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       | HISPANIA NOVA Revista de Historia Contemporánea 
    Fundada por Ángel Martínez de Velasco Farinós
  	 
ISSN: 1138-7319    DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998  | 
NÚMERO 4 (2004)
ARTÍCULOS
 
  
 
 AUTOR: Elisabel LARRIBA TÍTULO: LA PRENSA, VERDADERA
            VOCACIÓN DE TRES ECLESIÁSTICOS A FINALES DEL ANTIGUO RÉGIMEN
    
  
       
  
             
    
| RESUMEN: La prensa de la Ilustración suscitó no pocas pasiones entre los eclesiásticos españoles que muchas veces no se contentaron con ser meros lectores y no dudaron en poner su pluma al servicio de ese nuevo medio de comunicación. Este artículo examina el quehacer periodístico de tres de ellos que tiene como punto común el haber tenido algún que otro roce con la Inquisición : José María Beristain, Juan Antonio Olavarrieta (Clararrosa), Luis Gutiérrez. | 
| PALABRAS CLAVE: Prensa, Ilustración, siglo XVIII, clero, Inquisición, José María Beristain, Juan Antonio Olavarrieta (Clararrosa), Luis Gutiérrez. | 
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| ABSTRACT: The press of the Enlightment raised strong passions among the Spanish ecclesiastics. To the point that many times they were not satisfied with being mere readers and did not doubt in putting their pen into this new media. This article examines the journalistic task of three of them who had a point in common: the fact of having frictions with the Inquisition : José María Beristain, Juan Antonio Olavarrieta (Clararrosa), and Luis Gutiérrez. | 
| KEY WORDS: Press, enlightenment, eighteenth century, clergy, inquisition, José María Beristain, Juan Antonio Olavarrieta (Clararrosa), Luis Gutiérrez. | 

| La prensa, verdadera vocación de tres eclesiásticos a finales del Antiguo Régimen Elisabel Larriba Université de Provence - U.M.R. TELEMME En
        repetidas ocasiones, hemos tenido la oportunidad de poner de realce la
        verdadera fascinación que suscitó la prensa entre el clero al final
        del siglo XVIII y primeros años del XIX[1]
        Hoy, prestaremos atención a tres eclesiásticos nada comunes ya que,
        además de querer ilustrarse en la República de las Letras como
        redactores de periódicos, tuvieron el temible honor de ser perseguidos
        por el Santo Oficio de la Inquisición : José María Beristain, que,
        entre 1787 y 1788, publicó en Valladolid el Diario Pinciano[2];
        Juan Antonio Olavarrieta, quien, en 1791, editó en las Indias el Semanario
        crítico peruano, participó en la redacción del Diario de Lima y,
        en 1795, soñó con crear un periódico que hubiera titulado Diario
        gaditano, literario, comercial, político y económico, pero no
        consiguió convencer al Consejo de Castilla de la pertinencia de su
        proyecto[3]
        y por fin, Luis Gutiérrez, que, prescindiendo de la autorización de
        dicho Consejo redactó en Francia, de donde la difundió por España, la
        Gazeta de Bayona de 1802 a 1807[4].   Denunciados ante la InquisiciónJosé María Beristain fue delatado a la Inquisición por primera vez en Madrid en diciembre de 1785 por llevar una vida poco edificante y leer libros obscenos[5]. Como los inquisidores no solían mostrarse muy severos con los demás eclesiásticos cuando se trataba tan sólo del pecado de lujuria[6] (en el que también podían incurrir[7]), se libró con dos meses de reclusión en el Oratorio del Salvador (según reza el edicto del 21 de enero de 1787), lo que era muy poco en comparación, por ejemplo, con el castigo padecido por Fr. Pedro Centeno que había cometido el crimen de someter a la crítica racional ciertas ideas tradicionalmente admitidas por la Iglesia[8]. Tan poca atención prestaba la Iglesia a semejantes imprudencias que esa condena inquisitorial ni siquiera le afectó en el cursus honorum y en 1794 Beristain obtuvo un canonicato de la catedral de México donde fue de nuevo perseguido por la Inquisición en diciembre de 1795 por haber utilizado abusivamente textos sagrados para alabar al Príncipe de la Paz. Obviamente, el cargo era demasiado tenue para producir una condena formal. Sin embargo, tuvo que esperar el año de 1806 para que se diera carpetazo definitivo al asunto[9]. Por
        el mismo período (un poco antes de 1799), y ante el mismo tribunal del
        Santo Oficio de México, compareció también el cura párroco de
        Axuhitlan (en la diócesis de Valladolid de Mechoacán), Juan Antonio
        Olavarrieta. El asunto era mucho más grave que el que había provocado
        la denuncia del canónigo José María Beristain, ya que Olavarrieta se
        veía acusado de redactar un tratado materialista (por lo demás
        bastante confuso) titulado El hombre y el Bruto. Discurso sobre la
        diferencia de sus operaciones que servi (sic) de preliminar al
        tratado de la Naturaleza. Obra reservada a la vida privada del hombre
        juicioso y cuyo manuscrito había sido secuestrado[10].
        Con semejante acusación, Juan Antonio Olavarrieta no pudo menos que dar
        con sus huesos en las cárceles secretas del tribunal de la Inquisición
        de México, lo que le permitió unos veinte años más tarde publicar un
        libro de título significativo : Viaje al mundo subterráneo y
        secretos del tribunal de la Inquisición[11]. Sin embargo, consiguió
        huirse en 1803, poco después del auto de fe en el que fue condenado[12]. En
        cuanto a Luis Gutiérrez, éste (según Juan Antonio Llorente) se
        hubiera huido en 1799 de su convento de Trinitarios calzados en
        Valladolid para librarse también de las cárceles inquisitoriales. Sin
        embargo, tal afirmación resulta sospechosa. Primero, porque el propio
        Luis Gutiérrez evoca otros motivos para justificar su exilio en Francia
        (el hecho de poder secularizarse, lo que le hubiera denegado su obispo,
        pese a la bula papal que hubiera conseguido); luego, porque nadie, hasta
        ahora, ha hallado el menor documento al respecto[13].
