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HISPANIA NOVA

Revista de Historia Contemporánea

Fundada por Ángel Martínez de Velasco Farinós

ISSN: 1138-7319    DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998

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RECENSIONES
(2008)

          Esta sección, coordinada por Mariano ESTEBAN, está dedicada a reseñar brevemente en cada uno de sus números anuales algunas de las novedades bibliográficas más relevantes aparecidas durante el año en curso y el anterior. Aunque la selección de las obras corre a cargo del Consejo de Redacción de la revista, la sección se encuentra abierta a las sugerencias y aportaciones de los lectores.

 

 ROBLEDO, Ricardo (Ed.), Esta salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra civil española, Barcelona, Crítica, 2007, por Fernando Sánchez Marroyo (Universidad de Extremadura).

El estudio de la Guerra Civil de 1936-39 se ha convertido, cuando estamos acercándonos al 75 aniversario de su inicio, en uno de los campos de trabajo privilegiados por la Administración y los investigadores. Desde que hace 30 años comenzaron a aparecer en España solventes obras sobre la cuestión, el interés no solo no ha decaído, sino que se acrecienta cada día, con el riesgo de situarse en límites cercanos a la saturación. Pocos son los historiadores que no se han sentido atraídos por este ámbito de estudio, en el que han terminado desembarcando desde simples aficionados a ilustres miembros del mundo académico. Esta diversidad de autores conlleva variedad de enfoques que, con frecuencia, han convertido este terreno en manifestación de una forma de militancia política, en la que no ha estado ausente la lucha ideológica. Para algunos, incluso, se trataría de un verdadero ajuste de cuentas con un pasado que, desde luego, habría que calificar de terrible.

La monografía provincial ha sido la vía escogida desde hace más de veinte años, una vez la desaparición del Dictador posibilitó el trabajo en libertad, para llevar a cabo un estudio en profundidad del desarrollo de la Guerra Civil. Sobre todo de los aspectos más desconocidos y obviados hasta tiempos recientes, los que se refieren a la persecución de todos aquellos que simpatizaban o se identificaban claramente con el ideario republicano. Efectivamente, este enfoque zonal es el único que permite no solo un detallado análisis del levantamiento militar contra la legalidad republicana, de su conversión en guerra civil sino también del proceso que hay que considerar, sin duda alguna, su manifestación más sangrienta, la represión sobre todos aquellos considerados enemigos potenciales o reales de la nueva situación política que se iniciaba. La gran laguna que había que colmatar, tanto en sus aspectos cuantitativos como cualitativos, era precisamente la que afectaba al destino de aquellos que no comulgaban con las ideas que sustentaban el golpe militar. Porque si bien tras la quiebra de la legalidad republicana se desató una represión generalizada que afectó, según zonas, a todos los sectores sociales, los vencedores enseguida glorificaron a sus perseguidos, considerando incluso a los muertos como mártires. Para los otros el olvido. De este desequilibrado trato se han derivado algunas consecuencias perniciosas para la investigación. La recuperación de la memoria del sufrimiento, tarea social y políticamente obligada, tiene el riesgo de generar un exceso de emotividad, un tono doliente que derive en la idealización de un pasado totalmente descontextualizado. De esta forma la memoria democrática quedaría en simple memoria roja, tan ahistórica como la azul. No significa esto que se postule la equidistancia en el análisis, porque la defensa de los valores éticos universales y del derecho no admiten ni componendas ni términos medios. Pero también es preciso admitir que no todos los que hablaban en nombre de la República defendían principios que hoy consideraríamos consubstanciales a la democracia.

