HISPANIA NOVA

Revista de Historia Contemporánea

Fundada por Ángel Martínez de Velasco Farinós

ISSN: 1138-7319    DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998

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NÚMERO 4 (2004)

ARTÍCULOS


AUTOR: Graciela RUBIO y Miguel ALVARADO

TÍTULO: LA ROMANTICA ESTULTICIA O EL BARROCO INTROYECTADO: Notas sobre la urgencia de los poetas héroes en José Victorino Lastarria

 

RESUMEN:

El siguiente texto pretende aproximarse al análisis de la identidad de América latina desde "La romántica", entendida como una construcción cultural del pensamiento latinoamericano que dialoga desde su condición barroca con las formas de saber ilustrado en un devenir histórico que cristaliza en una diversidad discursiva.

"La romántica" da cuenta de la diversidad textual y se presenta al análisis social, histórico y cultural en clave "alternativa" ante los procesos y episodios de acceso a la modernidad.

El discurso de José Victorino Lastarria caracteriza unos de esos episodios en que el combate discursivo por la memoria en la construcción del estado nación en Chile desde mediados del siglo XIX, se vuelve un recurso para la disputa por el poder y sus referencias sociales posibles.

PALABRAS CLAVE:

La romántica, Chile, América latina, José Victorino Lastarria


ABSTRACT

The following text tries to come near to the analysis of the identity of Latin America from "the romantic", understood like a cultural construction of the Latin American thoughtthat engages in a dialog from its condition "barroca" with the forms toknow informed in happening historical which it crystallizes in adiscursiva diversity.

"The romantic" gives account of the textual diversity and itappears to the social analysis, historical and cultural in "alternative" key before the processes andepisodes of access to modernity.

The speech of Jose Victorino Lastarria characterizes of those episodesin which the discursivo combat by the memory in the construction ofthe state nation in Chile from half-full of century XIX, it becomes a resource for the dispute by the possible power and itssocial references.

KEY WORDS:

La romántica, Chile, América latina, José Victorino Lastarria

 


 

INTRODUCCIÓN

En la historia de la urgencia por el sentido, una de las primeras ediciones en lengua española de la obra de Erasmo el "Elogio de la locura" (1506), es quizás la más desconcertante, al filo de lo impensable para el imperio español. Lo que inicialmente el impresor Frobenio publicara como Opera omnia Desidérii Erasmo, será el elogio a valores nuevos, contrarios incluso, a la reforma misma[1] . Este libro de Erasmo, debiera, no obstante, haber sido traducido como elogio de la estulticia. En él, Erasmo anunciaba el resquebrajamiento de las certidumbres medievales, y la emergencia de la cosmovisión renacentista, un cambio cultural como diríamos nosotros. Otro nuevo fuego que anunciaba otra conciencia de lo humano, el inicio de otra forma de utopía.

 

Desde la Civitas Dei de Agustín, pocas obras conmovieron tanto los pilares de occidente como esta obra estulta. En la lengua de Góngora y Quevedo la estulticia[2], no obstante, se encuentra más cercana de los razonamientos de Don Alonso Quijano, que de los desvaríos del demente moderno. La estulticia alabada por Erasmo, es interpretada desde la lengua del Siglo de Oro Español como una exquisita mezcla entre estupidez y locura, como sincretismo de las edades, como síntesis semántica, en la construcción de un rostro para la cultura occidental. Planteados de esta forma los desvelos de la utopía de Erasmo, tendrían en esa remota traducción dos sentidos, por una parte se erguirá semánticamente desde la idea de desquiciamiento como perdida del quicio, un salirse del rumbo establecido, y por otro lado se tratará de la estupidez como negación de una forma específica de inteligencia. La inteligencia de la razón instrumental, prefigurada en el proyecto del cogito cartesiano que ya se incubaba en Erasmo. En el contexto de nuestro país, a mediados del siglo XIX, una voz abrió una disonancia en el pensar. Lastarria el polimorfo, acorralado por una aristocracia que apenas lo tolera en la cátedra, en el foro y en la escritura, pero que no puede dejar de admirar esa inteligente insolencia, esa estulticia del solitario desesperado de la que da cuenta el profeta que anuncia sin saberlo las voces de la clase media en el siglo XX, y la crisis de la política de caballeros: En Lastarria aparece el reverso: el poeta héroe emergente.

 

Erasmo (no sin un dejo de ironía que revelaba la incapacidad de oponerse al signo de los tiempos), elogiaba la necedad que es el apresuramiento, lo contrario al silencio de las culturas tradicionales y la economía de las palabras en la circulación de sentido para Lévi-Strauss (1992). Justamente, fue contra esa estulticia que el barroco se erigió, contraviniendo las prácticas del cálculo y la inversión propias de la acumulación capitalista según las premisas webereanas (1978). Paradójicamente la dilapidación ejercida por el proceso colonizador hispano en América, ajeno a los fines de la acumulación [3] (Marx, 1971,1972) favoreció a otras economías europeas. Lastarria por su parte procuró abrir la forma discursiva del Estado Nacional representando a través de lo publico a quienes no eran parte del peonaje ni de la polis oligárquica[4] esa case media en asenso que pugnaba por emerger. Nuestro Lastarria no economizó palabras, pero tampoco las dilapidó. Se armó con ellas y con voz estridente , se enfrentó a todas las formas de poder haciendo uso de todos los recursos lógicos y estéticos de los que disponía, el poeta héroe acorralado y digno, anunciando nuevos tiempos para Chile y para toda Latinoamérica.

 

En el contexto del elogio de la estulticia en lengua española, se gestaba también la ideología de la contra reforma y su estética. El barroco (cuyo gran enemigo ideológico fue Lastarria), el desborde de la forma, la negación de los albores del cogito, una manera estética de construir la utopía, donde la forma ocupaba el lugar de los desvelos de la razón, donde la alegoría del poder imperial legitimada por la ostentación se erguía como faro. Frente a la incertidumbre naciente fruto de una modernidad europea incierta, se erigía sólido el Cristo sufriente, la Madona dolorosa, la sangre de las llagas y las puntas de las espinas macabras e irrebatibles, más poderosas que todos los argumentos del tomismo, no en el derecho indiano definido desde Vitoria, sino en la práctica de la evangelización, proceso enculturador por excelencia en la colonización de Latinoamérica. Una estética del dolor regulada por la razón y el poder desde la inquisición, pura ritualidad transmitida por la estética barroca, el lado oscuro de la belleza añorada y hecha destino histórico. El sacrificio por última vez no introyectado[5] (Lacan, 1987,1990), evidente, auténtico y macabro (Bataille, 1977).