        En cambio, el Santo Oficio se apresuró en prohibir la lectura de su
        novela Cornelia Bororquia… nada más enterarse de su
        existencia, y ello por motivos tan graves por parte de la Suprema que no
        subsiste ni la más mínima duda en cuanto a lo que le hubiera esperado
        al atrevido e insolente autor de no hallarse en Francia[14].   El anticlericalismo de
        Olavarrieta y GutiérrezJosé María Beristain, por una parte, Juan Antonio Olavarrieta y Luis Gutiérrez por otra, no son hombres de la misma categoría. Los pecados de Beristain no pasaban de veniales y no constituían auténticos “crímenes de Inquisición”. En cambio, Juan Antonio Olavarrieta y Luis Gutiérrez hicieron alarde de un virulento anticlericalismo. Así, como demostró Gérard Dufour en la introducción a su edición de Cornelia Bororquia, o la víctima de la Inquisición, esta novela no es únicamente un panfleto anti-inquisitorial. Es también (y sobre todo) un tratado sobre la tolerancia al estilo de los de Locke o de Voltaire ya que la idea fundamental expresada en la obra no autoriza la menor duda al respecto de los sentimientos del autor para el catolicismo cuando declara que « Una religión […] que permite al hombre forzar la creencia del hombre es una religión falsa »[15]. En cuanto a Olavarrieta, no se contentó con colgar los hábitos y hasta casarse en Portugal : en Cádiz, adonde acudió en 1820 en cuanto se promulgó de nuevo la Constitución de 1812, proclamó su odio a la Iglesia y su ateismo por todos los medios, cambiándose los nombres y apellidos y bautizándose a sí mismo, de la manera más provocadora posible José Joaquín de Clararrosa (apellido compuesto, según afirmaba, a partir del nombre de dos queridas suyas) y organizando ceremonias paródicas y sacrílegas, como el Entierro de la Señora de la Vela Verde (o sea, la Inquisición). Hasta su muerte fue motivo para ostentar su ateismo y menosprecio de la Iglesia ya que, conforme con sus últimas voluntades, fue sepultado después de que su cuerpo hubiera sido paseado procesionalmente por la ciudad, con el ataúd abierto para que todos y cada uno pudieran ver que tenía en las manos no un crucifijo, sino un ejemplar del texto de la Constitución, todo ello por el mayor escándalo de la gente piadosa, y especialmente del Nuncio Apostólico en Madrid, Mgr. Giustiniani, que no paraba de avisar a Roma de las “extravagancias” del que ya no quería ser llamado Olavarrieta[16].   El
        intento frustrado de Olavarrieta de crear un Diario Gaditano Obviamente,
        cuando en 1795 solicitó la licencia necesaria para publicar un Diario
        gaditano…, Olavarrieta no dejó transparentar el más mínimo
        asomo de hostilidad hacia el absolutismo o el catolicismo y en el
        prospecto de la obra que remitió al Consejo de Castilla para que se
        formara una idea del proyecto, hizo alarde del mayor celo a favor del
        trono y del altar. Así, según él :  “Un
        papel de su especie, siempre y en todas partes, se ha contemplado como
        un Ministro auxiliar del Gobierno, como un Mediador benéfico entre las
        necesidades de la humanidad, y los auxilios de su pronto remedio, tan
        exacto en hacer circular las oportunas providencias de la Superioridad,
        como en transmitir, y comunicar de unos a otros sus mutuas urgencias,
        sus ideas, sus proyectos, sus solicitudes, y arbitrios, con aquella
        prontitud tan propia del prodigioso utilísimo invento de la prensa,
        como ajena de cualquiera otro medio adoptado por los hombres para el
        comercio económico de los asuntos interesantes a la vida sociable de
        una comunidad civil”[17]. Como
        otros tantos que pretendían crear un periódico[18],
        Olavarrieta no se olvidó de afirmar que la prensa, vector de saber y
        fomento del progreso, se había beneficiado de la protección de las
        autoridades y constituía el instrumento más eficaz de una política de
        prestigio cultural que había de permitir a España ocupar un lugar
        destacado en la Europa de las Luces. Sin embargo, afirmaba (lo que debía
        ser del agrado de las autoridades) que ese extraordinario medio de
        comunicación debía emplearse con la mayor prudencia y que las medidas
        rigurosas adoptadas por el gobierno en 1791 le parecían justificadísimas
        habida cuenta de los deslices que se habían autorizado no pocos
        periodistas[19].
        Gracias a estas medidas, los publicistas habían entendido cuál era su
        papel y ya se publicaban varios periódicos de incuestionable valor y
        utilidad, tanto en la Corte como en provincias. Sin embargo, y para
        mayor asombro suyo, no había sido, según afirmaba, el caso en Cádiz,
        lo que convenía remediar cuanto antes. Por consiguiente, era tanto más
        imprescindible ofrecer al público de esta importante ciudad un periódico
        al mismo tiempo útil y divertido cuanto que convenía lograr que la
        gente de ambos sexos se olvidara de las ideas procedentes de la “Babilonia
        del Norte”[20]
        y de la guerra, que era el tema de casi todas les conversaciones[21].
        De hecho, se trataba, mediante un periódico concebido o presentado como
        un auténtico “auxiliar del gobierno”, de fomentar valores
        tan fundamentales en el momento de crisis que se vivía como el amor a
        la Religión y a la Patria, o la lealtad al Soberano. Por ello,
        precisaba Olavarrieta que en la parte literaria de la obra, verdadera
        miscelánea, “la moral más pura, los Dogmas de nuestra religión,
        la más sana filosofía del hombre y sus deberes suministrar[ía]n
        copiosas materias a [su] intento”[22].
        Especificaba también que podía contar con la ayuda de tres literatos
        (sin más precisiones), celosos amantes de su ciudad, y que confiaba en
        el patriotismo de todos para conseguir la colaboración de las
        autoridades y del público, mostrándose dispuesto a publicar las
        noticias que se le comunicarían. Y como quería hacer de su periódico
        una auténtica tribuna en la que todos y cada uno podrían participar,
        estaba dispuesto a poner a la disposición de cuantos no podían ponerse
        en contacto epistolar con él (por no saber leer y escribir) un
        comisionado suyo[23], idea tan original que ni
        siquiera se le había ocurrido al mayor, y en realidad únicoverdadero
        empresario de prensa de la época, el Barón de la Bruère[24].
        El texto presentado al Consejo de Castilla por Olavarrieta, que quería
        congraciarse al gobierno, resultaba pues perfectamente acorde con las
        normativas oficiales. Obviamente, se puede sospechar de la sinceridad
        del autor, máxime teniendo en cuenta que la más rigurosa de las
        censuras a las que se veía sometido todo candidato a publicar cualquier
        tipo de obra, era la suya propia. Fuera lo que fuere, el Diario de Cádiz
        no obtuvo el imprescindible visto bueno de las autoridades y se quedó
        en un proyecto que realizó Olavarrieta años más tarde, en
        circunstancias totalmente distintas. El prospecto que acabamos de
        analizar revela, al menos, la perfecta ductilidad en 1796 de un hombre
        que en el Trienio Liberal iba a autoproclamarse y convertirse
        efectivamente en el símbolo del anticonformismo.    La Gaceta de Bayona del
        fraile rebotado Luis Gutiérrez Luis
        Gutiérrez, otro provocador nato, no le va en zaga a Olavarrieta o
        Clararrosa. Gracias a los trabajos realizados desde hace unos veinte años
        por varios investigadores (José Altabella, Gérard Dufour, Claude
        Morange y Martin Murfy[25]),
        este curioso personaje ya no es un desconocido para los especialistas
        del reinado de Carlos IV y de la Guerra de la Independencia. Asimismo
        las dos reediciones casi simultáneas de su obra Cornelia Bororquia[26]
        incluso le permiten ya figurar en el panteón de las historias de la
        literatura del que había conseguido excluirle Menéndez Pelayo[27].
        En cuanto a la aventura, verdaderamente digna de una novela picaresca,
        que debía llevarle a la muerte después de lograr hacerse pasar ante el
        ministro de Su Majestad Británica, lord Canning, por un tal barón de
        Agra, que el propio Fernando VII hubiera encargado de una misión
        secreta en América, ya es conocida sino de todos, al menos de los
        aficionados a la historia[28].
        Sin embargo, la visión que tenemos de este personaje como novelista e
        intrigante político (“novelist and impostor” en palabras de
        Martin Murfy[29])
        resulta truncada. En efecto, si tuvo alguna notoriedad entre sus
        contemporáneos, fue en calidad de periodista, como prueba un folleto
        publicado en Sevilla en 1812, o sea tres años tan sólo después de su
        ajusticiamiento, y en el que el P. Antonio Martínez narraba el curioso
        destino de Luis Gutiérrez sin citarle en el título y presentándole
        nada más que como el “Gazetero de Bayona”[30]. Ahora bien, entre los
        investigadores que se han interesado por la Gazeta de Bayona (que,
        por más clandestina que fuese, gozó de una amplia difusión por España
        durante los años que precedieron la invasión francesa de 1808), Claude
        Morange es el único que pudo (o mejor dicho, supo) hallar una colección
        (desgraciadamente incompleta) de este periódico[31].
