HISPANIA NOVA Revista de Historia Contemporánea Fundada por Ángel Martínez de Velasco
Farinós
ISSN:
1138-7319 DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998
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NÚMERO 5
(2005)
AUTOR: Silvina JENSEN TÍTULO: IDENTIDAD, DERROTERO Y DEBATES DEL EXILIO PERONISTA EN CATALUÑA (1976-1983)
RESUMEN: Argentina tiene una larga historia de destierros. Sin embargo, la mayor oleada de exiliados políticos corresponde a la última dictadura militar. Este artículo ofrece un recorrido por la historia de una porción significativa de este exilio, en concreto el del heterogéneo conglomerado de los militantes peronistas que se instalaron en Cataluña a partir de 1976 y hasta 1983. Intenta, al mismo tiempo, rescatar su identidad en coyunturas claves de la lucha antidictatorial y reconstruir los principales debates ideológicos que enfrentó la comunidad instalada en Barcelona, empeñada en aclarar la peculiaridad del peronismo a la sociedad catalana, revisar su pasada actuación política, su relación con la democracia y su tentación por la violencia y proyectar un remozado peronismo para el nuevo tiempo que se abriría tras el retorno de la normalidad institucional y el final del destierro. |
PALABRAS CLAVE: |
Dictadura militar argentina, exilio peronista, debates políticos
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ABSTRACT
Argentina shows a long history of exiles. However, the largest wave of political exiles corresponds to the last military dictatorship. This paper offers a journey through the history of a significant portion of this exile, i.e. the heterogeneous conglomerate of Peronist activists who settled in Catalonia from 1976 up to 1983. It is also an attempt to rescue its identity in key situations in the anti-dictatorship struggle and to reconstruct the major ideological debates that such community settled in Barcelona had to face. Such exiles were eager to explain the peculiarities of Peronism to the Catalan society, to review its past political performance, its relationship with democracy and its temptation for violence and, at the same time, they projected a renewed Peronism for the time to come that would come up after the return of institutions to their normal life and, thus, would mean the end of exile. |
KEY WORDS: Argentine military dictatorship, Peronist exile, Political debates. |
Identidad, derrotero y debates del exilio peronista en Cataluña (1976-1983) Silvina Jensen[*] Argentina tiene una larga historia de destierros. Sin embargo, la mayor oleada de exiliados políticos corresponde a la última dictadura militar (1976-1983). España y en particular Cataluña fueron destinos privilegiados de esta heterogénea diáspora conformada tanto por militantes de las organizaciones armadas como de agrupaciones políticas y sindicales que habían rechazado la vía militar y por cientos de ciudadanos que sin estar encuadrados políticamente, desde su práctica profesional, laboral, barrial o religiosa encarnaban diferentes cuestionamientos a la falta de libertades, a la concentración capitalista y las desigualdades sociales y económicas, al largo falseamiento democrático y la violencia de arriba, a la clausura cultural y el autoritarismo educativo, etc. El peronismo representó una porción destacada del exilio del ´76. Sin embargo, no fue el peronismo gobernante el que sumó candidatos al destierro.[1] Si bien los militares de la Junta que tomó el poder el 24 de Marzo concibieron al peronismo como su enemigo - responsable de la corrupción, el sectarismo, la politiquería, la demagogia, la crisis económica y la violencia incontrolable -, bajo la categoría de "subversivo" calificaron con máxima nota otros actores, especialmente las organizaciones armadas de la izquierda peronista y no peronista y buena parte del peronismo de izquierda que ya había aportado víctimas (muertos, desterrados, censurados, etc.) desde la tercera presidencia de Perón y sobre todo tras la muerte del general.