 

Pensar el cambio cultural en Latinoamérica, requiere de la construcción de una perspectiva. La tan mentada soledad[6] propuesta por Octavio Paz y García Márquez resultante de la ausencia de un sentido convencional, puede ser uno de esos puntos de inicio, no obstante es el más peligroso de todos, justamente por que en él y desde él se produce la disociación entre las ciencias humanas y la literatura. Este ejercicio de desarraigo sin destino, ha procurado exorcizar los órdenes y el poder del que somos víctimas, como si la metáfora soledad fuese portadora del barroquismo necesario para exorcizar el acto inquisitorio desde el que ha sido definido el discurso del poder desde hace más de cuatro siglos. A la soledad natural, la suponemos como si fuese equivalente en el plano de la metáfora a aquello que la sociología latinoamericana ha denominado la ocupación de nuestros países por parte de sus propios ejércitos[7], algo evidente, que no se discute, sino que se oculta en el uso indiscriminado de las palabras. Lastarria vivió esa soledad y contra ella arremetió su discurso, discurso que sin saberlo iba proyectado hacia un futuro, tiempo nuevo, que habitó más en sus palabras que en la cronología.

 

Por su parte la palabra Alteridad, contraparte binaria del concepto de Soledad, en su origen francés y romántico, atraganta, provoca asfixia, como si la conciencia del "otro" fuera una condición suficiente para el logro de la comunicación intercultural. El barroco constituye un intento inacabado pero persistente de lograr una comunidad latinoamericana que desde el siglo XIX inicia un tránsito dialogante con el proyecto del Estado-nación, de cuya romántica estulticia resultarán finalmente los proyectos modernizadores republicanos.

 

Octavio Paz afirmó que cuando el niño lanza el trompo, cae exactamente en el centro del mundo[8]. En Latinoamérica la conciencia de pertenencia, de asentamiento, es también conciencia de soledad. La tensión entre barroco y romanticismo decimonónico muta a través del discurso como lo posmoderno opuesto a lo moderno. Es una historia siempre en presente, que se redefine desde su identidad propia.

 

La fuerza perenne de la construcción de sentido extiende sus brazos, y ese intento de dar con el otro nunca se convierte en el gesto fructífero del abrazo. La estrategia de la provocación se manifiesta en la historia Chilena en las personas de Lastarria, Arcos, y Bilbao, "los estetas insolentes", ella tiene su continuidad en Recabaren y Alberto Hurtado. Pero el abrazo no se completa, y Neruda, De Rhoka y Huidobro. constituyen la consumación del poeta héroe.Todos llenos de alteridad histórica y de la intensidad romántica, buscadores de sentido pero incapaces de contraponer su perspectiva ante la última arremetida capitalista en nuestro medio[9].

 

De las exclusiones discursivas y de los laberintos históricos difícilmente emergen proyectos, la frustración asecha, y la palabra alteridad posada en escena por el surrealismo pasando por el existencialismo marxista, hasta llegar a las teorías postcoloniales, no nos libera aún del abandono. La radicalidad de la romántica, que en el caso europeo es amortiguada por la supremacía de la racionalidad técnica y el acceso masivo al consumo, en Latinoamérica es mediatizada por un barroquismo esencial, barroquismo todo belleza todo luz, el que une la poesía de Darío con la de su maestro Verlaine[10], llena de una luz que nunca deja de ser tenue, una luz que no permite acceder a las esplendidas ciudades[11], luz frágil como la luz del candelabro de la casa señorial, que no deja ver el polvo en los intersticios. Una luz terrible cuya utilidad fundamental es conectar sombras.

La mirada poética, pero como acercamiento a la plenitud posible (Hinkelammert, 1990) inicia sus búsquedas desde mediados del siglo XIX en medio de la constitución del Estado Nación, dialogando, conflictuando los significados por inventar, redefiniendo críticamente las bases históricas de la tradición así como sus aproximaciones valoradas. El diálogo poético con la modernidad permitirá que el poeta héroe ocupe las plazas públicas y el discurso académico en la búsqueda de sentido existencial y social. Neruda[12] parafraseando a Zola afirmó que la poesía en un foro de lo público no podría diferenciarse de la predica del evangélico, ésta no puede ser otra cosa que agitación, un reflector atormentando el rostro del pecador, como decía De Rokha un fuego negro[13] que como el caso del que quema su hogar para demostrar que dilapida, así obtiene el prestigio del potchlach[14], pero impide la acumulación capitalista.

 

En los procesos históricos de constitución de nuestra identidad, diversas expresiones reflexivas emanadas desde la literatura han dado cuenta de un cruce imperfecto, una relectura herética de los supuestos canónicos en los que se ha sustentado la modernidad. En particular ¿Debe ser entendido el barroco de Carpentier como una herejía del surrealismo o como una construcción propiamente latinoamericana en torno a Latinoamérica?

 

En la búsqueda occidental, de un lenguaje original, el surrealismo no nace solamente como un mera teorización estilística, sino que sería una forma de asumir la existencia desde una concepción psicoanalítica que reconoce que la condición humana está regida por fuerzas superiores emanadas desde el inconsciente del sujeto, imposibles de controlar. Ya antes Nietzsche (Bataille, 1979) había pregonado la inutilidad de la búsqueda del sentido en pos de un remitirse a los aspectos más esenciales del ser, sentando las bases del surrealismo en su búsqueda de realidades que van más allá del arte pero que el arte puede retratar. Así lo fundamental no es el arte sino vida misma.

 

El barroquismo de Carpentier y luego el realismo mágico todo, definen la escritura de una forma original. En ella el lenguaje se conecta con el arte. Es allí donde el surrealismo se vincula con el realismo mágico y donde el concepto de barroco asumido como una categoría lingüística adquiere en sí mismo, vida. El idioma de Carpentier se levanta como una catedral en la selva; se asienta o vuela; se ilumina o se ensombrece; se enjoya hasta cegarnos; se retuerce o se estiliza; resuena en infinitas cadencias; estalla en colores, o se afirma en patina de pintura antigua. Es, al fin, instrumento mágico que vincula la escritura y la vida. El concepto de barroco definido desde su actualización semántica se constituye como un puente entre la experiencia vital, las racionalizaciones del mundo y la estética de la escritura.

 

Desde la sociología, el chileno Pedro Morandé nos afirma que la identidad cultural latinoamericana como fenómeno social y estético se ha constituido históricamente desde el barroco. Según Morandé, la primera fuente de la tradición popular latinoamericana se origina en la matriz precolombina. Ésta posee como cultura "arcaica", un centro que el autor define como "Dramático-Sacrificial" y un carácter "cosmocéntrico", expresado en la esfera de lo ritual.