Las circunstancias de quiebra del Estado, con la consiguiente atomización del poder, hicieron, sobre todo en los primeros momentos, que España se fragmentase en cantones semiautónomos, en los que la decisión de cada responsable local resultaba determinante. Incluso en el ámbito militar, donde los principios de jerarquía y disciplina aparecían como esenciales, el peso decisorio de cada jefe era fundamental. El conocimiento de estas situaciones requiere disponer de un acervo documental adecuado, máxime cuando por las ideologización del proceso han predominado interpretaciones con frecuencia escasamente fundamentadas. En un campo de estudio en el que abundan atrevidas incursiones de publicistas de tan escaso rigor histórico como importante éxito de público, siempre es de agradecer la aparición de impecables trabajos académicos como éste, fruto de años sólidas investigaciones. La obra presenta una peculiaridad formal, es un libro colectivo editado, lo que no es frecuente, por un reputado experto en Historia de la Economía, Ricardo Robledo, autor, además, de varios de los capítulos, todos ellos de contenido muy diferente. Economista es también uno de los autores del análisis global del proceso represivo. Este se ha convertido en el motivo central de buena parte de las preocupaciones investigadoras, por lo problemático que resultó siempre su abordaje. Las dificultades de acceso a las fuentes conocen diverso origen. Por un lado está el hecho innegable de que algunos episodios o no dejaron restos o resultan de escasa entidad. Pero otros sí generaron abundantes vestigios documentales y sin embargo, por diversos motivos, no siempre ha sido posible acceder a su consulta. Sobre todo han quedado pocas fuentes sólidas acerca del desarrollo del aspecto más sangriento de la actividad represiva, la eliminación física de los adversarios. En los terribles meses del verano del 36 fueron asesinados millares de ciudadanos, de cuya arbitraria desaparición en muchos casos no quedó constancia documental. Solo en ocasiones una anotación registral daba cuenta de aquellas muertes. Otras muchas, cuyo porcentaje sobre el total depende de las características que tomó el desarrollo de la sublevación en cada zona, se produjeron como consecuencia de la actuación de los tribunales militares. En estos casos, la burocracia judicial castrense ha dejado abundantes restos, no siempre de fácil acceso. Desde luego la documentación militar de carácter penal, muy pormenorizada como toda la de origen procesal, resulta de un valor incalculable. Aunque es información de parte, en un momento en el que además no solo las garantías procesales no preocupaban especialmente, sino que también había un convencimiento claro de la perversidad y consiguiente culpabilidad del adversario, aporta valiosos datos. Estos ilustran tanto sobre los comportamientos públicos de las víctimas como acerca de la mentalidad de los verdugos. A falta de la pieza procesal, destruida en muchos casos, los expedientes carcelarios incluyen una copia de la sentencia. Los resultandos, la relación de hechos que cada tribunal consideraba probados, ofrecen amplias posibilidades de conocer las circunstancias que llevaron a los reos a aquella difícil situación. De manera claramente aleatoria, solo en ciertos archivos militares (Madrid, Sevilla, Ferrol) se ha conservado una amplia muestra de los procesos incoados a millares de republicanos. Los que hemos podido acceder a estos fondos sabemos de sus potencialidades heurísticas.

Casi todos los libros de este tipo los han publicado tradicionalmente las editoriales institucionales, que no tienen como objetivo el lucro. El hecho, que no deja de llamar la atención, de que en nuestros días una editorial privada de carácter nacional, cuya funcionalidad no debe ser la benéfica, se ocupe de publicar este tipo de obras, en principio con un mercado muy restringido, muestra que hay una demanda social que convierte la empresa en rentable económicamente. Recientemente, en la reseña de las memorias de Schiffrin, aparecida en un conocido periódico de circulación nacional, se incluía una reflexión del autor: "Las grandes editoriales dejan de publicar libros de ciencias sociales porque no los estiman rentables”. El hecho de que en España se den las situaciones que comentamos, muestra que la buena aceptación por el público de estos trabajos está determinada por factores ajenos a la simple curiosidad histórica. En su lectura convergen otras preocupaciones que tienen mucho que ver con la recuperación de la Memoria y la necesidad de rescatar del olvido las terribles situaciones personales que se vivieron en aquellos años. Pocas son las provincias españolas que no tienen ya su correspondiente monografía. Ahora aparece la de Salamanca, un territorio de tradicional dominio de los partidos de derechas. Esta hegemonía durante los años republicanos queda confirmada por los resultados electorales, con una presencia masiva de la CEDA, que copó buena parte de las actas en juego. Reflejo de que, como se decía en aquellos días, Salamanca era la vanguardia del derechismo español. En ella el aspecto represivo, la gran aportación de este tipo de trabajos y lo que interesa clarificar, no alcanzó los niveles cuantitativos que se conocieron en la España del Sur. Salamanca, como las demás de la Meseta Norte fue una provincia cuyo control no ofreció a los sublevados especiales dificultades. Esto tuvo como consecuencia que el comportamiento represivo, desde el punto de vista numérico, fuese menos sangriento que los que se conocieron más al Sur. Pero no se trata solo de contar muertos. La intolerancia y la falta de respeto a la libertad no es cuestión de números y de ello da buena cuenta este libro. Como viene siendo habitual en este tipo de obras, el título se mueve en la senda ya conocida, de sustantivos rotundos, que caracterizan con precisión un contenido previsible, y adjetivación a tono para relatar tanto horror. Aunque las posibilidades del diccionario son ilimitadas, el agotamiento de los repertorios parece cercano. Razones comerciales obligan a utilizar en los títulos estos términos de contenido doliente, por lo demás suficientemente justificados, con tal profusión, que terminará resultando difícil encontrar expresiones originales. El eje de este sólido estudio multifocal, que cuenta con más de cien páginas de notas, es la ciudad de Salamanca, capital del nuevo estado durante un tiempo y residencia del Caudillo, lugar, por tanto de gran simbolismo en el régimen que nacía. Pero hay que dejar claro que no es un simple trabajo local. El contenido de algunos de sus capítulos trasciende el mero particularismo provinciano y convierten al libro en valiosa guía para orientarse en las complejas circunstancias que caracterizaron a aquellos procelosos años. Se incardina así en la nómina de aquellos grandes estudios que resultan, en atinada expresión clásica, de conveniente y provechosa lectura.