[2] El peronismo marcó la historia del exilio en Cataluña. Desde su integración a las organizaciones unitarias de la lucha contra la dictadura- Casa Argentina de Catalunya y Comisión de Solidaridad de Familiares de desaparecidos, muertos y presos políticos de Barcelona (CO.SO.FAM.) -, pero especialmente en la construcción de entidades políticas y culturales de perfil partidario específico (Centro Argentino de Cultura Popular y Agrupación Peronista de Barcelona) y tras la aparición de Testimonio Latinoamericano[3], el exilio peronista dejó su impronta en los debates políticos que atravesaron la comunidad argentina y que incluso tuvieron su inscripción en la prensa del país. Este artículo pretende realizar un recorrido por la historia del exilio peronista en Cataluña atendiendo al mismo tiempo a rescatar su identidad en coyunturas claves de la lucha antidictatorial y a reconstruir los principales debates ideológicos que enfrentó la comunidad instalada en Barcelona, empeñada en aclarar la peculiaridad del peronismo a la sociedad catalana, revisar su pasada actuación política, su relación con la democracia y su tentación por la violencia y proyectar un remozado peronismo para el nuevo tiempo que se abriría tras el retorno de la normalidad institucional y el final del destierro. 1. El exilio peronista ante la guerra argentino-británica por el archipiélago de MalvinasA diferencia de la dictadura chilena, cuyo mapa ideológico era fácil de construir para los actores de la sociedad catalana y pronto surgieron las identificaciones Unidad Popular con Frente Popular, Salvador Allende con Azaña o Pinochet con Franco, la situación argentina tuvo caracteres menos nítidos desde el mismo momento del golpe. La situación política, social y económica argentina antes del 24 de Marzo de 1976 fue calificada como caótica (La Vanguardia Española, 3/3/1976). Para la prensa española, la incapacidad manifiesta de Isabel Perón y la violencia política reinante hicieron que la población recibiera con alivio y beneplácito la intervención castrense (La Vanguardia Española, 25 y 26/3/1976). En este contexto, los militares parecían representar valores de circunspección, paciencia, eficiencia, muy alejados del sanguinario régimen chileno (La Vanguardia Española, 27/3/1976). Si bien estas valoraciones comenzaron a cambiar conforme las denuncias de torturas, muertes, exilios y desapariciones se incrementaban, la sensación de que la realidad argentina era un enigma o como mínimo un cuadro complejo, persistió. La fuerte presencia del peronismo en el exilio no hizo sino coadyuvar a la dificultad de comprensión y solidaridad entre desterrados y dueños de casa.[4] La coyuntura del Mundial de Fútbol ´78 mostró una de esas incomprensiones. Cuando las diferentes comunidades argentinas en el destierro europeo y latinoamericano discutían sobre la mejor estrategia frente al Mundial - boicot para evitar que el régimen usara el deporte para lavarse la cara y para unir al pueblo, o participación activa para denunciar y dar a conocer la verdadera Argentina-, la izquierda europea expresó su asombro ante la posición de la fuerza mayoritaria de la izquierda argentina - en concreto, Montoneros - que optó por la denuncia, basándose en la popularidad del fútbol Si bien entre Marzo y Junio de 1978, el peronismo marcó su impronta, los debates y discusiones internos en la comunidad desterrada no provocaron rupturas y la unidad antidictatorial se mantuvo por encima de identidades político-partidarias y personalismos. Con la guerra de Malvinas (Abril-Junio 1982), todo cambió. La fractura se hizo presente, el peronismo migró de la Casa Argentina de Catalunya para afirmarse en instituciones propias y a diferencia de 1978, los exiliados peronistas cuestionaron la utilidad de preguntarse por una posible manipulación popular por parte de un régimen militar, cuando lo que se jugaba era la integridad territorial, la historia y la soberanía nacional (La Vanguardia, 11/5/1982). Las posiciones frente a la guerra, los derechos argentinos sobre Malvinas y la denuncia de la dictadura fueron múltiples y llenas de matices. En los extremos se ubicaron, por un lado, los que apoyaron en forma decidida la toma del archipiélago e incluso llegaron a