 

El drama y el sacrificio serían aspectos sustanciales en el curso histórico de nuestras culturas. Los procesos históricos y la vivencia de la cotidianeidad están marcados por cuotas de dolor en el sentido social del término, los que configurarían una sucesión interminable de quiebres y rupturas en un devenir histórico propio, generando un tipo de "comprensión de la historia" que se mueve más bien en el ámbito de la escatología que de la cronología. El tiempo escatológico propio de lo cosmocéntrico nos refiere a una historicidad atemporal, al tiempo de los dioses, imposible de ser medido dentro de los parámetros de la temporalidad moderna. Sin embargo, la historia de este tiempo puede ser contada, desde el rito, el lugar donde subyace este relato. Este último, al ser una reactualización del mito escatológico, revive y por lo tanto, "recuenta la historia" en una sucesión cíclica infinita.

 

Carpentier y Morandé nos aportan algunas pistas para responder a la pregunta ya planteada por el itinerario del barroco, nos muestran de manera prototípica cómo este concepto inunda la escritura, desde la literatura hasta las formas escritúrales más recónditas.

 

Las mismas sorpresas vividas por Carpentier o Morandé, son las sorpresas del etnólogo. Lo que la literatura antropológica clásica describe como la "alteridad radical" -la "absoluta diferencia respecto de lo occidental"-, la literatura surrealista lo define como la escritura de lo "inconsciente". Ambas perspectivas, en la mirada del etnógrafo latinoamericano, pueden fusionarse en una totalidad que involucra la propia biografía y la vivencia de la experiencia colectiva. El paso de Lastarria al observador y reflexivo social chileno, nos parece así cauce esperable, lucido, como un itinerario predecible una vez que, al menos parcialmente ya se ha cumplido,

 

Respondamos a la pregunta por el barroquismo de la escritura de los antropólogos poetas con otra pregunta ¿Por qué la dialéctica texto-contexto histórico cultural, que determinó el surgimiento del "realismo mágico", no podría determinar un tipo de escritura antes y después del Boom, sobre todo si ésta se abre a una visión que entiende la identidad latinoamericana como barroca y que asume sin tapujos la posibilidad de la influencia de la poética a nivel del argumento y de la transtextualidad?

 

Ya podemos anunciar nuestro argumento: pensamos que en el enfrentamiento del barroco con el romanticismo, se define una racionalidad para América Latina.

 

 

SUBJETIVIDAD, HISTORIA, NECESIDADES Y DISPUTAS POR LA TOTALIDAD

El análisis social se ha empapando vertiginosamente de un lenguaje que apela a la identidad como un eje valido para explicar y dar sentido a nuestro acontecer. El análisis socio histórico se ha nutrido de la cultura, asumida desde la diversidad y desde el carácter polisémico que el concepto denota. Ha sido traspasado por sus miradas, juicios e interpretaciones, sintiéndose interpelado a reconsiderar y por que no, a instigar a una re-vuelta critica[15] respecto de la solidez de los pilares epistemológicos que le confirieron a su que hacer, representatividad, credibilidad social, poder político y un placer auto contemplativo no menos influyente en la propia connotación de la investigación.

 

Los procesos de construcción de la identidad latinoamericana han tenido como telón de fondo la modernidad, éstos se han constituido a través de un tránsito dialogante entre las bases conceptuales de la romántica y la ilustración. En el contexto de la formación de los Estados Nación a lo largo del siglo XIX, las propias elites en la necesidad de articular el poder desde la cultura han apelado a la estética romántica como un eje de análisis crítico de la identidad social capaz de constituirse en un referente meta social secularizado, otorgador de sentido a los proyectos colectivos desarrollados a lo largo del siglo XX. En este devenir constitutivo la identidad de Latinoamérica ha evidenciado además un conflicto no resuelto con el Proyecto Ecuménico del Barroco.

 

En la perspectiva en que se inscribe este ensayo reconocemos la dialéctica fundamental existente entre hecho histórico y discurso, siendo este último no sólo el lugar donde el hecho histórico se expresa sino parte activa del devenir. El cruce entre barroco y romanticismo mediado por las diversas formas de ilustración latinoamericana (laica y católica) es en si mismo un proceso discursivo co participe de la transformación vivida desde "la polis barroca" asentada en el latifundio y heredera simbólica de la estética colonial, hacia el "Estado nación romántico" del siglo XIX y XX.

 

La conciencia de una imposibilidad comprensiva de los fenómenos sociales vista desde a una re vuelta crítica ha desnudado el yo romántico presente en la propia labor investigativa. En la búsqueda de relaciones comprensivas de la realidad, el yo del investigador se proyecta como un ejercicio reflexivo en su capacidad de pensar al "otro", de traer voluntariamente los rasgos que lo definen en su diversidad, en la conciencia del que pretende comprenderlo en su universalidad. Las ciencias sociales han debido rendirse a la evidencia de la diversidad y han debido buscar, crear y recrear conceptos y métodos que permitan hacer realidad "el sueño (perenne) de la comunicación".

 

La romántica entendida como una perspectiva y un tipo ideal en el sentido webereano, permite comprender la subjetividad que subyace en los procesos históricos a partir de un "enlace poético" con la realidad. Abre un cuestionamiento respecto de la verdad y su capacidad de inclusión y si se quiere, valoración del otro, así como de los caminos propicios para llegar a ese encuentro siempre anhelado por la investigación.

 

La revuelta crítica en los análisis de nuestra sociedad nos remite a los hechos y discursos de su constitución identitaria, así como a los problemas y métodos validados para su explicación. Nos orienta un camino crítico en la búsqueda de sentido, asumiendo la conciencia de la intensidad del devenir histórico, el que con sus gestos remece aún más la serena conciencia del sujeto moderno.

 

La romántica valida la mirada estética como un elemento estructurante de los discursos que remiten a la identidad subyacente en los fenómenos sociales. La narración y la diversidad de relatos nos introducen en mundos que construyen diversidad de sentidos. En este contexto, la estética puede constituir un medio válido para democratizar los ámbitos de análisis y comprensión de lo social. La tensión dialéctica entre lo canónico y lo posible presente en el relato se resuelve circunstancialmente a través "del método ficcional" que permite transitar a través de los "bordes" del pensamiento y de sus contradicciones en la búsqueda de construcción de verdades emanadas desde las vitalidades ínter subjetivas. La aproximación a la capacidad estructurante de los discursos desde la narrativa revierte la lógica investigativa y dirige el análisis hacia verdades construidas, alejándose de las verdades descubiertas.

 

A riesgo de asumir una actitud paradojal requerimos legitimar la subjetividad para construir discursos más representativos capaces de incorporar lo universal y lo particular de lo humano en su devenir social. Este planteamiento inevitablemente abre desafíos investigativos. Desde una perspectiva histórica y antropológica se requiere "releer", "revisar críticamente" los textos meseta (Deleuze, 1988) que han logrado testimoniar su tensión dialéctica entre retórica y poética/ideología y metáfora.