La equilibrada estructura de este libro colectivo, en el que intervienen una docena de especialistas la mayoría de la Universidad de Salamanca, permite atender a aspectos muy diversos. Es de resaltar la amplitud de miras en el enfoque que deja en un lugar secundario a los aspectos estrictamente bélicos. A diferencia de otros trabajos similares, centrados de manera monográfica en el plano político, aquí el carácter colectivo de la obra hace posible poner a punto un amplio enmarque, con los fundamentos económicos, sociológicos e ideológicos, a cargo de diferentes especialistas. Parece la concreción de aquel veterano paradigma, considerado en tiempos de certidumbres escolásticas aspiración suprema, de la Historia Total.

La obra, que cuenta con un prólogo de otro conocido historiador de la economía, Josep Fontana, habitual en los últimos tiempos en este tipo de obras, está dividida en dos partes, cada una de ellas subdividida a su vez en varios capítulos. La primera parte recoge diferentes trabajos, de enfoque muy diverso, que van desde el análisis de la problemática del mundo rural salmantino, a la detallada descripción de la actuación represiva. La segunda tiene un carácter personal, conlleva un contenido biográfico, está constituida por cinco capítulos que analizan las peripecias vitales e ideológicas de distintos personajes ligados a la ciudad y de especial protagonismo en aquellos años. Desde el imprescindible Unamuno, referente intelectual y humano del desgarro personal que ocasionó la tragedia bélica, hasta el canónigo Castro Albarrán, ideólogo y teorizador de la idea de Cruzada, pasando por destacados personajes del republicanismo salmantino y de la reacción conservadora. Se trata de pues de breves monografías sobre las peripecias de personajes notables por su simbolismo no solo en el ámbito de la izquierda (Casto Prieto), sino también de otros ámbitos ideológicos más templados (Filiberto Villalobos) o claramente posicionados en contra de la República (el canónigo Castro Albarrán). Como no podría ser de otra forma, por lo ya dicho, el libro se abre con un amplio capítulo, de autoría colectiva (Ricardo Robledo y Luis Enrique Espinoza), exhaustivamente anotado, en el que se analizan las tensiones en el mundo rural y el papel de la reforma agraria republicana. El hambre de tierras aparece como elemento motor de la dinámica sociopolítica de aquellos años. La cuestión social del campo resultaba fundamental en una provincia como Salamanca que, aun localizada al Norte del Sistema Central, quedó incluida en el grupo de aquéllas del Mediodía en las que el problema del latifundio, o lo que es lo mismo la concentración de la propiedad, representaba un duro reto a resolver por las autoridades republicanas. Propietarios y modestos campesinos y asalariados, encuadrados en sus respectivas organizaciones (Bloque Agrario, Unión de Agricultores, Federación Obrera) con la Guardia Civil como imposible árbitro, se enzarzaron en una permanente disputa cada día más violenta y con menores posibilidades de avenencia. El intento de modificar la distribución de la renta en un sentido favorable a los más modestos no podía ser bien visto por las oligarquía tradicionales. Con el triunfo de la sublevación, aquéllos que se habían destacado en esta verdadera lucha de clases en defensa de los intereses de los campesinos pobres, serían las víctimas naturales de la persecución.

La actividad pública en el ámbito educativo de dos ilustres salmantinos, José María Gil Robles y Filiberto Villalobos, da pie a Santos Juliá para poner de manifiesto, en un breve trabajo, las muy enfrentadas concepciones de estos personajes, los dos católicos, acerca de una cuestión tan trascendental. Se trataba de resolver un viejo enfrentamiento que venía del siglo XIX, determinar a quien correspondía la suprema dirección en la formación educativa, en suma bajo qué principios debía orientarse la enseñanza.