ofrecerse como voluntarios para la guerra[5] y, por el otro, los que decían ser probritánicos y amenazaron con enviar telegramas a Margaret Thatcher para que bombardee Buenos Aires (Entrevista a R.A., Barcelona, 29710/1996). Las posiciones se separaron en función de la prioridad atribuida a la lucha antidictatorial o a la defensa de la soberanía. Por una parte, estaban los que enfatizaban la defensa de la soberanía territorial, el nacionalismo y la lucha antiimperialista sobre el cuestionamiento a ultranza a los gestores de la empresa bélica. En este contexto, diversas agrupaciones peronistas apoyaban la decisión de la Junta Militar más allá de la distancia ideológica y moral, considerando que Malvinas constituía un reclamo del pueblo argentino (Testimonio Latinoamericano, Abril 1982: 52) Por otra parte, se ubicaban los que privilegiaban la defensa de la soberanía popular, las libertades, los derechos humanos y la denuncia del trasfondo político de la actitud de la Junta, sobre la legitimidad del reclamo argentino sobre Malvinas y el carácter anticolonial de la aventura militar. La Casa Argentina en Catalunya[6] se posicionó rápidamente en contra de la decisión de Galtieri, calificando la empresa como un acto oportunista con apariencia patriótica que pretendía ocultar los crímenes de la dictadura y el descalabro económico-financiero en el que había sumido al país. El alineamiento de la Casa fue denostado por "grupos del peronismo más radical y Montoneros" (Entrevista a R.E., Barcelona, 20/1/1997) que se alejaron para estupor de partidos, sindicatos y ONG solidarios catalanes. El exilio peronista se agrupó en el Centro Argentino de Cultura Popular y la Agrupación Peronista de Barcelona porque no compartían la alarma sobre la estratagema patriotera que el régimen en agonía sacó de la galera para dilatar la entrega del poder a los civiles. Para el exilio peronista, por primera vez en 7 años los militares estaban cumpliendo con su rol histórico de "preservar la soberanía nacional" (La Vanguardia, 4/4/1982). Durante los meses del conflicto, el exilio peronista protagonizó una intensa actividad mediática. Sus principales voceros fueron Álvaro Abós y Hugo Chumbita. Para los editores de Testimonio Latinoamericano era necesario discernir "entre una reivindicación nacional de un país que ha sufrido el colonialismo, que debe ser apoyada sin reservas, y la circunstancia transitoria de una dictadura militar a la que ninguna maniobra podrá salvar ya de su inexorable fracaso" (La Vanguardia, 4/4/1982). Los debates periodísticos[7] giraron en torno a una serie de cuestiones, pero el eje de la discusión fue soberanía-DD.HH. Mientras Abel Posse enfatizó que el exilio no podía seguir leyendo todo acto del gobierno militar en clave denuncia antidictatorial porque Malvinas era parte de una guerra antiimperialista que nada tenía que ver con la "defensa humanista" de las víctimas del Proceso de Reorganización Nacional, Goligorsky reclamaba a sus connacionales que no creyeran en la mentira de la Junta que ahora se decía defensora de la soberanía nacional y campeona del anticolonialismo. Posse explicaba que otra vez como en 1946 muchos liberales y hombres de izquierda argentinos le daban la espalda al pueblo y se sumaban al enemigo. Si en los años ´40 fueron los títeres del embajador estadounidense en Argentina -Braden- y de la oligarquía nacional contra el "pueblo peronista", ahora volvían a mostrar su miopía y su divorcio del pueblo al oponerse a la causa malvinense. Como en el pasado reprodujeron la mirada europea que acusaba a Perón y a Evita de nazis, ahora, desde su izquierdismo "bobo, indisciplinado y opinativo" se mostraban incapaces de comprender la mutación política que implicó Malvinas. A su juicio la tontería de esta izquierda era única en Latinoamérica y en el mundo. Mientras Cuba, China y la U.R.S.S. apoyaban a la Argentina, la "izquierda justina" - "brigada de psicoanalistas" - se encaminaba a convertirse en el "undécimo miembro del Mercado Común Europeo y hasta anda queriendo quedar bien con los ingleses"(La Vanguardia, 11/5/1982). Por su parte, Goligorsky