ESPASANDÍN
LÓPEZ, J. / IGLESIAS TURRIÓN, P. (Coords.): Bolivia en
movimiento. Acción colectiva y poder político, Barcelona, El
Viejo Topo, 2007, 382 pp., por Ana Domínguez Rama
(Universidad Complutense de Madrid).
Cuando se cumplen cuarenta años del asesinato en Bolivia de
Ernesto “Che” Guevara, combatiente internacionalista (y no
“Caudillo” como alguna delirante editorial pretende),
algunas de las miradas científicas
que se han detenido desde hace un tiempo en este país,
uno de los más empobrecidos del continente americano, aseguran
estar contemplando un proceso nacional de rebeldía
político-social que ha puesto freno en Bolivia a la aplicación
de las políticas neoliberales en las que viene naufragando el
mundo desde los años ochenta del pasado siglo. Sin obedecer ya
al esquema revolucionario “guevarista”, el cambio es presentado
ahora como una revolución democrática impulsada desde abajo,
y definida -según sus propios actores protagonistas- como una
“Revolución Democrática y Cultural”.
Pero, ¿qué ha pasado exactamente en Bolivia durante los
últimos años?
Al margen de la emisión de noticias y de imágenes inconexas
en los media, a la que estamos asistiendo desde 2003, todavía
nadie había realizado en España una recopilación monográfica de
trabajos documentados sobre esta innovadora realidad boliviana,
emergente a la par que el nuevo milenio. Se hacía necesaria, por
tanto, una deliberación pausada sobre este cambio político
trascendental, situándolo en su perspectiva nacional histórica e
insertando asimismo el nuevo “desafío” en su contexto
geopolítico como parte integrante de ese poder
contrahegemónico que viene gestándose en Latinoamérica.
Con esta intencionalidad explicativa como punto de partida, y
aplicando una perspectiva multidisciplinar de las Ciencias
Sociales, Jesús Espasandín y Pablo Iglesias han coordinado
Bolivia en movimiento. Acción colectiva y poder político,
una reunión de ensayos de diferentes analistas especializados en
Bolivia, alguno de los cuales es incluso protagonista de su
historia reciente y presente, como Álvaro García Linera, antiguo
miembro de la dirección ideológica del Ejército Guerrillero
Túpac Katari (EGTK) y actual Vicepresidente de Gobierno.
A modo de resultado, el lector -en palabras de Fernández
Buey, autor del prólogo de la obra- habrá podido hacerse una
idea precisa de la historia y de los objetivos de los
movimientos indígenas bolivianos, de su ubicación en el proceso
de globalización en marcha, del papel que allí han jugado las
mujeres, los cocaleros y los distintos sindicatos, de lo que fue
el “ciclo rebelde” de los años 2000-2005, así como de la
relación que ha habido entre las denominadas “guerra del gas” y
“guerra del agua” y la resistencia indígena a lo largo del
proceso histórico de la colonización (p. 14); en consonancia
con el objetivo de los coordinadores de presentar
la trayectoria histórica de los movimientos sociales en
Bolivia y de su intensa lucha reciente, la cual ha desembocado
en un renacimiento “visible” de la protesta india de resistencia
al neoliberalismo, dado que dicha presión social condujo hasta
el poder político a Evo Morales (un Presidente indígena, por
primera vez en la historia democrática de un país donde el 62%
de la población se identifica con uno de los grupos étnicos
originarios), y cuyo significado potencial puede leerse en base
a sus posibilidades de alianza antisistémica a nivel global y no
sólo en América Latina. Porque como señalan los coordinadores en
la Introducción: Lo verdaderamente relevante para la
investigación no es tanto la victoria electoral del dirigente
social aymara, sino el proceso de resistencia a la forma
neoliberal de Globalización. Tal proceso es la condición
necesaria -aún cuando no suficiente- de esa victoria electoral y
el objeto de estudio verdaderamente valioso. Y diremos que ese
proceso no tiene una lectura “nacional/particular” sino que se
articula como nodo de una membrana de resistencias más amplia
(en la región y a nivel global) (p. 32).
El libro se estructura en torno a nueve capítulos -entre los
que se incluye una entrevista, inédita en castellano hasta la
fecha, a García Linera- y se acompaña de un DVD interactivo que
contiene cinco documentales y cuatro artículos en formato pdf.