        Por nuestra parte, tenemos que confesar que no hemos sido más
        afortunada que la mayoría de nuestros predecesores ya que tampoco hemos
        descubierto otros números. Sin embargo, entre las peticiones de
        licencia para imprimir periódicos examinadas por el Consejo de
        Castilla, está la del Correo de Bayona cuyo prospecto, dirigido
        en 1802 al conde de Isla (que era Juez de Imprentas) constituye uno de
        los principales documentos que nos permiten formarnos una idea de lo que
        fue o quiso ser esta publicación[32].
        Redactado en castellano e impreso por los hermanos Cluzeau en Bayona, el
        texto fue elaborado poco después de la Paz de Amiens (23 de marzo de
        1802). “Ya - afirmaba su autor - la Europa entera presenta
        la imagen hechicera de la unión, de la hermandad y de la vida, y en
        todas partes vemos a los hombres dados a las artes de la paz, las únicas
        que pueden salvar y hacer felices a nuestros semejantes, y cicatrizar
        por decirlo así las heridas que los ha hecho la guerra”[33]. Asimismo subrayaba que
        Bayona, “vecina de una Nación amiga y leal” con la
        cual había mantenido constantes relaciones se había convertido incluso
        en “el depósito de todas las mercancías tanto nacionales como
        extranjeras, destinadas para las plazas de aquella Península”[34].
        El restablecimiento de la paz, anunciador de un porvenir halagüeño y
        de intercambios provechosos para ambas partes, había “hecho desear
        - proseguía - tanto al comercio de Bayona, como al de Burdeos,
        íntimamente ligados con el de España, un buen periódico en castellano
        que tuviera por objeto el movimiento y las operaciones de comercio”[35].
        Así el Correo de Bayona (que se conocerá como Gazeta de
        Bayona), se proponía satisfacer esa demanda desempeñado un
        papel fundamentalmente económico. Y para convencer a las autoridades
        españolas de lo pertinente del proyecto, el autor del prospecto, después
        de cantar los loores de la paz, hacía el elogio del comercio que
        siempre “ha sido uno de los principales móviles de la atención de
        los Gobiernos, porque se ha reconocido que él era el único promotor de
        la industria, el resorte más activo de la prosperidad de las Naciones,
        y la sangre que vivifica todos los miembros de un Estado”[36].
        Destinado a un público ubicado en ambos lados de los Pirineos, el periódico
        no se contentaría con proporcionar informaciones puntuales relativas a
        las actividades de las dos naciones aludidas, o al tráfico de las
        principales plazas de comercio (estado de los cambios, movimientos de
        navíos, descripción de las cargas, precio corriente de las mercancías,
        etc.). Con mayor ambición, el Correo de Bayona se consagraría a
        la alabanza del “ingenio mercantil” y de las “artes
        lucrativas”[37],
        e informaría sus lectores sobre el estado de las manufacturas españolas
        así como los últimos adelantos realizados en las artes y en la
        industria en Francia e Inglaterra (cuya superioridad en este ramo de la
        economía era evidente). Y dado que se consideraba que la diversidad temática
        constituía una de las condiciones esenciales del éxito, el autor del
        prospecto proponía también echar una mirada atenta a la actualidad
        literaria y teatral de toda Europa amenizando el periódico con relatos
        de viajes, anécdotas, poemas u otras piezas jocosas, sin olvidarse de
        interesarse por las últimas noticias políticas. Con este último
        punto, sabía perfectamente que corría el riesgo de inquietar a las
        autoridades. Así que para tranquilizarlas, juzgó procedente precisar
        que si las leyes que regían el periodismo en Francia era sumamente
        distintas de las vigentes más allá de los Pirineos, se tomaría muy en
        cuenta la especificidad del público español. Además, condenaba sin
        rodeos los estragos causados por la Revolución francesa y especificaba
        que la obediencia “a los gobiernos” (y no a los reyes, el
        matiz tenía su importancia) era el único medio del hombre para luchar
        contra instintos primitivos que le llevaban a pretender a una “libertad
        ilimitada o a sojuzgar violentamente a los otros”[38].
        Así, subrayando insistentemente que no formaba parte de cuantos
        reivindicaban el derecho a la libertad de expresión porque sabía que
        conllevaba “el desorden y la rebelión”[39],
        declaraba que :   “Convencidos
        los redactores por la fatal experiencia de los últimos diez años de la
        verdad de estas máximas, no tendrán necesidad del freno de los
        Gobiernos. Sus más severos Censores serán sus propias conciencias, y
        aun en las noticias políticas procurarán moderar las expresiones que
        pueden disgustar al Gabinete de Madrid, modelándose siempre por el espíritu
        de su política”[40].   ¿Era
        este Prospecto obra de los hermanos Cluzeau, o del propio Luis
        Gutiérrez? Lo único que se puede afirmar con toda certeza es que los
        hermanos Cluzeau lo imprimieron y resulta imposible determinar si
        vendieron luego el título a Luis Gutiérrez, como opina Claude Morange[41],
        o si éste participó de entrada en la empresa, aunque cierta similitud
        de estilo entre el prospecto y las demás obras conocidas de Gutiérrez
        nos induzca en optar por la segunda hipótesis. Fuera lo que fuere, el
        conde de Isla, en un informe fechado el 18 de agosto de 1802, calificó
        el proyecto de excelente y opinó que podría ser de la mayor utilidad a
        la Nación[42].
        Sin embargo, dudaba si convenía autorizar la publicación. En efecto,
        ¿cómo estar seguro de que el redactor del periódico cumpliría con lo
        prometido, máxime teniendo en cuenta que por su ubicación en Bayona
        escapaba de todo tipo de control de las autoridades españolas, tanto
        civiles como eclesiásticas? Como era de esperar, prevalecieron estas
        consideraciones sobre otra cualquiera y, pocos días después, el 27 de
        agosto, se le comunicó al juez de imprenta que el Rey bajo ningún
        concepto podía autorizar la publicación del Correo de Bayona[43]
        cuyo primer número ya estaba programado para el 22 de septiembre de
        1802[44].
        Ante tal decisión, olvidándose por completo de sus declaraciones sobre
        la obediencia que se debía a los gobiernos, los hermanos Cluzeau (o,
        probablemente Luis Gutiérrez) no vacilaron en prescindir del Real
        permiso de Carlos IV y crearon un periódico que había de tener en España
        una difusión nada desdeñable.         
        Así, el 1 de junio de 1804 (o
        sea, casi dos años después de la salida del primer número), Tomás
        Donojú, gobernador de Santander, participó a Pedro Ceballos que
        acababa de enterarse de que un periódico redactado en español y
        publicado en Francia bajo el título de Gaceta de Comercio,
        literatura y política de Bayona se difundía en Santander donde
        contaba con varios suscriptores, y que el número 157 de dicha obra, con
        fecha del 14 de mayo, contenía unos ataques directos en contra de la
        familia Real y cualquier tipo de gobierno monárquico hereditario. Dada
        la gravedad de los hechos, e ignorante por lo visto de las leyes
        vigentes, deseaba saber si debía o no autorizar la introducción y la
        lectura de semejante periódico que, por lo demás, poco respeto
        mostraba en materias religiosas[45].
        Informado por el gobierno de la prohibición total que se aplicaba a las
        obras en castellano impresas fuera de las fronteras del reino[46],
        Tomás de Donojú comunicó inmediatamente a Manuel de Irribarri
        (administrador de Correos) la orden de embargar cuantos ejemplares de la
        Gaceta… mandados por correo ordinario y de informar a los
        interesados de la prohibición de dicho periódico. Irribarri cumplió
        lo mejor que pudo su cometido Sin embargo, anticipándose con notable
        lucidez a la reacción de los más audaces de los suscriptores que, según
        le parecía, recurrirían al fraude para satisfacer su afán de
        información, no omitió subrayar en el informe que mandó al Gobernador
        que le sería muy difícil, o más bien imposible, acabar
        definitivamente con la difusión del periódico que, por más esfuerzos
        que hiciera, continuaría sin duda alguna a circular solapadamente[47].
