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       | HISPANIA NOVA Revista de Historia Contemporánea 
    Fundada por Ángel Martínez de Velasco Farinós
  	 
ISSN: 1138-7319    DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998  | 
RECENSIONES
 
      
| Esta sección, coordinada por Mariano ESTEBAN, está dedicada a reseñar brevemente en cada uno de sus números anuales algunas de las novedades bibliográficas más relevantes aparecidas durante el año en curso y el anterior. Aunque la selección de las obras corre a cargo del Consejo de Redacción de la revista, la sección se encuentra abierta a las sugerencias y aportaciones de los lectores. | 
 
      
 
     El
        Carnaval secuestrado es un compendio puesto al día de las vicisitudes que
        viene sufriendo una fiesta que “rompe el orden social, enfrenta las
        clases, libera los instintos y rompe las represiones”. Pero además de
        sintetizar los fastos de las carnestolendas (con un marcado énfasis en
        las de Cádiz), este estudio enfoca el Carnaval desde una perspectiva teórica.
        En su “Introducción”, el profesor Ramos Santana afirma: “Tengo
        para mí que la historia del Carnaval es la... de una lucha por la
        libertad... por la supervivencia”. Así, la meta de esta fascinante
        investigación es revelar cómo el “poder” ha intentado controlar
        una fiesta popular cuyas razones de ser son –paradójicamente– una
        “moral cristiana que reconoce los derechos de la carnalidad”
        previa a la represión cuaresmal y un protagonista inanimado: la calle.
        Es esta confrontación entre raptores señoriales, eclesiales y
        burgueses y la espontaneidad popular lo que el autor logra desenmascarar
        para sus lectores. El
        primer capítulo resulta ser un “Carnaval contado con sencillez” que
        resume los inicios y la evolución de las carnestolendas. Basándose en
        los juicios de otros estudiosos, Ramos Santana demuestra que la fiesta
        no es de origen pagano, sino religioso, ya que “sin la idea de la
        Cuaresma, no existiría el Carnaval”. Asimismo explica la terminología
        básica, el calendario y el simbolismo detrás de las figuras centrales
        carnavalescas. Es una lectura altamente recomendable para el no iniciado
        en la fiesta y que también ayudará al lector avezado en temas
        carnavalescos a comprender mejor lo que sigue. Otro
        aspecto loable de El Carnaval secuestrado es su organización y
        presentación cronológicas. A partir del capítulo dos, “La autoridad
        burlada”, Ramos Santana entra de lleno en su conato de trazar la
        historia de la represión del Carnaval. Sencillamente impresiona la
        cantidad de bibliografía empleada, información que se refuerza con
        otras fuentes de información (bandos, edictos, periódicos, carteles,
        letras de canciones, etc.), muchas de ellas reproducidas en las hojas
        del libro. Estos datos e imágenes se han manejado y se han compilado de
        manera que casi siempre informan deleitando. Por ejemplo, Ramos Santana
        señala que las “armas” de la Iglesia desplegadas durante los
        Carnavales del siglo XVII –la meditación y los rezos– no impedían
        los desmanes del clero. Comprueba esta flaqueza trayendo a colación el
        caso de un clérigo gaditano llamado Nicolás Aznar, quien en 1678
        “fue acusado de mantener relaciones adúlteras con... Antonia Gil
        Moreno... desde las Carnestolendas del año pasado que... disfrazado de
        máscara entró en su casa a bailar y danzar”. La suerte de las
        restricciones municipales corría pareja con las religiosas.
        Verbigracia, en 1767, no se permitía que los gaditanos entraran en los
        bailes “ni vestidos de Avitos [sic] Eclesiásticos... ni tampoco
        Hombres en trages de Mujeres, ni estas en el de Hombres... [y] si se
        encontrassen assi... se... llevarían a la Cárcel”. Al parecer, estas
        prohibiciones caían en saco roto, puesto que en los siglos XVII y XVIII
        el Carnaval se celebraba por toda España “con gran intensidad”. Los
        tres capítulos siguientes abarcan todo el siglo XIX y los primeros años
        del XX. Continúan esbozando las restricciones del Carnaval y las
