar, el terrorismo, y el desarrollo del estado de las
autonomías, dan contenido al primero de los dos capítulos, que se cierra, con
una agradable retrospectiva sobre la movida, y las transformaciones del
paisaje urbano. El segundo, cuarto de la obra, es la crónica del declive
socialista que culmina con la dulce derrota de 1996. Los escándalos por
corrupción, y la dureza de la crisis internacional en medio de una política
económica expansiva, son los argumentos que sostienen un apartado en el que
sobresale el tratamiento dispensado a los grandes eventos de 1992, que
califican como una gran fiesta de legitimación del decenio de modernización y
desarrollo socialista.
Las dos
legislaturas de Aznar (el aznarato, en palabras de Tusell) rinden, en
apenas veinticinco páginas, otro capítulo brillante de la obra, por la capacidad
de los autores para rescatar e interpretar los puntos fundamentales de aquellos
ocho años, y nada más que eso. El gobierno de los populares aparece
retratado como el dios Jano de los dos rostros. De una parte, y especialmente
durante la primera legislatura, un gobierno capaz de disparar el crecimiento
económico del país y meterlo directamente en el euro sin perder fondos
europeos, que pacta y negocia con los nacionalismos periféricos y los
sindicatos, y que triunfa en su empeño de ganar el centro político. Y de la
otra, el primer gobierno de la democracia que, enfundado en el tradicional
españolismo de la derecha y con la Constitución como arma arrojadiza (patriotismo
constitucional) consiguió empeorar ostensiblemente las relaciones con los
nacionalismos democráticos, propiciando así, no sólo su ascenso electoral, sino
también el de los sectores más radicalizados y un mutuo acercamiento entre
ellos.
A la
postura intransigente con los nacionalismos, a la larga contraproducente para el
conjunto del país, acompañó un cambio sustancial en la política exterior. Los
tradicionales ámbitos de actuación de la diplomacia española (Europa, el Magreb,
América Latina, etc.) fueron sustituidos drásticamente por un único compañero de
viaje: EEUU. A la larga, la nueva alianza por la que Aznar pretendía relanzar la
presencia internacional de España (y la suya personal), también resultaría
contraproducente.
La
bonanza económica y los réditos electorales que, en el conjunto del país,
generaba la política de dureza con el nacionalismo, casi aseguraban la tercera
victoria electoral en 2004. Únicamente la pésima gestión de la información
después de los atentados de marzo en Madrid, bien analizada por los autores,
privaría al Partido Popular de sumar un nuevo éxito.
El escaso tiempo transcurrido entre la elección de Rodríguez
Zapatero y la redacción del texto, se hace patente en el último capítulo de la
obra, que queda como el más abierto de todo el trabajo y quizá adolece de un
tratamiento excesivo de los problemas del nuevo gobierno socialista con la
Iglesia católica a cuenta de la reforma de la enseñanza religiosa y el
matrimonio homosexual. Con todo, las páginas que dedica a analizar el conflicto,
resultan extraordinariamente esclarecedoras para cualquier lector, nacional o
extranjero, tanto para comprender el peso político de la Iglesia católica en la
reciente historia de España, como la actitud cada vez más distante de los
españoles ante el fenómeno religioso.
Rodríguez Zapatero queda retratado como el hombre llamado a marcar
una nueva etapa en la política española, marcada por la renovación ideológica, y
las profundas reformas tanto en lo político como en lo social. Los primeros
síntomas de ese nuevo espíritu reformista no se hicieron esperar, algunos, como
las reformas estatutarias, la reconstrucción de los puentes rotos con los
nacionalismos, la reestructuración de la política exterior sobre las bases
anteriores a 1996, o la regularización de los sin papeles, espoleados por
las comprometidas circunstancias heredadas de la situación anterior, y otros,
como la ampliación de derechos para las parejas del mismo sexo, como resultado
de un profundo convencimiento. Sin duda el mejor retrato de la recién inaugurada
etapa Zapatero lo han hallado los autores cuando reproducen las propias palabras
del presidente durante la clausura del XXXVI congreso de su partido. En su
intervención, estructurada en torno al concepto de socialismo ciudadano,
resumió su proyecto político y social apelando a la sumisión de los gobiernos y
los hombres a la ley y solo a la ley, a la rebelión contra cualquier tipo de
dominio, al respeto radical a la diversidad, las identidades, y los derechos de
las personas, a la preocupación por la convivencia, a la igualdad efectiva entre
hombres y mujeres, a la participación creciente de los ciudadanos en la vida
pública, a la cultura como virtud pública, a la sociedad laica, a la pasión por
el conocimiento y el esfuerzo por la educación, y a la condena radical de la
violencia y las guerras.
En suma, creo que es justo concluir señalando que estamos ante un
trabajo muy complejo, resuelto con notable brillo, que, en caso de poder ser
traducido, cumpliría una formidable función pedagógica, pues no andamos en
España excesivamente sobrados de trabajos de este tamaño y calidad, capaces de
llegar al gran público y al mismo tiempo servir de apoyo para nuestros
estudiantes universitarios. |