                 
        Los hechos habían de
        confirmar los temores de Irribarri : en efecto, dos años después, el
        22 de noviembre de 1806, el gobierno tenía que resignarse a constatar
        con amargura que : “Sin
        embargo de las leyes del Reino y de las repetidas ordenes particulares
        que prohíben la introducción en él de gacetas y papeles impresos en
        nuestra lengua en países extranjeros circulan libremente y andan en
        manos de todo el mundo varios periódicos de esta clase, en particular
        los titulados La Abeja y la Gaceta de Bayona”[48].          
        Airado por la amplitud del fenómeno, eL Gobierno dirigió a los
        Directores Generales de Correos una carta circular reservada de tono
        para comunicarles vehemente y conminatoriamente que tenían la obligación
        de hacer respetar estrictamente las leyes vigentes, precisando que S. M.
         “ha[ía]
        resuelto cortar de raíz este abuso valiéndose para ello de todos los
        medios eficaces y rigurosos que exigen la dignidad de su augusta
        persona, el bien de sus vasallos, en su consecuencia ha dispuesto que en
        las Administraciones de Correos se abran todos los pliegos o cartas que
        se sepa o sospeche contener los periódicos arriba nombrados u otros de
        la misma clase, tengan el título que quieran, y se quemen allí mismo
        irremisiblemente sin que sean leídos por persona alguna de cualquier
        clase o condición que fuere”[49].          
        Y como si fuera poco, la circular acababa avisando a los Directores
        Generales de Correos que “S.
        M. ha[ía]
        tomado secretamente medidas oportunas para saber de positivo el modo con
        que cumplen esta orden; en inteligencia de que el menor fraude, el menor
        descuido que cometieren en el cumplimiento de ella, o la más leve
        imprudencia en faltar a la reserva con que han de proceder a su ejecución,
        serán castigados severa y ejemplarmente”[50].
        Ya no era tiempo para tolerancia o pasividad.  Sin embargo, esta
        virulenta amonestación tuvo poca repercusión como prueba, por ejemplo,
        la petición realizada el 28 de enero de 1807 por Francisco Antonio
        Filangieri (comandante de las tropas destinadas a la defensa del
        Departamento marítimo de El Ferrol), quien, como otros muchos
        oficiales, manifestaba especial interés por la prensa[51].
        Por haber conocido personalmente a Pedro Cevallos, no dudó en dirigirse
        directamente a él para comunicarle que “Hace ya algunos meses
        que se reciben con atraso las gazetas de Bayona, y como en este lóbrego
        País, sin teatro, ni otra diversión, rodeado siempre de Montañas y
        nubarrones, y en donde he perdido también mi salud, las noticias públicas
        forman la única diversión mía y de mis antiguos contertulianos, y por
        no mendigarlas de los comerciantes que ordinariamente las tienen vagas e
        incorrectas, desearía que Vmd. proporcionase el modo que yo recibiese
        la mía sin atraso…”[52].
        Pedro Ceballos le hizo contestar “Que si por Gaceta de Bayona
        entiende la impresa en castellano, no me es posible complacerle, pues su
        introducción está prohibida por Real Orden, que si habla de las
        francesas acabo de dar órdenes para que no detenga, antes bien se
        facilite...”[53].
        Y como otros individuos (entre los cuales el propio embajador de
        Francia) se habían quejado de ya no recibir distintos periódicos
        procedentes del extranjero, se averiguó el caso, descubriéndose que
        los empleados de Correos de Irún, San Sebastián y Vitoria habían
        cometido numerosos errores. Interpretando mal, se suponía, los textos
        vigentes, habían pecado unas veces por laxismo y otras por excesivo
        celo, hasta embargar periódicos franceses como Le Moniteur, LePubliciste,
        Le Journal des modes y Le Journal de l’Empire,
        lo que deploraban las autoridades españolas[54].
        En un informe dirigido a Pedro Ceballos con fecha del 7 de junio de
        1807, Juan Facundo Caballero (avisado por Luis Antonio de Candano,
        administrador principal de Correos de Vitoria) ponía de realce las
        maniobras de M. Gosse (propietario de la Gazeta…), quien
        aseguraba que varios administradores así como oficiales de Correos,
        lectores asiduos, le pedían su periódico[55]
        y, haciendo caso omiso de las leyes españolas, seguía difundiéndolo
        mediante varias estratagemas. Por ejemplo, se acababa de interceptar un
        paquete que contenía varios ejemplares de este mismo periódico con
        sello de Oloron que iban dirigidos a suscriptores difuminados por todo
        el reino. Ahora bien, como notaba Caballero, estos ejemplares que salían
        por Olorón, transitaban por Zaragoza, y no por Vitoria a donde llegaban
        los envíos procedentes de Bayona y donde la vigilancia se suponía más
        estricta. La lista de suscriptores que venía con el informe no carece
        de interés ya que, ateniéndonos al banco de datos elaborado con motivo
        de nuestra tesis, tan sólo cuatro de los 20 individuos señalados se
        habían suscrito a otro o varios periódicos españoles : dos nobles con
        residencia en Madrid, el marqués de Castelfuerte[56]
        y el conde de Polentinos[57],
        así como un habitante de Lorca, Juan Rocafull[58],
        y otro de la Isla de León, Santiago Portero[59],
        empleado del ministerio de Marina. Por muy aventurado que resulte sacar
        conclusiones de esta lista muy parcial de suscriptores de la Gazeta
        de Bayona, tenemos que subrayar que entre ellos no figura ningún
        eclesiástico, cuando constituían un porcentaje importante para los
        periódicos autorizados[60].
        En cambio constatamos el mismo interés por la prensa que se manifestaba
        a la periferia del reino, especialmente en los puertos marítimos[61],
        ya que entre Cádiz y Málaga (tres suscriptores para cada ciudad), El
        Ferrol (dos suscritores) y Algeciras (un suscriptor),tenemos un total de
        nueve lectores de la Gazeta…avecindados en las costas del reino
        en contra de tan sólo tres en Madrid[62].
         A
        partir de estos datos que ponían de nuevo de manifiesto el no
        cumplimiento del reglamento vigente, Pedro Ceballos exigió que se
        llamase la atención a cuantos estaban encargados de su aplicación[63]. EnAsí, unos pocos meses
        más tarde, el 7 de agosto de 1807, Juan Antonio de la Cuesta, Nicolás
        de Agea, Francisco de Sayus y Francisco Pereda dirigieron al ministro
        una súplica muy significativa en la cual estipulaban que, conforme con
        las instrucciones del Gobierno, el Consulado de Santander del que
        formaban parte y a cuyo nombre escribían, se había suscrito a varios
        periódicos como la Gaceta de Madrid, le Correo mercantil de
        España y sus Indias y el Semanario de Agricultura y Artes
        dirigido a los párrocos[64].