lamentaba el desatino de la guerra y el bochornoso espectáculo del pueblo argentino vivando las decisiones de la Junta. El periodista cercano al radicalismo mostró su decepción por la falta de sinceridad en la adhesión a la causa de los derechos humanos. Lo que la guerra puso de relieve fue que las conversiones democráticas, el rechazo de los maniqueísmos y los esquemas irracionales eran sólo palabras. Desde su punto de vista, el exilio debía hacer una autocrítica para repensar qué lugar le atribuía a "la reforma pacífica y el cambio gradual, compatibles con un sistema de elecciones democráticas con respeto por las minorías y de alternancias en el poder" (La Vanguardia, 11/5/1982). Testimonio Latinoamericano dedicó casi todos sus números del año 1982 al acontecimiento Malvinas e intentó echar luz sobre dos cuestiones. La primera, cuál era el auténtico significado de Malvinas para los argentinos y quién era el "dueño legítimo" de esta reivindicación territorial. La segunda, que la recuperación militar de Malvinas no implicaría per se un fortalecimiento del régimen y que las relaciones entre "salud" del gobierno militar, salida democrática y decisión de Galtieri de tomar las islas eran más complejas que lo que señalaban los europeos y los "argentinos europeístas". Más allá de reconocer que detrás del desembarco argentino había una maniobra desesperada de los militares por perpetuarse en el poder, Testimonio Latinoamericano explicó que el acto representaba la afirmación soberana de Argentina y el cumplimiento de un histórico anhelo popular. Además de lo que tenían de símbolo, las islas acreditaban un concreto significado económico y estratégico (Testimonio Latinoamericano, Abril 1982: 4). Por otro lado, los peronistas de Cataluña situaban el tema Malvinas en una coordenada nacional e intentaban disputar a los militares su identificación con la Argentina. ¿Qué implicaba en los hechos disputar a los militares la causa Malvinas? ¿Cómo se inscribía la toma del archipiélago en el proceso de activación social y político que se vivía en Argentina en los meses previos a Abril de 1982? ¿Qué poder efectivo tenía esa oposición al régimen para discutir en un plano de igualdad con el gobierno de Galtieri el futuro de Argentina luego de prestar su apoyo en el tema Malvinas? En contraste con lo que opinaba otra parte del exilio y la mayoría de la opinión democrática de Cataluña, Abós y Chumbita creían que la trabajosa y valiente reconstrucción de la oposición política y social que se había manifestado exigiendo "Pan, Paz y Trabajo" y democracia en la jornada del 30 de Marzo, no había sido desarticulada por los hechos del 2 de Abril. Por el contrario, los militares conscientes del derrumbe habían pretendido sustituir el "Argentinazo" que se presagiaba por un "Malvinazo" activado desde arriba pero cuyas consecuencias podían arrastrar al propio régimen, aún deseando su triunfo en el campo de batalla (Testimonio Latinoamericano, Abril 1982: 3). Los editores de la revista consideraban que "la exaltación nacionalista no es un sentimiento fácilmente manipulable" (Testimonio Latinoamericano, Abril 1982: 5). Abós y Chumbita recordaban que el hecho de que el pueblo no hubiera dejado que los militares le arrebataran una de sus banderas, no significaba que se hubiera olvidado qué era y qué representaba el régimen. Pero además, ese pueblo convocado por los militares pero capaz de discernir entre apoyo a una causa y legitimación de sus ejecutores obtenía un capital político no desdeñable para el futuro tiempo político (Testimonio Latinoamericano, Abril 1982: 5) Abós denunciaba la miopía de los detractores de Malvinas y su incapacidad para leer la situación con ojos argentinos. Por una parte, la revista del exilio peronista de Barcelona se burlaba de aquellos que calificaban todo acto militar como un acto "perverso". La demonización de Galtieri sólo impedía ver que "cualesquiera hayan sido las motivaciones coyunturales que la provocaron, las intenciones subjetivas y la legitimidad de los actores, [Malvinas] es un acto de justicia histórica" (Testimonio Latinoamericano, Abril 