 

En el transcurso del siglo XIX, ante la necesidad de constituir el Estado nación las elites latinoamericanas requirieron del "recurso de la cultura" para consolidar un orden social y político en formación. Este proceso político cultural no estuvo exento de conflicto interpretativo y representativo. La romántica y la búsqueda de sentido histórico y social desde lo propiamente subjetivo, se valida a través de los discursos y acciones de los poetas héroes, sujetos históricos traspasados de la temporalidad, el poder y su visión de los"hechos", quienes procuran resolver la tensión dialéctica de la cual se han vuelto conscientemente cautivos por la consumación de sus palabras. Esta perspectiva nos remite a la historia de la cultura que incorpora el análisis del yo presente en la textualidad, la alternancia de sus diversos modos de expresión (estético, científico, ritual, etc.) y la relación dialéctica que esa construcción establece con el contexto histórico.

 

Más que buscar contenidos precisos en los discursos, la investigación procura develar la necesidad del texto de construir "la plenitud posible" del yo y el otro. Es decir evidenciar el deseo de construir un sentido desde un modelo que configura un horizonte histórico, que al mismo tiempo es una construcción utópica y realidad posible de ser edificada sobre la base de las relaciones sociales, así como del sistema de valores

 

La constatación reflexiva y vital de la tensión constante entre ideología /metáfora nos abre una relectura de las narraciones construidas en distintos contextos de la acción socio-histórica. No solo se deben considerar los textos estrictamente poéticos, sino fuentes oficiales, discursos políticos, y testimonios de vida, estos últimos versiones subjetivas y totalizantes que tienen la finalidad de mantener lo pasado y posible "aceptablemente" unidos. Cada texto es considerado el resultado de la relación dialéctica entre estructura y valor representado por el sujeto y la sociedad. La narración así entendida alude desde la representación, al poder que transita estructurándose entre continuidades y discontinuidades históricas. Pretensiones relacionadas con el poder pueden transitar desde la íntersubjetividad hacia el ámbito de lo público abriendo nuevas dimensiones interpretativas de lo político y lo social.

 

La consideración de los factores subjetivos como partícipes de los cruces entre estéticas y racionalidades debe ser comprendida en sus escenarios. Estos cruces configurados en procesos históricos dan cuenta de formas discursivas y disputas de clases, siendo a la vez expresión de la dialéctica entre mito y poética, entre ideología y metáfora. Si la lucha política del siglo XIX, en la política de los caballeros, fue ante todo una disputa cultural, este escenario y alguno de sus matices nos parece particularmente demostrativo, especialmente por la presencia de un poeta héroe prototípico en este debate, el insalvable José Victorino Lastarria.

 

 

LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO NACIÓN: LASTARRIA UN POETA HÉROE ANTE LAS NARRATIVAS EN DISPUTA

 

En el transcurso del siglo XIX las elites gobernantes en su necesidad de organizar la estructura del estado republicano articularon progresivamente la propia cultura política con las propuestas liberales emergentes que el ideario republicano albergaba. Según Stuven (1997), los grupos gobernantes buscaron vincular positivamente la valoración del orden político con el poder institucional y social apelando de un modo permanente a la hegemonía ética que respaldaba esta relación…."el control estatal reposaba sobre un cierto orden social jerarquizado; definido por el mismo grupo dirigente y reconocido por todo el cuerpo de la sociedad[16].

 

En medio de las características del siglo marcadas por la transformación social y la creciente secularización del discurso, la opción por el orden con base social, política, ética y de tradición religiosa confirió al grupo oligárquico una seguridad relativa ante la exigencia de apertura progresiva hacia los cambios socioculturales en ciernes. No obstante, desde la propia contingencia histórica es que se debe articular un discurso contradictorio que une orden con evolución. Esta propuesta discursiva fue subvertida entre 1830 y 1850 en reiteradas ocasiones ante la evidencia de "conspiraciones"politicas, una de ellas terminaría con la vida de su líder más influyente, Portales en 1837. Dichas amenazas justificarían el ejercicio de una política autoritaria, aduciendo una desconfianza y falta de madurez para desarrollar la política liberal. Andrés Bello respondiendo ante las críticas al gobierno de Búlnes llamaría a no olvidar, que bajo el imperio de las instituciones populares es donde menos se pueden abstraer las costumbres y que las medidas abstractamente útiles, civilizadoras, progresivas adaptadas sin consideración a la circunstancia (el destacado es nuestro), podrían ser perniciosas y envolvernos en males y calamidades sin término.[17].

 

Otra estrategia para la consolidación de este orden fue la valoración de la tradición como un recurso para constitución del Estado Nación. En este contexto la elite desde el poder habría recurrido en palabras de Jocelyn Holt (1997) a "todo un instrumental simbólico" constituido por banderas, escudos, himnos, emblemas, la historia, hagiografía militar, etc. toda vez que la idea de nación se constituye en un mecanismo altamente persuasivo utilizado por la elite en el estado liberal republicano para ofrecer una semblanza de participación popular, si se quiere integración en una sociedad con un participación política restringida por lógicas de clase, confesionales, e ideológicas vinculadas a la estructura de una sociedad tradicional. En este contexto, " El nacionalismo ofrece una compensación subsidiaria, que reafirma el principio legitimador y, por tanto, cubre la incoherencia evidente de proclamar la soberanía popular junto con las limitaciones electorales censitarias que reducen fuertemente el universo de votantes calificados para participar en política"[18].

 

La necesidad de elaborar un discurso integrador como una estrategia de consolidación de la estructura social y política apeló en los estados europeos al vínculo existente entre las relaciones humanas con el pasado. Hobsbawm (2002) ha señalado que todas las tradiciones inventadas hasta donde les es posible, han usado la historia como legitimadora de la acción y fundamento de la cohesión de grupo. Desde el poder se apela hacia una representación colectiva que fortalezca el orden establecido. Es aquí donde queremos plantear una apertura del análisis para constatar como el proceso de construcción de la representación colectiva entendida como Nación abre un conflicto en el cual se enfrentan argumentos y textualidades que evidencian usos, apropiaciones y persistencias de estéticas confrontadas que denotan una aproximación particular al problema.