El intento de restar protagonismo a la Iglesia Católica fue un destacado factor de desgaste del régimen. El papel de la institución eclesiástica salmantina es otro de los capítulos debido al editor Ricardo Robledo. Muestra como desde el primer momento el naciente régimen se encontró con una cerrada oposición por parte de la jerarquía y el clero de las dos diócesis de la provincia (Ciudad Rodrigo y Salamanca). Si esta actitud de rechazo era anterior a la instauración de la República, se fue intensificando a medida que el régimen desplegaba su actividad legislativa. En esta tarea de desgaste desempeñarían un notable papel grupos de laicos. Iniciada la guerra, la tarea deslegitimadora de la democracia republicana alcanzó altas cotas de violencia y no solo verbal. Además, convertida Salamanca en centro de poder de la naciente España, había que colaborar en la tarea de mostrar a los católicos del mundo la verdad de la nueva situación. Esta obra de propaganda tendría su eje fundamental en una peculiar experiencia, el Centro Católico de Información Internacional.

Santiago López y Severiano Delgado son los autores del que podría considerarse, por su contenido, uno de los capítulos centrales de la obra, la represión en Salamanca durante la guerra civil. Sus 90 páginas de texto a las que deben unirse las que ocupan las numerosas notas, suponen más de la cuarta parte de la obra. Entre ellas se incluye un valioso anexo, fundamental aportación de este tipo de trabajos, constituido por una relación nominal de víctimas de la represión. Además de lo que supone de reparación histórica de una casi secular injusticia, tiene una doble funcionalidad, una académica y otra comercial. Por un lado permite trascender el marco local al posibilitar los estudios comparativos con otros ámbitos territoriales. Por otro, ese contenido personal se convierte en un factor clave para atraer a nuevos lectores, interesados por conocer las peripecias vitales de parientes y vecinos. Con ayuda de fuentes de diverso tipo, las usuales en estos casos, incluyendo las procedentes de archivos militares, se analiza el desarrollo del golpe militar y la violenta desactivación de los contados focos de resistencia.

La financiación del esfuerzo bélico en la provincia mediante expedientes excepcionales es tratado por Mª Luz de Prado que se basa en los resultados de su reciente tesis doctoral sobre la cuestión. Cierra esta primera parte un estudio de Jaime Claret, autor de un conocido libro sobre la destrucción de la universidad española por el nuevo régimen, que analiza el papel de la Universidad de Salamanca en esta siniestra tarea. Sería una modalidad de laboratorio que daría la base experimental necesaria para la radical transformación de todo el sistema de la enseñanza superior, erradicando la tradición liberal que había protagonizado el esplendor cultural del primer tercio de siglo.

Los enfoques personales, con un contenido biográfico variable, incluyen como se ha apuntado un trabajo de Luciano G. Egido sobre la difícil situación de Unamuno en los últimos meses de su vida, cuando pasó a convertirse en un hombre fuera del tiempo y cabría decir también del espacio. Javier Infante realiza un apunte biográfico de un peculiar personaje afín a los sublevados, Diego Martín Veloz, que, como indica el subtítulo, pasó de matón de casino a caudillo rural. Muestra como en aquellos tiempos de brutal arbitrariedad no faltaron los gestos de caprichosa humanidad de algunos personajes. Los últimos días de Casto Prieto Carrasco, alcalde Salamanca, son analizados por Ricardo Robledo a partir de su correspondencia carcelaria. Josefina Cuesta y Manuel Redero estudian las peripecias de Filiberto Villalobos tras el triunfo de la sublevación, que le sorprendió en la ciudad de Salamanca. Su caso es el de un centrista reformista superado por los extremos, al que la nueva situación política ocasionó graves problemas personales y notable quebranto económico. No eran tiempos para los tibios. El canónigo magistral Castro Albarrán aparece en el trabajo que cierra el libro, también de Ricardo Robledo, como el creador de un discurso ideológico de extrema derecha, legitimador de la intervención militar en la vida pública. Como ocurre con aquellas personas que alcanzan gran longevidad y mantienen su coherencia inasequibles al desaliento, llegaría a vivir muy contradictorias experiencias. Radical enemigo de cuanto representaba la II República, conocería su momento de gloria con el triunfo de la Cruzada que teorizó y justificó, para terminar al final viendo reaparecer victoriosos los principios contra los que había luchado durante su vida.
En definitiva, valiosa aportación historiográfica a una tema de tanto interés social y académico como es el de la Guerra Civil, que se beneficia de la variedad de enfoques y autores, cuyo contenido trasciende lo meramente local. El libro se cierra con un índice onomástico que ayuda, además, a manejarse con comodidad en este inmenso bosque pleno de datos y de sugerentes análisis.

 

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