1982: 5). Por otra parte, mientras calificaba a los argentinos opuestos a la guerra como "colonizados", denunciaba al pensamiento "supuestamente progresista" europeo de manejar una retórica tercermundista hueca, que ocultaba viejos "tics coloniales (Testimonio Latinoamericano, Mayo/Junio 1982: 4). Abós fue implacable con los intelectuales españoles: "El intelectual español vive obsesionado por la pervivencia de los reflejos fascistas en un tejido social que aún tiene reliquias franquistas incrustadas en sus poros. Las Malvinas fueron para estos intelectuales una metáfora de su propio conflicto, un psicodrama en el que revivió sus propios demonios interiores [...] La derecha golpista española apoyó ruidosamente a Argentina en la guerra. No porque fuera anticolonialista ni antiimperialista, que no lo es, sino por identificación con el machismo gorila de los militares argentinos y por sincera simpatía con la naturaleza política del régimen de Buenos Aires. Los progresistas españoles quedaron presos en el falso peligro de una coincidencia forzada e indeseable [...] lo cierto es que las bases populares tuvieron menos complejos, y los obreros encuadrados en los sindicatos clasistas españoles, con certero instinto, apoyaron ruidosamente - a diferencia de sus intelectuales y hasta sus cuadros - el anticolonialismo latinoamericano: las manifestaciones del 1º de Mayo en toda España lo demostraron"(Testimonio Latinoamericano, Mayo/Junio de 1982: 4, 5). Mientras la opinión pública catalana mostraba su asombro por lo que consideraba un olvido de "los miles de desaparecidos, la represión, las torturas, el ahogo de las libertades y las Madres de Plaza de Mayo" (Testimonio Latinoamericano, Mayo/Junio 1982: 5) Álvaro Abós acusaba a los "progresistas" de permanecer ajenos al Tercer Mundo (Testimonio Latinoamericano, Mayo/Junio 1982: 4). A los catalanes les criticaba su "obsesión por la pervivencia de los reflejos fascistas". Para Abós, la única explicación de la miopía peninsular era el contexto dramático post 23 F que hizo que toda acción militar resultara un espejo molesto de las falencias de la democracia española. Mientras Abós y Chumbita insistían que el "sinsentido" de Malvinas era fruto de la "categoría política" que los catalanes aplicaban al estudio del conflicto, Eduardo Goligorsky enfatizaba que no se trataba de un problema de colonización analítico-ideológica. Para este colaborador crítico de Testimonio Latinoamericano, Malvinas fue sólo el exasperante ejemplo del sectarismo de este exilio peronista. Así, explicaba que su oposición a la guerra no fue expresión de "eurocentrismo", sino de un humanismo aprendido de la trágica derrota de los proyectos populares argentinos y del descubrimiento (revalorización) de las libertades individuales, los derechos constitucionales y el estado de derecho en la tierra de exilio (Testimonio Latinoamericano, Julio/Octubre 1982: 6). 2. Los peronistas en el destierro: autoexamen, aprendizaje y renovaciónLas diferentes comunidades del exilio argentino del ´76 enfrentaron el desafío de revisar lo vivido como parte de un trabajo de crítica, indagación política y examen del propio accionar y el de su generación. En Cataluña, el exilio peronista centró su atención en la revisión de la violencia y las razones de la derrota del campo popular y/o de las organizaciones armadas, la revalorización de la democracia y la defensa de los DD.HH. y la elucidación del peronismo fuera de las categorías del pensamiento europeo que lo identificaban con el fascismo y en concreto con el franquismo. Esa evaluación del pasado no constituía un ejercicio nostálgico. Por el contrario, formaba parte de la preocupación por el presente de Argentina y de la propia condición de desterrado en Cataluña. En este sentido, la mirada sobre lo vivido estaba indisociablemente unida a la atenta apreciación del curso de la vida política interior, las estrategias del poder dictatorial y los comportamientos de los partidos en la Argentina y, a partir de 1982, de la prefiguración de una salida democrática en la que se depositaban esperanzas, pero también se concentraban prevenciones y temores. 