        Declaraban asimismo que, como veían en la prensa una fuente de
        información insuperable, recibían también publicaciones de suma
        utilidad, entre las cuales la Gazeta de Bayona que echaban muy de
        menos desde que, por motivos que desconocían, no les llegaba por sufrir
        el embargo de Correos. Ignorantes, al parecer, al instar de Filangieri,
        de la interdicción que sufrían las obras publicadas en español fuera
        del reino, no dudaron pues ni un instante, para conseguir que su periódico
        predilecto les fuese de nuevo entregado, en recurrir al propio Pedro
        Ceballos[65],
        que poco apreció esta diligencia, como prueba esta apostilla poco amena
        en margen de la carta que había recibido : “Que
        el Consulado no ha meditado como debía las repugnancias que envuelve
        esta solicitud, medítelas y hallará que es más nuisible [sic]
        y digna de una negativa”[66].   Resulta
        pues patente que las distintas medidas adoptadas por el gobierno con el
        fin de impedir la difusión de la Gazeta de Bayona, distaron
        mucho de producir el efecto deseado. Incluso tuvo Luis Gutiérrez un
        imitador en la persona de Josef Xavier de Barbachano, que vivía también
        en Bayona pero que, instruido sin duda de lo que había pasado con la Gaceta…solicitó,
        en una carta dirigida a Pedro de Ceballos el 10 de noviembre de 1806, la
        autorización de publicar un periódico titulado Correo Cantábrico,
        pero tomándose la precaución de precisar que se trataría de una “gaceta
        española” que se imprimiría dentro de los límites del reino, en
        Irún, y no en Francia. Barbachano (que hasta el momento no había
        manifestado gran interés por la prensa, suscribiéndose tan sólo al Espíritu
        de los mejores Diarios, en 1789[67])
        ¿pensaba de veras convencer a las autoridades españolas del carácter
        genuina y exclusivamente español de su publicación por el mero hecho
        de imprimirla en el último pueblo situado antes de la frontera? Lo
        dudamos. En cambio, esgrimía otro tipo de argumento, mucho más sólido,
        ya que subrayaba el interés suscitado en España por las informaciones
        proporcionadas por los periódicos franceses y ello, con detrimento de
        la economía nacional. Es que –según afirmaba- nada menos que 1150
        españoles se habían suscrito a la Gaceta de comercio, literatura y
        política (o Gaceta de Bayona), o a otro periódico publicado
        en castellano en París, La Abeja española, lo que producía la
        salida del reino de una cantidad de dinero que cifraba en más de un
        millón de reales al año[68] (o sea la renta percibida
        por el titular de la rica diócesis de Málaga, cuarta de España por
        sus rentas según la clasificación de Maximiliano Barrio Gozalo[69]).
        Tenemos que confesar que ignoramos qué crédito se puede dar a tales
        cifras. Con todo, incluso si resultan algo exageradas, nos evidencian el
        éxito del periódico redactado por Luis Gutiérrez. Juan Antonio Melón,
        juez de la Imprenta (después de haber sido uno de los redactores de un
        periódico semi-oficial, el Semanario de Agricultura y Artes dirigido
        a los Párrocos[70]),
        no hizo ningún reparo al respecto en su informe sobre la petición de
        Josef Xavier de Barbachano pero en cambio manifestó su total oposición
        a todo tipo de  publicación
        que podría fácilmente escapar del control del gobierno y que, por otra
        parte, le podría hacer la competencia a Gazeta de Madrid[71].
        Como el barón de la Bruère (al que ya nos hemos referido) Luis Gutiérrez
        había entendido, a finales del XVIII, que el periodista no sólo tenía,
        por derecho propio, una posición relevante en la República de las
        Letras, sino que también podía ser todo un hombre de negocios.     Conclusión Si los tres eclesiásticos
        que acabamos de estudiar suscitaron el recelo cuando no la ira del Santo
        Oficio, no fue (como les pasó à Fr. Pedro Centeno y a Cañuelo,
        verdaderos “Don Quijotes del mundo filosófico”) por sus
        actividades periodísticas. Todo lo contrario, ya que para obtener la
        tan ansiada autorización de publicar, estaban dispuestos a la mayor
        prudencia y hasta, en el caso de Olavarrieta y de Gutiérrez, a hacer
        caso omiso de sus convicciones más profundas. Es que se trataba
        fundamentalmente de mejorar su posición social : Beristain soñando sin
        duda con llamar la atención de las autoridades para conseguir un
        ascenso en la jerarquía eclesiástica que por cierto consiguió. En
        cuanto a Olavarrieta y Gutiérrez ni el uno, ni el otro desdeñaban los
        negocios : en Portugal, donde se instaló después de pasar algún
        tiempo en Inglaterra tras haber huido de México, Juan Antonio
        Olavarrieta, se puso en 1818-1819 a fabricar y comercializar un remedio
        destinado a luchar contra la fiebre, el agua de Inglaterra, que
        había inventado un tal doctor Jacob de Castro Sarmiento[72].
        En cuanto a Luis Gutiérrez, tenía tanta confianza en el valor de su
        pluma que en 1800 redactó en Bayona una obra, Cartas amistosas al
        Rey, no para ofrecerla al público, sino para venderla a las
        autoridades españolas, precisamente para evitar la impresión, lo que
        no le impidió, después de haber cedido a buen precio el manuscrito,
        publicar separadamente los capítulos que componían el libro[73].
        En ello no se diferenciaban de la mayoría de los demás redactores de
        periódicos. Más allá de las consideraciones filosóficas, filantrópicas
        o patrióticas que solían servir de justificación a sus empresas, se
        hallaba un anhelo de lucro que no escapó a Joseph Cornide, quien,
        encargado de informar sobre una petición de licencia para un nuevo periódico,
        declaraba en 1794 :   “El Diario histórico que desea
        publicar periódicamente Don Pedro María Olive, es uno de aquellos
        arbitrios que suelen buscar los hombres, o para ganar la vida, o para
        adquirir favor...”[74]. Pero
        por más atención que se preste a los redactores de periódicos,
        siempre hay que tomar en consideración al público al que querían
        complacer. A finales del siglo XVIII, este mecenas colectivo constituye
        toda una realidad que impone sus preferencias y exigencias, con su afán
        de noticias recientes tanto nacionales como internacionales que le llevó,
        varias veces a hacer caso omiso de las prohibiciones oficiales y a
        suscribirse a periódicos publicados en español fuera de las frontera
        del reino, especialmente en Francia. En sus Memorias, Manuel
        Godoy tenía toda la razón cuando escribió :  “Cuando
        a los pueblos se les cierran o entornan las ventanas que es justo estén
        abiertas, pierden la confianza en el Gobierno, y los datos que se le
        niegan van a buscarlos a otra parte, no sin desdoro y sin peligro del
        Estado”75.          
        La
        historia de lo que pudo ser, y fue la Gaceta de Bayona del fraile
        trinitario rebotado Luis Gutiérrez es un perfecto ejemplo de esta
        afirmación.    [1] E. LARRIBA, « Inquisidores lectores de prensa ilustrada », in Coloquio internacional. El mundo hispánico en el Siglo de las Luces – Salamanca 9-10-11 junio de 1994, Madrid, Editorial Complutense, 1996, p. 817-829 ; « Contribution du clergé à la rédaction du Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos », in L’Espagne du XVIIIe siècle. E. LARRIBA, siècle. Economie, société, idéologie, culture. Actes des journées d’étude sur «Ville et campagne» et Cartas marruecas des 5 et 6 décembre 1997. Sous la direction de J. Soubeyroux, Saint-Etienne, Publications de l’Université de Saint-Etienne, 1997, p. 217-233 ; « Introducción », in El Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797-1808). Selección e introducción por Elisabel LARRIBA y Gérard DUFOUR, Valladolid, Ámbito, 1997, p. 9-61 ; « Un Publiciste poursuivi par l’Inquisition : Fr. Pedro Centeno, de l’ordre de Saint Augustin », in Mélanges offerts au Professeur Guy Mercadier, Aix-en-Provence, Publications de l’Université de Provence, p. 301-312 ; « Le Clergé », capítulo II de nuestra tesis, Le Public de la presse en Espagne à la fin du XVIII°siècle (1781-1808), Paris, Honoré Champion, 1998, p. 247-304 ; «Un intento de reforma agraria por y para las clases productoras : el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797-1808) », in Brocar. Cuadernos de investigación histórica, Logroño, Universidad de La Rioja, n° 23 (1999), p. 87-117 [Véase en particular « La participación del clero », p. 93-98]. [2] El Diario Pinciano, primer periódico de Valladolid (1787-88) ha sido editado en edición facsímil, con un estudio preliminar por C. ALMUINA FERNÁNDEZ, Valladolid, Grupo Pinciano, 1978. Véase también P.-J. GUINARD, La Presse espagnole de 1737 à 1791. Formation et signification d'un genre, Paris, Centre de Recherches Hispaniques, 1973, p. 357-363. [3] Sobre Juan Antonio Olavarrieta (más conocido como Clararrosa a partir del Trienio Liberal), véase A. GIL NOVALES, “Clararrosa, americanista”, in Homenaje a Noël Salomon, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 1979, p. 113-125 y la introducción de la edición de el Viaje al mundo subterráneo y secretos de la Inquisición revelados a los Españoles seguido de El hombre y el bruto y otros escritos realizada por D. MUÑOZ SEMPERE y B. SANCHEZ HITA, con prólogo del mismo A. Gil Novales, Salamanca, Plaza Universitaria (Colección Scripta manent, n° 3), 2003. [4]Sobre
            Luis Gutiérrez, véase : G. DUFOUR, « Andanzas y muerte de
            Luis Gutiérrez, autor de la novela Cornelia Bororquia »,
            in Caligrama. Revista peninsular de literatura, Palma de
            Mallorca, II (1983), p. 83-96 así como la introducción a su edición
            de Cornelia Bororquia o la víctima de la Inquisición,
            Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1987, p. 24 sq. y C.