Su contenido puede sintetizarse desde tres enfoques temporales
de estudio que comprenden la superposición de aquello que la
socióloga Silvia Rivera denominó “memoria histórica larga”
(catalizadora de las identidades indígenas, relacionada con la
vigencia del colonialismo “interno” boliviano) y “memoria
histórica corta” (en referencia a las identidades nacionales y
de clase, conformadas desde la revolución de 1952), como fuentes
respectivas de la historia y de la historia del
presente de Bolivia, y que son aquí tratadas desde la doble
perspectiva articulada de “etnia” y de “clase”:
-
Una contextualización histórica de los
procesos bolivianos de movilización política y social durante el
siglo XX, con “incursiones” en el pasado que muestran la
continuidad y auge de una resistencia indígena desde la
conformación de la República en 1825.
-
Un análisis de las luchas anti-neoliberales
acaecidas en los últimos años, promotoras e impulsoras del
cambio actual que vive Bolivia.
-
Un examen social de “los de abajo”, de sus
aspiraciones políticas y de sus potencialidades de cara a la
necesaria construcción de un espacio de gestión y convivencia
alternativo al modelo neoliberal.
A partir de la observación de las pervivencias neocoloniales
en la legalidad republicana, reminiscencias de bases coloniales
(de explotación económica, exclusión política y exterminio
cultural de lo indígena), se entienden las luchas de oposición
de aymaras y quechuas a lo largo del siglo XX, demostrando que
el denominado “problema indígena” no es sino el “problema
nacional”, máxime si tenemos en cuenta la proporción de
población boliviana que reivindica su status étnico. Si añadimos
a esto que ese porcentaje social coincide prácticamente con el
de mayor pobreza en el país se comprende que, tras los
devastadores efectos económico-sociales provocados por las
reformas neoliberales desde 1985, surgiese a la luz “pública” el
estallido de la nueva visibilidad política de la etnicidad
(p. 54), protagonista del “ciclo rebelde” de 2000-2005 en el que
confluyeron diferentes formas de acción colectiva con objetivos
comunes, y en el que se empleó una doble estrategia de combate:
la lucha extraparlamentaria y parlamentaria. A pesar, sin
embargo, de la mayoría absoluta de Movimiento al Socialismo
(MAS) en las elecciones generales de diciembre de 2005, no debe
verse esta victoria como el cierre del “ciclo rebelde”, al
continuar en vigencia algunas de las más importantes demandas
expuestas por los movimientos sociales durante aquellos años:
objetivos corporativos y sectoriales; objetivos de interés
general como la convocatoria a una Asamblea Constituyente o la
nacionalización de los hidrocarburos; y el objetivo estratégico
de la lucha contra el neoliberalismo, por los derechos humanos y
en defensa de los recursos naturales.
Y, evidentemente, no es fácil materializar muchos de ellos.
Por un lado, porque el proceso se ve continuamente boicoteado
por la resistencia de los poderes económicos, financieros y
mediáticos nacionales (oligarquía y partidos tradicionales) e
internacionales (empresas transnacionales y toda suerte de
organismos neoliberales). Como era de esperar, tratan de impedir
la formalización político-jurídica de aquellas demandas, a
través incluso de medios de clara condición clasista y/o racista
(recuérdese la relación “clase-etnia”), como demuestra -por
ejemplo- el título de uno de los últimos documentos que circulan
por el país: “Plan para tumbar al indio de mierda”. La
intransigencia es conocida si hablamos de la aprobación del
Decreto sobre la Nacionalización de los Hidrocarburos (un acto
de recuperación de soberanía nacional, de carácter moderado
además al tratarse de una “nacionalización sin expropiación”),
de las discusiones sobre el nuevo texto constitucional, o de las
reivindicaciones autonomistas de los departamentos orientales
del país. Por otra parte, y más importante que lo anterior, no
hay que perder de vista que la clave para la buena evolución
política boliviana debe residir, indiscutiblemente, en la
necesidad de convergencia de las exigencias sociales y de la
actuación del gobierno de Evo Morales. El “mandar obedeciendo”.
Finalmente, quedan abiertas las posibilidades de tejer una
alianza estratégica transzonal entre movimientos sociales del
centro [Europa] y los proyectos liberadores y movimientos
sociales en América Latina, donde Bolivia podría jugar el
papel de interfaz (p. 267), una propuesta sugestiva que plantea
Bolivia en movimiento.
Una obra que, en definitiva, abre nuevos cauces para la
reflexión y comprensión teóricas no sólo acerca de la Bolivia
del siglo XXI, de sus variables de interpretación social y de su
capacidad política transformadora, sino también en torno a sus
posibilidades de alianza y de proyección práctica emancipadora
más allá de la realidad americana.
http://www.boliviaenmovimiento.net/
|