2.1. La revisión del pasado violento Como parte de la revisión (autocrítica) del pasado, la izquierda peronista en el exilio problematizó el lugar de la violencia en la historia argentina y en particular en los años setenta. Si bien ese debate se focalizó en explicar la opción por la lucha armada que hicieron algunos grupos de izquierda en los años ´60 y que contó en determinadas etapas con una importante simpatía/apoyo social, la reflexión intentó dar cuenta de las diversas formas de la violencia en Argentina y Latinoamérica (la violencia de la proscripción política, de las desigualdades sociales, del imperialismo económico, etc.), de la relación entre violencia de abajo y violencia del Estado o entre violencia, foquismo y terrorismo, de los vínculos entre violencia y peronismo, de la existencia o no de una guerra tras el golpe de Estado de 1976, etc. La colonia catalana intervino de forma decidida en este debate tanto desde la revista Testimonio Latinoamericano y la publicación de libros emblemáticos, como por las reacciones suscitadas en otras comunidades del destierro por los argumentos de exiliados argentinos residentes en Barcelona. Esta discusión fue representativa de las diversas posiciones en conflicto sobre la violencia, sea las que proponían un análisis en términos suprahistóricos y exclusivamente éticos, sea las que no obliteraban las condiciones históricas que hicieron viable recurrir a la violencia como método de acción política, más allá de postularla como un fenómeno repudiable bajo determinadas condiciones institucionales. Un tema de debate en el exilio fue la adopción por parte de la izquierda peronista y no peronista del "foco armado" como medio para revolucionar a la sociedad. En uno de los primeros libros que los exiliados peronistas de Cataluña dedicaron a la revisión de la violencia[8], Carlos Arbelos y Alfredo Roca[9] criticaron el foquismo no sólo en términos ideológicos, sino metodológicos. Como miembros de una generación asesinada o encarcelada que participó en la vida pública desde la Resistencia Peronista, la Juventud Peronista y Tacuara, evaluaron el error que supuso la lucha clandestina que marginó "a los combatientes de la realidad, enquistándolos en organismos estancos". Esta opción fue determinante a la hora de generar "conductas mesiánicas" propias de una "vanguardia autoelegida" y "autodeterminada" que, no obstante, pretendía representar a una clase obrera de quien cada vez estaba más lejana (Arbelos y Roca, 1981: 145, 146). Arbelos y Roca plantearon a sus compañeros del exilio que la desviación que condujo a hacer de las guerrillas verdaderos "ejércitos" fue común a todas las organizaciones armadas, aunque cada una profundizó este camino a distintos ritmos. Su alejamiento de la violencia sobrevino cuando comprendieron que ese proceso estaba llamado a propiciar una guerra fraticida y demencial (Testimonio Latinoamericano, Enero/Febrero 1981: 33, 34). Las referencias críticas a la fe en el "foco" como instrumento para "revolucionar el país", a la sustitución mecánica de espontaneísmo por voluntarismo y al ideologismo que encorsetó la realidad, se sucedieron en el debate catalán. Otro libro que marcó la discusión fue Diálogos en el exilio.[10] Como testimonios de una generación que influida por la Revolución Cubana, consideró al foco como una respuesta mágica, idealizó la lucha armada, evaluó la violencia como heroísmo y como valor proletario y quedó atrapada en un voluntarismo revolucionario, El Kadri y Rulli explicaban que después de 1955 la violencia surgió como alternativa necesaria, legitimada representar la voluntad de la mayoría del pueblo, peronista, proscripto y perseguido (El Kadri y Rulli, 1984: 16). El Kadri y Rulli distinguían violencia necesaria y violencia suicida, violencia históricamente justificada y violencia popularmente legitimada, violencia como "objetivo en sí mismo" y violencia como "un medio para hacer respetar la voluntad popular"(El Kadri y Rulli, 1984: 19). No obstante, a su criterio, aquella violencia necesaria y legítima se convirtió en extemporánea e