            MORANGE, « Un
            panfleto clandestino de 1800 - Presentación », in Seis
            calas en la crisis del Antiguo régimen español, Alicante,
            Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1990, p. 279-400. [5] A.H.N., Inquisición, leg. 4478, n° 9, fol. 1-52. Véase : P.-J. GUINARD, op. cit., p. 358 y « José Mariano Beristain y la Inquisición », in Ibérica I, Cahiers Ibériques et Ibéro-américains de l’Université de Paris Sorbonne, Paris, 1977, p. 155-171. [6]
            G. DUFOUR, Clero y sexto mandamiento. La confesión en la España
            del siglo XVIII, Valladolid, Ámbito, 1996, capítulo IV :
            « La Iglesia y los solicitantes », p. 85-94. [7] Por ejemplo, A. ASTORGANO ABAJO nos revela que, por los años de 1780, Pedro Díaz de Valdés, del tribunal del Santo Oficio de Barcelona vivía amancebado con una pretendida “hermana” o “prima” (« El fiscal inquisidor don Nicolás Rodríguez Laso en Barcelona (1783-1794) », in Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XLVII (1900-2000), anys Académics CCLXXI-CCLXXII, p. 239). Ello no fue obstáculo para que ascendiese a obispo en 1798, como premio del zelo que había manifestado redactando una obra en perfecta sintonía con la política agraria del Príncipe de la Paz, El Padre de su pueblo o medios para hacer temporalmente felices a los pueblos con el auxilio de los Señores curas párrocos que fue publicada por primera vez en Vitoria en 1793 bajo los auspicios de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. En cuanto al propio Inquisidor General Ramón de Arce, sus amores con la marquesa de La Mejorada eran tan notorios y públicos que se afirmaba que había obtenido bula del Papa para casarse (véase G. DUFOUR, « Don Ramón de Arce, arzobispo de Zaragoza, Inquisidor General y Patriarca de las Indias », in Tres figuras del clero afrancesado, Aix-en-Provence, Université de Provence, 1987, p. 147-193). [8] E. LARRIBA, « Un Publiciste poursuivi par l’Inquisition : Fr. Pedro Centeno, de l’ordre de Saint Augustin », op. cit., p. 301-312. [9]
            J. C. ROVIRA, « El bibliógrafo Beristain en una contienda poética
            desde los balcones a fines de 1796 », in Anales de
            Literatura española, Alicante, Publicaciones de la Universidad
            de Alicante, n° 13 (1999), Serie monográfica, n° 3, Letras
            novohispanas, edición de M. ÁGUEDA MENDEZ y J. C. ROVIRA, p.
            195-210. [10]
            A. GIL NOVALES, « Clararrosa americanista », op. cit.,
            p. 114.  [11]
            Viaje al mundo secreto de la Inquisición y secretos del tribunal de la
            Inquisición revelados a los españoles por el Ciudadano José Joaquín
            Clararrosa, Cádiz,
            Imprenta de Roquero, calle Ancha, frente a la casa de los Gremios,
            1820, 46 p. Vid. la edición ya citada realizada por D. MUÑOZ
            SEMPERE y B. SÁNCHEZ HITA. [12]
            A. GIL NOVALES, Diccionario biográfico del Trienio Liberal,
            Madrid, Ediciones del Museo Universal, 1991, p. 480. [13]
            Véanse los trabajos ya citados de G. DUFOUR
            y de C. MORANGE.
            Por su parte, A. PRADO DE MOURA, quien ha estudiado sistemáticamente
            en su tesis la actividad del tribunal del Santo Oficio de
            Valladolid, no hace ninguna referencia a Luis Gutiérrez (Las
            Hogueras de la Inquisición. La actividad represora del Tribunal
            Inquisitorial de Valladolid (1700-1834), Valladolid, Junta de
            Castilla y León, 1996. [14]
            Véase
            G. DUFOUR, « Introducción »
            de la edición ya citada
            de Cornelia Bororquia…, p. 13-18. [15]
            Carta XXVIII,
            p. 162 en la edición
            de G. DUFOUR que
            desarrolla este punto en la introducción: « Cornelia
            Bororquia o Nuevas Cartas sobre la tolerancia », p. 42-49. [16]G.