 

 

JOSÉ VICTORINO LASTARRIA: LA NARRACIÓN DE SU PRESENTE

 

Lastarria ha sido destacado como un intelectual múltiple, gestor de grupos de opinión como la generación del 42, y como artífice fundamental del partido liberal. Sin embargo, se han destacado más los productos concretos que los procesos y estrategias discursivas desarrolladas por el pensador. A nuestro entender, Lastarria no se agota en su designación de romántico o positivista, así como tampoco en el político liberal, es un iniciador de la romántica, no como hecho estético, sino como continuidad histórica, política y cultural. Consideramos que Lastarria, consciente del poder que confiere la cultura como campo reflexivo pretende, desde el propio universo oligárquico abrir los espacios públicos de discusión política y social. De sus propias palabras emerge una intención política y ética imposible de eludir. Sus escritos aclaratorios, sus defensas, sus críticas al poder asociado a la oligarquía, sus análisis históricos vehementes, calificados de "poco objetivos" por sus colegas liberales, están llenos de una intención, que es la de procurar sentido al sujeto en relación a la política, la historia, el poder y la sociedad. Así lo demuestra su participación en la creación de tres sociedades literarias, en 1842,1859 y1873, el apoyo a la creación de diarios, su participación como columnista, sus disputas con Bello en torno a la historia, su participación en el parlamento entre 1844 y 1878, así como, su acción en distintos órganos de gobierno. En la variedad de acciones que cruzan su participación en la literatura, la educación y la política es posible ver una línea argumental que es la de transformar el escenario de acción y representación social desde una plataforma cultural con una clara conciencia de sus implicaciones políticas.

 

El discurso sobre la cultura, y la estética constituyen un pre-texto para la transformación de la realidad. "…es preciso que la literatura no sea el patrimonio exclusivo de una clase privilegiada, que no se encierre en un círculo estrecho, porque entonces acabará por someterse a un gusto apocado a fuerza de sutilezas. Al contrario, debe hacer hablar a todos los sentimientos de la naturaleza human y reflejar todas las afecciones de la multitud, que en definitiva es el mejor juez, no de los procedimientos del arte, si de sus efectos."(Lastarria, 1842)

 

Raúl Silva Castro en su comentario a la obra Recuerdos literarios escrita por Lastarria en 1878, afirma que de su extensa labor cultural "en termino general, podría decirse, en su concepto, el escritor debía atender a la realidad social, pero no para reflejarla con imparcialidad como hicieron en sus propios días los escritores realistas de España y Francia, sino para transformarla. La literatura es prédica y debe proponerse como finalidad última la reforma social."[19]"Pero nuestra convicción era tan enérgica que en lugar de debilitarse con tanto desdén se fortificó, y comenzamos a poner en obra nuestro plan, aprovechando nuestra situación de profesor en el colegio del señor Romo para abrir en 1837 un curso de legislación y otro de literatura, a fin de difundir nuestras ideas, que desde entonces tomaron más firmeza y gran desarrollo con el estudio de Bentham, Constant, Montesquieu, Fritot y otros publicenses, cuyos preciosos libros representaban en nuestro estante los honorarios de nuestro trabajo y un capital para el porvenir.(Lastarria: 1878; 59) … "No solo era necesario dar a la instrucción política y a la literaria una dirección filosófica que sacara a la nueva juventud de aquella especie de marasmo moral en que los métodos de enseñanza y las exigencias políticas de la dictadura habían sumido a los jóvenes" (Lastarria: 1878; 78/79).

 

El presente asumido claramente por Lastarria, es el poder de una clase que controla todos los escenarios de expresión social y cultural. Luego de la dictadura de 1836 "nadie podía impunemente apartarse de la compostura de palabras y costumbres que daban el modelo los vástagos del oligarquíat;…En semejante sociedad, el espíritu no tenía expansión ni alimento. Estaba paralizado sin luz ni horizonte. Era un planta de mandrágora, que desarrollaba sus pálidas flores, de colores violáceos, bajo la espesa sombra de las preocupaciones" [20].

 

Bello es para Lastarria el espejo del poder constituido, con el debe sostener una disputa desde el propio poder, como telón de fondo está la constitución del Estado Nación. Así demostraba ,como los gobiernos habían: "protegido a varios de los que estudiaban con el señor Bello dándoles colocación en los ministerios para prepararlos e iniciarlos en los intereses de la clase gobernante...es indudable que el tipo de aquella juventud elegante había salido de las aulas del señor Bello..." (Lastarria, 1978:69)

 

El poder político circula por los espacios académicos procurando consolidar la dominación y Lastarria lo denuncia, pues la política del gobierno personal había apagado de tal manera el espíritu público que no le dejaba otra senda franca que la elegancia de las formas, que Bello cultivaba con un gusto personal[21].

 

La convicción de desnudar el poder constituido desde le discurso, le conduce a la investigación histórica en donde la disputa con Bello se expresa con mayor fuerza. No es casualidad, pues se está construyendo un discurso integrador de sentido de la totalidad social en la noción de Estado, se esta elaborando un sentido que guiara las conciencia y las memorias de individuos por generaciones.

 

 

HISTORIA: LA INTERVENCIÓN DESDE "UNA ROMÁNTICA DE LA MEMORIA"

 

La necesidad de la construcción de los pilares simbólicos e interpretativos del Estado Nación, legado trascendente de la oligarquía decimonónica (Jocelyn Holt, 1997), generó una discusión respecto de los contenidos e interpretaciones relacionadas con el pasado y de sus implicancias sociales y políticas. El tono de la discusión se expresó con un tinte personalista entre Lastarria y Bello. Nos interesa en este punto,"aprovechar" precisamente ese rasgo subjetivo de la discrepancia para abordar la perspectiva (tacita) representada por cada uno y despejar a partir de las implicancias del discurso, el campo de disputa presente.

 

En 1844, Lastarria presentó a solicitud de Bello la memoria histórica, Investigaciones sobre la influencia social de la conquista y del sistema colonial de los Españoles en Chile. La Universidad de Chile pretendía fomentar la investigación del pasado"apoyando los pormenores históricos en documentos auténticos y desenvolviendo su carácter y consecuencias con imparcialidad y verdad".[22].

 

Lastarria definió la dominación colonial como un periodo oscuro, el que había dejado influencias en nuestra sociedad (crítica del Proyecto Ecuménico del Barroco). Afirmó,"No os presento, pues, la narración de los hechos, sino que me apodero de ellos para trazar su influencia en la sociedad a la que pertenecen (…) no pertenezco a aquellos historiadores que se limitan narrar los acontecimientos (…) absteniéndose de apreciarlos"[23].