inadecuada cuando en 1973 se celebraron las elecciones democráticas. Ya por entonces, la violencia se había transformado en una constante de la práctica política argentina, lo que derivó en que no sólo fuera una herramienta útil para enfrentar a la dictadura (Revolución Argentina, 1966-1973), sino que se convirtiera en un instrumento para "ganar espacios de poder" en la lucha preelectoral. Desde su exilio europeo, El Kadri y Rulli criticaron la violencia desatada al interior del movimiento peronista, cuyo clímax fue la masacre de Ezeiza (El Kadri y Rulli, 1984: 22) y explicaron su posición crítica hacia Montoneros, en su deriva militarista que transformó una lucha popular en una guerra de "aparatos". Aunque su alejamiento de la vía armada (1971) se inscribió en la decisión de un grupo de las Fuerzas Armadas Peronistas de abandonar la visión foquista y recuperar la idea de la "autonomía organizativa de la clase obrera peronista", la represión dictatorial fortaleció aquella opción política y ratificó la importancia de "desterrar la violencia y lograr el imperio de la ley" (El Kadri y Rulli, 1984: 53). Desde una visión política, el foquismo se les reveló como erróneo porque al plantear la guerra derivó en una militarización. Envar El Kadri criticó la forma en que las organizaciones armadas consideraban a sus militantes. Eran "hombres-engranaje", piezas intercambiables, "herramientas eficaces" y materiales útiles para llevar adelante el proceso revolucionario. Esta concepción implicaba un desprecio por la vida, pero al mismo tiempo encerraba una mistificación del combatiente, al que no podía cuestionársele nada porque lo sacrificaba todo por la Revolución (El Kadri y Rulli, 1984: 196). La asimilación entre violencia "ineludible" o "necesaria" y violencia "legítima" fue recuperada por el libro Argentina: Proceso a la violencia de Carlos Arbelos y Alfredo Roca - éste último instalado en Barcelona -, publicado en Valencia en vísperas de las elecciones argentinas. Su lectura estaba teñida, por un lado, por haber sido parte de la generación "tentada" en el pasado por la violencia y, por el otro, por su intención de contribuir a la democracia futura. Querían coadyuvar al "nunca más": para que nunca más las fuerzas armadas abandonaran los cuarteles y para que la sociedad civil nunca más intentara llamar a los militares cuando no podía imponer sus intereses sectoriales. Arbelos y Roca conjugaban la evaluación histórica de las causas que desataron el clima de violencia, intolerancia y enfrentamientos que vivió Argentina con una crítica al militarismo de Montoneros y E.R.P. Arbelos y Roca explicaban que el origen de la violencia popular en Argentina no podía entenderse fuera del contexto de proscripción, abusos de poder y persecución desatada luego del derrocamiento de Perón (Setiembre 1955). Estos periodistas exiliados recordaban que los que pasaron a la lucha armada en los ´60 sólo contaban como experiencia con la violencia subterránea de la huelga o el sabotaje de la Resistencia Peronista (Arbelos y Roca, 1983: 17) o "lo que nos contaba algún ´gallego´ sobre la manera que tenían de hacer la guerra allá en España en los años treinta y pico" (Arbelos y Roca, 1981: 35). La historia post 1955 legitimaba el uso de la violencia. Fue la dictadura de Onganía que descargó su violencia no sólo sobre la clase trabajadora y el peronismo, sino sobre las clases medias, la izquierda y las manifestaciones culturales progresistas en general. Esa violencia de arriba dio carta de ciudadanía a la "violencia de abajo", cuya acción logró desestabilizar a la Revolución Argentina y obligó a los militares a convocar elecciones. Según Arbelos y Roca, antes de 1973, las organizaciones armadas aunque minoritarias contaban con el apoyo del pueblo que, sin participar directamente de ellas, convalidó el uso de la violencia. El error político de Montoneros y E.R.P. fue creer que esa movilización popular en la que convergían impulsos antidictatoriales, por la recuperación de las libertades y la justicia social y a favor del regreso de Perón implicaba un irrestricto sostén a la vía armada