        consecuencias de las mismas por toda la geografía carnavalesca. Hay que
        alabar los esfuerzos del autor por ensanchar los horizontes de su
        estudio. Por ejemplo, descubre que en 1840, durante el Carnaval en la
        ciudad inglesa de Derby,  “el
        partido de fútbol callejero que se celebraba por la población fue
        prohibido y erradicado a mediados de la década”. 
        La prensa del XIX denostaba contra los supuestos desmadres del
        Carnaval y, según un artículo en un periódico gaditano: “Las
        mujeres estaban en sublevación: el diablo andaba suelto”. Aún peor,
        en aquella época surgieron otros dos fenómenos que acabarían
        disminuyendo la espontaneidad popular, a saber: la comercialización (el
        generar el turismo) y la municipalización. Esta se efectuaba mediante
        comisiones dotadas de presupuestos, “campañas de adecentamiento” y
        un mayor control de las comparsas. Empero, estas “campañas de
        refinamiento” sólo servían para echar leña al jolgorio popular
        porque se convertían en los blancos de las letras de las canciones satíricas
        compuestas por hombres que llegarían a ser figuras legendarias en Cádiz.
        Además de una pintoresca síntesis de las costumbres carnavalescas de
        la época, un valor añadido de estos capítulos es su evocación de la
        vida urbana española a lo largo de tres siglos. El
        penúltimo capítulo, “El Carnaval disfrazado,” versa sobre la
        fuerte represión del Carnaval durante la Guerra Civil y el franquismo.
        Durante dicha contienda, los generales sublevados resolvieron
        “suspender en absoluto las fiestas de carnaval” y durante la
        posguerra incluso se suprimió el nombre carnaval a favor de otros más
        aguados, como “Fiestas Típicas Gaditanas.” Con el paso del tiempo y
        el afianzamiento del régimen dictatorial, las restricciones se iban
        suavizando, pero siempre de acuerdo con el estamento social de los
        participantes. Por ejemplo, en los años cincuenta y sesenta la gente
        podía llevar disfraces en las calles, “aunque sin máscaras ni
        antifaces que sí se permitían en las fiestas privadas”. Ramos
        Santana comprueba de forma fehaciente que aquellas prohibiciones
        desembocaron en la pérdida y consecuente desaparición de las
        manifestaciones peculiares del carnaval en los pueblos y ciudades españolas
        durante la dictadura. El
        último capítulo, “¿El Carnaval recuperado? El síndrome de
        Estocolmo”, es a la vez el más interesante e inquietante del libro,
        ya que relata cómo, tras el fallecimiento de Franco, el Carnaval
        comenzaba a resucitarse al mismo tiempo que se homogeneizaba. Ramos
        Santana no sólo detalla este fenómeno sino que se ceba en los
        problemas y modificaciones que se han producido en las últimas dos décadas
        en el Carnaval. Censura sobre todo la “cultura de subvenciones”
        cuyos fondos pretenden “hacer mejor las cosas [y] darle más
        vistosidad y nivel” al Carnaval. Pero según el autor, han acabado por
        condicionar las actividades carnavalescas: “los desfiles y cabalgatas
        cada vez más sofisticados... las ceremonias de entronización de
        reinas... convertidas en auténticos pases de modelos”. También
        critica el “efecto Cádiz”, la influencia y copia del Carnaval de Cádiz
        debido a su modelo organizativo y la difusión de sus espectáculos por
        los medios de comunicación. Aunque Cádiz se ha transformado en el
        modelo a seguir en cuestiones carnavalescas, Ramos Santana cita los
        escritos de otros muchos estudiosos de la fiesta quienes, como él,
        lamentan el vacío creado por el franquismo y una, al parecer, imparable
        comercialización del Carnaval. Es una nota triste que pone fin a un
        libro magníficamente redactado y editado.
        
      
         
    
           
       Alberto Ramos Santana. El Carnaval
          secuestrado o historia del Carnaval, Cádiz, Quórum, 2003, 287
          pp. Por Guy H. WOOD (Oregon State Univeresity
          
          
          Alberto Ramos Santana. El Carnaval
          secuestrado o historia del Carnaval, Cádiz, Quórum, 2003, 287
          pp. Por Guy H. WOOD (Oregon State Univeresity
          