 

La historia debe ser vista desde una perspectiva, como "la ciencia de la humanidad"que permitía desarrollar una reflexión. Lastarria observaba la historia como una senda de progreso necesario para constituir un futuro mejor. El mundo moral social estaba regido por leyes que conducían a la realización humana en libertad. Considerando nuestra historia que es reciente, es una oportunidad clave para aplicar estas verdades (sic), por ello no se requiere en su estudio de la crítica que requiera separar lo falso de lo verdadero, sino calificar y ordenar los hechos conocidos por todos[24]. La historia requiere en su visión de juicios, de una intervención activa, de una calificación desde el propio sujeto que la analiza, en definitiva desde la memoria. Precisa más aún, que a él le interesaba…"descubrir las relaciones que ligan tales hechos para ver como conspiran todos ellos a la realización de un acontecimiento de nuestra historia, la conquista y el consiguiente establecimiento del poder en Chile"[25]. La historia entonces permite reflexionar acerca de poder y su proyección. Lastarria procura evidenciar la estructuración del poder y las razones que argumentan su existencia presente. En sus Recuerdos Literarios afirma que…"nuestra nación nació y vivió en un negro invierno de tres siglos, tuvo una borrasca primaveral que le hizo entrever el sol de su vida, cuyos primeros albores despertaron y abrieron su espíritu. Pero pronto se oscurecieron de nuevo sus días, y durante seis años el antiguo invierno volvió a dominar. La reacción del 1830 trajo el silencio del terror, los que habían intentado bosquejar la organización de una republica democrática y fundar el derecho publico del país para que se gobernara por sí mismo, habían sido vencido, aniquilados, excluidos de la asociación política; y en su lugar se había creado una oligarquía gobernante, sumisa a las voluntades de la dictadura, sin acción ni iniciativa y sin mas poder que el de aplaudir y aprobar. La independencia de juicio (…) la aspiración a la vida pública tuvieron que someterse a una moral ficticia y a conveniencias políticas, que justificaban los más duros y arbitrarios castigos a los rebeldes[26]. Evidentemente Lastarria busca hechos históricos como causas explicativas del presente, un presente que desea transformar. He aquí su postura ética. Es importante plantear alguna reflexión al respecto, que tiene que ver con el análisis de los hechos históricos y sobre todo de aquellos relacionados con el poder, cabe preguntarse si el poder puede ser analizado, descrito, explicado sin tener y enunciar alguna perspectiva acerca de él. Lastarria desea transformar su presente por lo cual debe enjuiciar y rebelar aquello que se trata de ocultar del pasado, está obligado éticamente a hacerlo. Por su parte Bello, siempre con su juicio más ponderado alabando las cualidades de su discípulo no dejó de cuestionar su carácter tendencioso presente en el análisis diciendo que… "la pintura que nos da el señor Lastarria de los vicios y abusos de los españoles, está generalmente apoyada en documentos de irrefutable autenticidad. Pero en el cuadro se han derramado con profusión sombras: hay algo que se desdice de aquella imparcialidad que la ley recomienda, y que no es compatible con el tono enérgico de reprobación."[27]. Bello criticaba los juicios totalizantes emitidos por Lastarria. Por lo demás, la oligarquía necesitaba argumentar la lógica de continuidad cultural que permitía integrar la ruptura con España en una lógica evolucionista que se cerraba en el presente caracterizado por el orden y el consenso que Lastarria se encarga de desarticular. Bello agregaría en otra ocasión, que… "el prurito de filosofar es una cosa que va perjudicando mucho a la severidad de la historia, porque en ciertas materias el que dice filosofía dice sistema; y el que profesa un sistema lo ve todo a través de un vidrio pintado, que da un falso tinte a los objetos "[28]. Consideraba que se debía apoyar el hecho que en la historia moderna (…) se ha separado completamente de la poesía todo lo que concierne a los hechos. Por otro lado en Bello no se trataba de no emitir juicios en el análisis, sino que éstos debían ser ponderados como lo afirmó al comentar la memoria El primer gobierno nacional de Manuel Tocornal en 1847.

 

Sin desconocer la rigurosidad de Bello en sus análisis se puede decir que busca presentar los hechos y personajes entendiendo el relato como un transcurrir que se cierra en el presente. Por lo cual, los hechos sucedidos "explican" el presente a riesgo de justificarlo no existe conflicto pues hay una argumentación objetiva en el encadenamiento sucesivo de los hechos conocidos y avalados por las fuentes.

 

En 1847 Lastarria presentó a la Facultad de Filosofía y Humanidades El Bosquejo histórico de la constitución del gobierno de Chile. La obra fue bien calificada por la comisión, deudora de Bello no obstante reafirmo que se debían privilegiar ante todo trabajos destinados a poner en claro los hechos, la teoría que ilustra esos hechos vendrá en seguida andando con paso firme sobre un terreno seguro. La postura de Lastarria fue defendida por Jacinto Chacón, profesor del Instituto Nacional quien abogaba por fijar antes los principios y las teorías y después sus consecuencias o los hechos. Afirmó en el prólogo de el Bosquejo histórico de la constitución del primer gobierno de Chile durante el primer periodo de la revolución, desde 1810 hasta 1814, que la doctrina de Lastarria era "hija de un pensamiento filosófico que penetra en el fondo de las cosas, de una ciencia sólida que posee la teoría de las clasificaciones y distinciones, de una inteligencia aguda y fuerte que encuentra el verdadero método que nos dirige al descubrimiento de la verdad" [29].

 

Bello, sostiene que primero se deben desenterrar del fondo de los archivos los materiales olvidados pues, de ellos es de donde se saca la historia política y hasta la novela histórica los pormenores que dan vida e interés a sus cuadros; así como en los trabajos del historiador político es donde el filósofo elabora sus inducciones[30].

 

Ante esta discusión Chacón finalmente afirmó su intención de protestar contra el exclusivismo intolerante sostenido por Bello frente a la libertad de escribir la historia (sic). Bello respondió en la prensa apelando a las tendencias recientes de Europa. Afirmó que si ellos podían hacer una filosofía de la historia era porque ya habían descubierto los hechos, encontrando documentos e infinidad de crónicas, la filosofía de Europa constituía un modelo para el cual aún no estábamos preparados. Recordemos nuevamente la relación entre orden y evolución presente en el discurso conservador. No obstante, Chacón respondió que no se debían seguir etapas, pues las sociedades debían beneficiarse de los progresos pues: Qué pensaría un sabio que dijera que no debemos aprovecharnos del sistema de ferrocarriles europeos porque es necesario (empezar) la carrera de los descubrimientos desde el simple camino carretero hasta el ferrocarril. Entonces no usufructuar de las ventajas que otorgan los ferrocarriles es tan inadecuado como no aprovechar las posibilidades que ofrece la filosofía de la historia Europea[31].

 

Bello consideraba que la libertad y el orden permitirían conducir a la sociedad al progreso. Se debía realizar una apertura hacia las ideas novedosas provenientes desde Europa pero en ningún caso podrían sustituir el análisis de nuestra sociedad. Bello y Lastarria defienden su presente, ambos recurren al pasado para abordar el presente; el primero requiere evidenciar una continuidad optimista, fortalecer la imagen de un pueblo que logró su libertad, fundir a los individuos en el concepto de país, es Chile quien logró su libertad. Lastarria necesita transformar su presente por lo cual busca argumentar los signos decadentes que se proyectan como opresión y continuidad de la dominación. Visto en perspectiva, difícilmente podría haberse construido una historia nacional caracterizada por la división social y política.