            DUFOUR, « El Nuncio contra
            los liberales (1820-1823) »,
            in Historia 16, n° 188 (diciembre 1991), p.45. [17]
            A.H.N., Consejos, leg. 5566, exp. 100 : Apertura a la
            Suscripción del Diario Gaditano, Literario, Comercial, histórico,
            político y económico, que se dará a luz para instrucción,
            comodidad, y útil entretenimiento de esta Ciudad de Cádiz con
            arreglo a las instrucciones y providencias expedidas por el Supremo
            Gobierno, para la publicación del Diario de Madrid, Cádiz,
            1795 (posiblemente, mes de junio) :  [18] E. LARRIBA, « La presse espagnole à la fin du XVIIIe siècle et la censure d’Etat : les projets de création de périodiques refusés par le Conseil de Castille de 1791 à 1808 », en Individu et autorités : la position de la Presse des Lumières, Université de Nantes(en prensa), especialmente « II – Stratégie et argumentaire des candidats à la publication ». [19]
            A.H.N., Consejos, leg. 5566, exp. 100 : Apertura a la
            Suscripción del Diario Gaditano, Literario, Comercial, histórico,
            político y económico, op. cit. : « En todas las
            naciones cultas se ha mirado la publicación del Diario como el más
            excelente arbitrio de común utilidad y beneficio, y cuando toda
            otra clase de papeles volantes, o periódicos con que han abrumado
            las prensas de Nuestra europa desde la época de su ilustración
            sujeta a infaustas vicisitudes, no ha podido subsistir largo tiempo
            sin experimentar los justos rigores del Gobierno debidos al abuso de
            libertad con que han procedido sus autores, sólo el Diario político
            económico ha llegado a sostenerse desde su primera institución con
            general aceptación y particular recomendación de los mismos
            Gobiernos… » [20]
            Id. [21]
            Id. : « En las
            vistas, en los paseos, en los Cafés, cementerios y en toda clase de
            concurrencia respira el áspero idioma de Marte en vez de las dulces
            expresiones de Minerva. Hasta el bello sexo, esta preciosa mitad de
            nuestra naturaleza, cuyo bello aspecto, bizarría, suavidad, dulce
            trato, y bellas luces hacían en otro tiempo las más cumplidas
            delicias de esta ciudad con extraordinaria ventaja sobre las demás
            ciudades del Reino parece que ha adquirido algún resabio de
            aspereza y severidad entre los repetidos estruendos de la Guerra,
            sus preparativos y faenas... ». [22]
            Id. : «El reparo de
            este defecto es el principal objeto por que lo hemos extendido a la
            parte literaria, en cuya dilatada jurisdicción la moral más pura,
            los Dogmas de nuestra religión, la más sana filosofía del hombre
            y sus deberes suministrarán copiosas materias a nuestro intento,
            sin olvidar las bellas Ciencias y Artes, ni entre ellas la dulce
            poesía teatral que hará la materia más familiar y predilecta de
            nuestro periódico alternada con la más juiciosa crítica, y
            jocosas imágenes, sin propasar los límites que la religión, la
            honestidad y el decoro del público deben dispensar con gusto y
            agrado ». [23]
            Id. : « Nosotros
            nos daremos por bien servidos y agradecidos recibiendo las
            correcciones que gustase dirigirnos el Público sobre nuestros
            defectos, y tanto para este efecto, que nos parece el más oportuno
            medio para nuestra reforma, como para hacernos con la mayor
            facilidad de las noticias relativas a nuestro objeto, y de las
            producciones que cada uno de los miembros de esta capital quisiere
            publicar en nuestros diarios se recibirán en su despacho público
            todos los pliegos cerrados que dirigieren con cubierta A los
            Edictores del Diario Gaditano. Las personas que no supieren
            escribir y carecieren de otros recursos podrán informar verbalmente
            a un comisionado, nuestra persona de todo respeto, cuya habitación
            se indicará para el efecto a tiempo competente ». [24] Sobre este singular personaje, véase L. DOMERGUE, « Andanzas y tribulaciones del periodismo en los últimos tiempos del Antiguo Régimen : el poder contra la prensa periódica (desde la Revolución francesa hasta la Guerra de la Independencia », in Tres calas en la censura dieciochesca (Cadalso, Rousseau y Prensa periódica, Toulouse, Institut d'Etudes Hispaniques et Hispano-américaines de l'Université de Toulouse-Le Mirail, 1981, p. 181 sq [25] A los trabajos ya citados de G. DUFOUR et de C. MORANGE, conviene añadir los de: J. ALTABELLA, « Algunas precisiones en torno a la vida y obra del gacetero de Bayona Luis Gutiérrez », in Estudios de Historia Social, número monográfico sobre La Revolución francesa y la Península Ibérica, n° 36-37 (1986, I-II), p. 333-336, así como los de M. MURPHY, « Canning and the baron de Agra », in History today, mai 1993, p. 35-41 y « Luis Gutiérrez, Novelist and Impostor », in Spain and its Literature : Essays in Memory of E. Allison Peer, Ann L. MACKENZIE ed., Liverpool, 1997, p. 235-252. [26]
            Además de la edición ya citada de G. DUFOUR, se puede consultar
            otra, muy inferior, debida a I. FERRERAS (Madrid, Vosa, 1994). [27]
            Cf. J. BLASCO, « GUTIÉRREZ, Luis », in R. GULLÓN,
            (dir.), Diccionario de literatura española e hispanoamericana,
            Madrid, Alianza Editorial, 1993, tome I, p. 688-689 ; J. ÁLVAREZ
            BARRIENTOS, G. CARNERO, « Luis Gutiérrez », in G.
            CARNERO, (coord.), Historia de la literatura española. Siglo
            XVIII (II), tomo VII, Madrid, Espasa Calpe, 1995, capítulo 11 (« La
            novela en el último tercio del XVIII y primer tercio del XIX »),
            p. 976-978. y E. LARRIBA, Dictionnaire de la Littérature
            espagnole, Paris, Honoré Champion éditeur, 2001, p. 76-77. [28]
            La revista History
            Today, en la que M. MURPHY publicó el relato de las relaciones
            del supuesto barón de Agra con lord Canning, es de tipo “gran público”
            y los lectores de ABC pudieron conocer la personalidad de
            Luis Gutiérrez así como las principales características de su
            novela Cornelia Bororquia, gracias a un artículo de R. P.
            SEBOLD, publicado en el número del domingo 19 de julio de 1998, p.
            66. [29] « Luis Gutiérrez, Novelist and Impostor », op. cit. [30] Historia del Gazetero de Bayona extractada de la causa original e ilustrada con algunas notas por el Dr. D.J.M.D., Séville, Josef Hidalgo, 1802 (=1812), citado por J. ALTABELLA (op. cit.) y M. MURPHY quien identifica al autor como Antonio Martínez, O.P. (« Luis Gutiérrez, Novelist and Impostor », p. 235-236). [31]
            C. MORANGE, op. cit., p. 293-294. [32]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 284, exp. 14. Este documento ya ha
            sido comentado brevemente por L. DOMERGUE, Tres Calas en la
            censura dieciochesca…, op. cit., p. 118. [33]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 284, exp. 14. Correo de Bayona.
            Prospecto, p. 1 (a). [34]
            Id. [35]
            Id.  [36]
            Ibid., p. 1 (b). [37]
            Id. [38]
            Ibid., p. 2 (a) : « ¿Qué es el hombre
            abandonado a sí mismo ? Si se quiere examinar profundamente
            esta cuestión, resultará de su examen que los Gobiernos tienen
            necesidad de nuestra obediencia, por cuanto nuestro instinto nos
            inclina a tomarnos una libertad ilimitada o a sojuzgar violentamente
            a los otros, y la obediencia sola es la que puede contenernos dentro
            de nuestros verdaderos límites, y obligarnos a sacrificar unas
            pasiones tan fuertes al amor del orden y de la paz ». [39]Id. : «¡O vosotros cualquiera que seáis, vosotros que clamáis vivamente por la libertad de Imprenta, mientras no podáis fundir de nuevo los pueblos, mientras no podáis hacer una innovación milagrosa en sus costumbres envejecidas, no, jamás, jamás podréis ver puesta en planta esta libertad sin provocar el desorden y la rebelión ». [40]
            Ibid., p. 2 (b). [41] Op. cit., p. 293-294, a partir del legajo Estado 6155, exp. 1 del Archivo Histórico Nacional (Madrid). [42]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 284, exp. 14. Informe del conde de
            Isla a Pedro Ceballos, Madrid, 18 de agosto de 1802. [43]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 284, exp. 14. Cf. nota al conde de
            Isla, Madrid, 27 de agosto de 1802. [44]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 284, exp. 14. Correo de Bayona.
            Prospecto, p. 2 (b). [45]
            A.H.N., Consejos,
            leg. 11 287, exp. 40 : oficio de Tomás Donojú a Pedro Ceballos, Santander, 1 de junio de 1804.  [46] Ibid. Cf. la nota con fecha del 7 de junio de 1804 en margen del oficio de Donojú a Ceballos : « Que está mandado no se introduzcan del extranjero cosas impresas en castellano, y con particularidad este papel, y que en consecuencia no permita la introducción », nota fundada en la Real Cédula del 1 de junio de 1784 (reiterada en 1791 et 1792), según la cual se prohibía formalmente vender « libros que vengan de fuera del Reino, en cualquier idioma y de cualquier materia que sean, sin que primero se presente un ejemplar en el Consejo y se conceda licencia para su introducción o venta » (A.H.N., Consejos, 5569, leg. 44, citado por G. Dufour en su introducción a Cornelia Bororquia o la Víctima de la Inquisición, op. cit., p. 11.) [47] Ibid., Informe de Manuel de Iribarri a Tomás de Donojú, Santander, 18 de junio de 1804 : « pero como para ejecutar esto [el embargo de los ejemplares] haya yo tenido únicamente el solo conocimiento que hasta ahora me presta la noticia de los sujetos suscritos a este periódico por declaración de ellos mismos y sea posible y aun regular que después de sabida la prohibición de este papel, hagan que se les remita bajo de distinta cubierta, y que para por fuera de ella no se note que contiene impresos la hagan forrar en un doble sobre, de aquí es que no creo suficiente mi vigilancia ni la de esta oficina para impedir tan absolutamente como lo quiere S. E. la entrada del insinuado Periódico para cuyo logro no advierto ni conozco medios bastantes, pues en la multitud de correspondencias extranjeras que recibe este comercio es difícil distinguir que carta contiene o no impresos, y si hoy han podido detener algunos ejemplares, es porque como dejo dicho, se sabe quiénes son los subscriptores y fácilmente se conoce por de fuera las Cartas que contienen impresos pero estos mismos subscriptores es fácil que tomen todas las medidas conducentes a eludir este medio... » [48]
            A.H.N., Consejos, leg.