 

No obstante Dager (2003) cita el libro de Germán Colmenares (1997) Las convenciones contra la cultura: ensayos sobre historiografía hispanoamericana del siglo XIX. Quien plantea que el progresismo de Lastarria exhibiría un "profundo antihistoricismo". Al escoger la noción de Herder de marcha ascendente de la humanidad, destacó las leyes que rigen ese progreso moral, subvalorando la idea del mismo autor referido al "genio del pueblo". Esta postura lo habría acercado más al ideal universal ilustrado, criticado por el pensamiento europeo que por esos tiempos abogaba por la línea historicista que buscaba la continuidad de un relato desde una perspectiva identitaria propia para fundamentar la integración social en torno a la idea de Nación (romántica y europeizante). Debemos detenernos en este punto. Qué indica que el progresismo de Lastarria "requiera" de una argumentación antihistoricista, (ilustrada) y si se quiere en retirada en el pensamiento europeo a mediados del siglo XIX y que Bello, de una postura más conservadora, adhiera con un fondo de liberalismo más pragmático a un historicismo (progresista-romántico) para evitar la "rupturas" de las continuidades del relato sobre la Nación. A nuestro entender esto se explica desde el propio presente y desde el deseo implícito en la elaboración del discurso. Lastarria requiere transformar la sociedad, requiere de posiciones absolutas, así como lo necesitaron los ilustrados, pero al mismo tiempo desea incorporar las ideas novedosas que suponen la participación y en su lenguaje, la democracia. Además no podía estar de acuerdo con su maestro al que admiraba, pero del cual procuraba separarse ideológicamente (ver Recuerdos literarios). De adherir al historicismo imperante legitimaría la no transformación y el continuismo social y político. Por ello, hay un elemento irracional en la argumentación necesario para sostener un discurso transformador. Agregamos además el tono personalista en el uso del lenguaje, su falta de ponderación, lo que le distancia de un modo aparente más aún, de los estilos que comenzaban a imperar en la disciplina histórica que poco a poco estaba fundiéndose con el positivismo. El discurso de Lastarria evidencia una contradicción no resuelta, una mirada estética subyacente, que no se ajusta a las lógicas de la modernidad propiamente imperantes que ordenan la acción hacia la constitución del Estado Nación como un referente social unitario. Sobre este punto Jocelyn Holt ha destacado el poder de esta concepción para "enmascarar los crecientes niveles de diferenciación social que se (irán) alcanzando en el país"[32] a fines del siglo XIX. Es interesante de todos modos constatar que la constitución de esta idea exigió un debate acerca de la representación histórica y la argumentación si se quiere técnica (científica) a utilizar para dar el significado al concepto, no así respecto del concepto mismo. En este caso, las herramientas que otorgaban rango de verdad a lo narrado (archivos, hechos) y a la perspectiva (ponderación y sentido de evolución) configuran los espacios de la discusión, que ya sabemos son políticas.

 

Hemos podido apreciar como los argumentos se encuentran y desencuentran, entre los dialogantes y al interior del discurso de cada uno de ellos. Hemos denominado subjetividad, a las propias "contradicciones discursivas" de un Lastarria: lo que Bajtin definió como polifonía de voces, o la posibilidad intertextual de incluso contradecirse, sin por ello dejar de mantener esa dialéctica inmersa con el contexto que da vida al texto. Son diversas las voces; por ello es preciso sacarlas de la bruma, desenmascararlas para realizar un primer intento de hermenéutica del texto, porque en esta obra "… la pluralidad de voces y conciencias independientes e inconfundibles, la auténtica polifonía de voces viene a ser la característica principal…" (Bajtin, 1993:16).

 

Esta pluralidad, a veces contradictoria, representa una estrategia narrativa fundamental, que distancia al texto del ámbito del género ensayístico y lo introduce propiamente en el ámbito de la predicación del poeta héroe; sin embargo, la polifonía de voces no es más que una herramienta para dar consistencia a los argumentos ideológicos planteados. El fuego de sus palabras busca a tientas el Dios perdido, reencontrado en la mitología secularizada.

 

 

 

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GRACIELA RUBIO (Licenciada en Historia y Magíster en Historia)

MIGUEL ALVARADO (Antropólogo, Magíster en Sociología y Doctor en Ciencias Humanas)

Facultad de Humanidades. Universidad de Playa Ancha. Chile



[1] No olvidemos la posterior disputa de Erasmo con Lutero.

[2] ¿Qué buscas, porfiado pensamiento,

  ministro sin piedad de mi locura,

  invisible martirio, sombra oscura,

  fatal persecución del sufrimiento?

           (Francisco de Quevedo, del soneto Solicitud de su pensamiento enamorado y ausente)

[3] El análisis de la mercancía, primero, después, del dinero y, finalmente, del capital y todo su proceso, revela a Marx un fenómeno particular que oculta la realidad de las cosas económicas, bajo un envoltorio que redunda en la justificación y explicación de la generación de la riqueza en el capitalismo como obra del capital y no del trabajo. Se trata de un quid por quo, de la construcción teórica de un fetiche que oculta en la mercancía, el trabajo y el capital, el hecho de que es el trabajo la única fuente de riqueza y valorización; que lo aparente lo vuelve real; que lo producido en las relaciones sociales lo convierte en natural; que mistifica la realidad y, mediante una especie de hechizo, por la fuerza de la palabra y del objeto, transforma la acumulación por la acumulación en virtud, y el capital, de ser mercancía, fruto del trabajo, se "vuelve" productor y propietario de lo producido por el trabajo.

[4] Categoría creada por el sociólogo chileno Pedro Morandé.

[5] Otra expresión de la ligazón afectiva con una imagen ocurre en el fenómeno de la identificación. En una de sus acepciones, la identificación tiene que ver con la investidura libidinal que se hace sobre un objeto, así como cuando decimos "me identifico con tal tipo de música". Otro sentido del término apunta a la sustitución de una ligazón mediante la introyección del objeto en el yo, algo similar a lo que pasa en el suicidio y la melancolía. La teología y filosofía del derecho de la escuela de Salamanca asistieron como un soporte lógico del proceso de Conquista de América, no obstante en el proceso enculturador la estética barroca habría determinado la comprensión de las relaciones intersubjetivas establecidas entre español e indígena.

[6] Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad (Gabriel García Márquez, 1982. Discurso de aceptación del premio Nobel). Octavio Paz, en Libertad bajo palabra: "Palabra, una palabra, / la última y la primera, / la que callamos siempre, / la que siempre decimos, / sacramento y ceniza".

[7] Los conceptos de Soledad y dictadura militar son parte de un sistema inconexo que semánticamente se corresponden con formulaciones teóricas de base pero que no forman parte de ninguna teoría interdisciplinaria. El rol que hoy cumplen los marines en Asia fue metódicamente ejecutado por los militares latinoamericanos como invasores de sus propios países, destruyendo la resistencia popular al saqueo de los recursos y la economía nacional, entregando las riquezas y el futuro de la producción y el trabajo (Almeida , 2003).

[8]  Cada vez que lo lanza

  cae, justo,

  en el centro del mundo.

           (Octavio Paz, Niño y trompo)

[9]  El concepto de poeta héroe surgió hace algún tiempo a partir de un diálogo con Raúl Zurita, valga este reconocimiento a la capacidad expresiva de su palabra para quienes intentamos pensar lo social más allá de los límites genéricos estrictos.

[10]  Padre y maestro mágico, liróforo celeste

  que al instrumento olímpico y a la siringa agreste

  diste tu acento encantador;

  ¡Panida! Pan tú mismo, con coros condujiste

  hacia el propileo sacro que amaba tu alma triste,

  ¡al son del sistro y del tambor!

  Que tu sepulcro cubra de flores Primavera,

  que se humedezca el áspero hocico de la fiera

  de amor si pasa por allí;

  que el fúnebre recinto visite Pan bicorne;

  que de sangrientas rosas el fresco abril te adorne

  y de claveles de rubí.

           (Rubén Dario, Responso a Verlaine)

[11] Al amanecer, armados de una ardiente paciencia entraremos en las espléndidas ciudades. Arthur Rimbaud

[12] Recordemos el "Yo acuso " a Gabriel González Videla

[13]  Comprendo y admiro a los líderes, pero soy el coordinador de la angustia del universo,

  el suicida que apostó su destino a la baraja

  de la expresionalidad y lo ganó perdiendo

  el derecho a perderlo,

  el hombre que rompe su época y arrasándola, le da

  categoría y régimen,

  pero queda hecho pedazos y a la expectativa

          (Pablo De Rokha, 1961)

[14]  El Potlach es un festín competitivo practicado por diversos grupos indígenas según la antropología sociocultural, un mecanismo para asegurar la producción y distribución de la riqueza, entre pueblos que todavía no han desarrollado plenamente una clase dirigente. Quien más dilapida posee más prestigio, por eso mismo impide la acumulación capitalista.

[15]  Paz, al analizar la constitución histórica del concepto de revolución realiza una relectura de su proyección en los acontecimientos sociales en América latina. Paz observa que en los fenómenos revolucionarios hay implícita una revuelta-premoderna que guía esta acción. Sobre el Tema Kosseleck R, ha comentado el uso sematico del concepto en un contexto de modernidad, precisando que en la antigüedad y en los inicios de los tiempos modernos el concepto de revolución tenía una interpretación en sentido cíclico, como una vuelta a los inicios. Ver Koselleck R. Futuro pasado, para una semántica de los tiempos históricos, Ed. Paidos, 1993 paginas 66a 85.En nuestro caso, nos apropiamos del concepto re-vuelta y agregamos crítica ante la necesidad de calificar el giro epistemológico e interpretativo que el devenir histórico exige de las ciencias sociales. Este giro inevitablemente exige una vuelta hacia nuestra historia en la búsqueda de claves interpretativas de nuestro presente que apelen a la búsqueda de sentido en discursos alternativos.

[16]  Stuven A. M. "Una Aproximación a la cultura política de la elite chilena: concepto y valoración del orden social /1830-1869", en Revista Centro de estudios públicos Ce, .nº 66,1997.

[17]  Bello "El Gobierno y la Sociedad", 1843 en Obras Completas citado por Stuven, op cit.

[18]  Jocelyn Holt El Peso de la Noche. Nuestra frágil fortaleza histórica. Ariel , 1997, p. 42 y 43. El autor agrega como referencia que el 1,2% de la población total del país podía votar en las elecciones parlamentarias de 1864 y sólo el 2,8 en las elecciones presidenciales de 1876 y en esta solo el 36,5% de los votantes calificados sufragaron.

[19]  Silva Castro, Prologo Recuerdos Literarios, p10

[20]  Recuerdos literarios p 37 y 38

[21]  En Recuerdos Literarios, Raúl Silva Castro comenta con claridad la relación entre maestro y discípulo establecida entre bello y Lastarria. Existe en el escritor una necesidad imperiosa de desligarse de su maestro por lo cual en sus escritos expresa una admiración a la vez que una critica constante que revela las diferencias en relación al poder social y al prestigio que representa Bello y sus "seguidores".

[22]  Ley orgánica del 19 de noviembre de 1842, Anales de la Universidad de chile (1843-1844) n1, 1846 citado como referencia por Dager J. en "Poner en Claro los Hechos es escribir la historia: la metodología de investigación del pasado según Andrés Bello", p. 9 en Pensamiento critico n3, 2003. El autor expone el tenor de la discusión entre Bello y Lastarria y destaca el interés de la Universidad y del estado por fomentar la investigación de pasado.

[23]  Lastarria, J.V "Investigaciones sobre la influencia social de la conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile", en Miscelánea Histórica y Literaria. Tomo I, Imprenta la Patria 1968 citado por Dager, p9 op cit.

[24] Dager afirma que Lastarria es deudor del pensamiento de Herder en su defensa de la existencia de leyes de progreso y liberación histórica en el orden moral, pero que sin embargo se separa de su propuesta al incluir designio providencialistas de orden religioso que anulen la libertad del individuo.

[25] Ídem n. 19 p15-16

[26] Lastarria, Recuerdos literarios p35

[27]  Bello, op. cit. p71

[28] Bello, Relación a la Historia Física y Política de Claudio Gay, en op. cit. Vol. VII p61

[29] Chacón Jacinto. Prologo a José Victorino Lastarria. Bosquejo histórico de la constitución del gobierno de Chile durante el primer periodo de la revolución, desde 1810 hasta 1814 p. 139-140 citado por Subercaseaux, Historia de las ideas y de la cultura en Chile, p. 51.

[30]  Bello, op. cit., vol. VII p. 99

[31]  Chacón en Feliu Cruz "Andrés Bello y la historiografía Chilena" p. 254 citado por Pager, op. cit., p16.

[32]  Jocelyn Holt op cit., p. 45. Agrega además que la elite también en transformación aceptando esta idea de integración social en el concepto de nación, buscaría su identidad de clase en el cosmopolitismo de fines del siglo XIX y comienzos del XX.

 

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