            11 286, exp. 51. Cf. Carta circular dirigida a los Directores
            Generales de Correos, San Lorenzo, 22 de noviembre de 1806 . [49] Ibid. [50]
            Ibid. [51] E. LARRIBA, Le Public de la presse en Espagne à la fin du XVIII siècle (1781-1808), op. cit., p. 315-319. [52]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 288, exp. 16. Francisco Antonio
            Filangieri a Pedro Ceballos, El Ferrol, 28 de enero de 1807. [53]
            Ibid., nota marginal. [54]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 288, exp. 16. Cf.
            el informe de Juan Facundo
            Caballero (Fiscal General de la Renta), Madrid, 26 de marzo
            de 1807 así como el informe de la «Junta de la Renta »
            del 7 de abril 1807 dirigido a Pedro Ceballos (firmantes :
            Manuel de Revilla, Lucas Palomeque, Agustín de Betancourt,
            Francisco Nogues et Juan Facundo Caballero). [55]
            El original de la carta
            dirigida a Luis Candano par M. Gosse el 25 de mayo de 1807 
            y en la cual afirma que varios administradores y empleados de
            Correos le piden la Gaceta de Bayona se conserva en A.H.N., Consejos,
            leg. 11 288, exp. 89. Fue transmitida por Candano a Juan Facundo
            Caballero el 26 de mayo de1807 (A.H.N., Consejos, leg. 11
            288, exp. 89). [56]
            El marqués de Castelfuerte se suscribió a otros tres periódicos :
            Diario curioso, erudito, económico y comercial (en 1786), Semanario
            erudito (en 1788) y La Espigadera (en 1790). [57]
            El conde Polentinos se suscribió a nada menos que seis periódicos
            : Memorial literario (una suscripción en 1784), Diario
            curioso, erudito, económico y comercial (2 suscripciones en
            1786), Espíritu de los mejores Diarios de Europa (una
            suscripción en 1788, prolongada en 1789), La Espigadera (en
            1790), Correo mercantil de España y sus Indias (en 1792) y Semanario
            de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (en 1807). [58]
            Juan Rocafull se suscribió en 1794 al Correo de Murcia. [59]
            Santiago Portero recibía en 1793 el Memorial literario. [60]
            Cf. E. LARRIBA, « Inquisidores
            lectores de prensa ilustrada », in Coloquio
            internacional. El mundo hispánico en el Siglo de las Luces -
            Salamanca 9-10-11 junio de 1994, Madrid, Editorial Complutense,
            1996, p. 817-829 et Le Public de la presse en Espagne à
            la fin du XVIII siècle (1781-1808), op. cit., p. 130-132
            y 247-304. [61] Cf. E. LARRIBA, Le Public de la presse en Espagne à la fin du XVIII siècle (1781-1808), op. cit., p. 97-116. [62]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 288, exp. 16. Figuran en la lista
            de suscriptores a la Gazeta de Bayona : en Madrid : el marqués
            de Castelfuerte, el conde de Polentinos y don Josef Navarro ;
            en Algesiras : don Cosme Burlini ; en Cádiz : don
            Gregorio de la Torres ; en la Isla de León : don Santiago
            Portero y don Francisco Antonio Mendoza ; en Málaga : don
            Francisco Herrera y Mr. Muller ; en San Roque : el marqués de
            Gel y don Francisco Montenegro ; en Lorca : Mr. Carlos
            Crouselles y don Juan Rocafull ; en Salamanca : el marqués
            de Escobar; en El Ferrol : don Josef Monge así como Sarracant y
            Comp.; en Mugardos : don Juan Ortol Miró y Compañía; en Oviedo :
            don Matías Menéndez y don Francisco Moredor y por fin en Vera :
            don Miguel Ramírez González. [63]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 288, exp. 16. Apostilla al final
            del informe dirigido por Juan Facundo Caballero a Pedro Ceballos,
            Madrid, 7 de junio de 1807. [64] El Consulado de Santander recibía el Correo mercantil de España y sus Indias en 11 ejemplares y el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos en 12, según las listas de suscriptores publicadas por sendos periódicos en 1792 y 1807. Cf. « Les Consulats marchands et junte de commerce », in E. LARRIBA, Le Public de la presse en Espagne à la fin du XVIII siècle (1781-1808), op. cit., p. 204-208. [65]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 288, exp. 16. Carta del Consulado
            de Comercio de Santander a Pedro Ceballos, Santander, 7 de agosto de
            1807.  [66]
            Ibid. [67]
            Cf. nuestro banco de datos elaborado a partir de las listas de
            suscriptores publicadas entre 1781 y 1808. [68]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 286, exp. 50. Presentación del
            periódico (Bayona, 7 de noviembre de 1806) que acompañaba la
            petición de licencia de impresión dirigida por Josef Xavier de
            Barbachano a Pedro Ceballos el 10 de noviembre, también desde
            Bayona.  [69]
            M. BARRIO GOZALO, « Sociedad, Iglesia y vida religiosa en la
            España del siglo XVIII. Notas para un estudio demográfico [sic],
            económico y socio-religioso », in Anthologica annua,
            Instituto Español de Historia Eclesiástica, n° 36 (1989),  p.
            320. [70]
            Cf. la introducción a la antología que hemos realizado con Gérard
            DUFOUR, op. cit., p. 18-25. Como lector, le hallamos entre
            los suscriptores del Memorial literario (en 1784) y de el Espíritu
            de los mejores Diarios de Europa (en 1788).  [71]
            A.H.N., Consejos, leg. 11 286, exp. 50. Informe de Juan
            Antonio Melón dirigido a Pedro Ceballos, Madrid, 14 de noviembre de
            1806 que, obviamente, acarreó el consabido “no ha lugar” el 20
            del mismo mes.  [72]
            A. GIL NOVALES, « Olavarrieta, Juan Antonio, José Joaquín de
            Clararrosa », in Diccionario biográfico del Trienio
            liberal, Madrid, Ediciones del Museo Universal, 1991, p. 480. [73]
            C. MORANGE, op. cit. El texto de las Cartas amistosas al
            Rey ocupa las páginas 345-400. [74] A.H.N., Consejos, leg. 5560, caja 1, exp. 45. Informe de Joseph Cornide al conde de Isla, sin fecha : Cf. E. LARRIBA, « La presse espagnole à la fin du XVIIIe siècle et la censure d’Etat : les projets de création de périodiques refusés par le Conseil de Castille de 1791 à 1808 », op. cit. 75
            Príncipe de la Paz, Memorias, Edición y estudio preliminar
            de D. Carlos Seco Serrano, B. A. E., tomo LXXXVIII, Madrid,
            Ediciones Atlas, 1965, p. 368. 
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