hacia el establecimiento del "Socialismo nacional". En la historia del peronismo, Ezeiza fue un punto crucial o de flexión que concentró varias claves de la historia argentina. La jornada del retorno definitivo de Perón al país puso de manifiesto en qué medida el peronismo estaba atravesado por las mismas tensiones que aquejaban al país. Para Álvaro Abós, Ezeiza (20/6/1973) fue la condensación del uso de la violencia como arma política. Sin embargo para entender su significado, primero era necesario desmontar las lecturas habituales que reducían Ezeiza o bien a un episodio de la represión del pueblo por la derecha peronista que intentó asaltar el aparato del poder o bien a un ejemplo de la incapacidad de las masas carcomidas por la demagogia, el caos y la violencia intrínseca. Para Abós, Ezeiza fue ante todo un "momento cristalizador de un largo proceso de luchas populares", donde el auténtico protagonista fue el pueblo "molecular" y no los demonios de la derecha o de la izquierda, esto es los Montoneros y la Triple A (Testimonio Latinoamericano, Mayo/Junio 1980: 16, 17). Abós criticó el extravío de las organizaciones armadas de izquierda y en particular de Montoneros, que no supieron vislumbrar que si el pueblo había reconocido la legitimidad de la acción armada en dictadura, ahora pretendía que la guerrilla se incorporara a su propio proyecto político y no intentara rebasar ese proyecto por la vía revolucionaria. Según Abós, los Montoneros intentaron hacer del 20 de Junio de 1973 "un escalón más en su ascenso y eso pasaba por ganar la mejor ubicación frente al palco"(Testimonio Latinoamericano, Mayo/Junio 1980: 16). Libro emblemático de una generación que revisó sus propias opciones por la violencia, el foquismo y las derivas elitistas y militaristas de las organizaciones armadas, Las dos caras del terrorismo[11] desató la polémica al calificar al foquismo de terrorista e igualarlo al Terrorismo de Estado. Si bien Scipioni[12] aclaraba que no toda violencia era terrorismo, condenó a las organizaciones armadas por haber perdido el rumbo en una escalada violenta de grupos iluminados que pretendían "imponer su conciencia" desde fuera del sujeto histórico al que querían representar (Scipioni, 1983: 11). Luego de distinguir violencia legítima de terrorismo, Scipioni introdujo una condena equivalente a los dos terrorismos, el del Estado y el de la oposición. Si hubo "legítimas luchas del pueblo argentino por la realización de un Estado democrático", también los terrorismos tenían historia (Scipioni, 1983: 82). Luego de trazar una genealogía del Terrorismo de Estado, Scipioni exploraba la trayectoria del terrorismo de oposición señalando como punto de inflexión la actuación de los grupos armados de izquierda luego del restablecimiento democrático de 1973, cuando estos grupos que habían jugado un rol fundamental en la crisis del gobierno militar de la Revolución Argentina, comenzaron a actuar de espaldas al pueblo, contribuyendo a desestabilizar al gobierno justicialista, hecho que - a su juicio - sirvió a los intereses de las fuerzas de la reacción (Scipioni, 1983: 84). Si el E.R.P. fue el primero en actuar dentro de un "terrorismo de oposición", Montoneros no tardó en emularlo (Scipioni, 1983: 88). Scipioni se preguntaba por qué una organización como Montoneros que creció en el seno del movimiento peronista terminó su ciclo en el aislamiento más clásico del foquismo, copando todas las organizaciones de masas existentes o destruyendo aquellas que no podía controlar. A su juicio, la radicalización ideológica de Montoneros fue paralela al cambio de su composición de clase por la incorporación masiva de sectores universitarios de izquierda que reemplazaron a los sectores juveniles salidos de barrios populares. Para Scipioni, Montoneros y E.R.P. junto al Terrorismo de Estado incipiente de las Triple A fueron los responsables de la desestabilización del proceso democrático de 1973 que finalmente condujo a la dictadura más sangrienta de la historia argentina, la de 1976 (Scipioni, 1983: 106). Las reflexiones de Scipioni contenían al menos dos flancos problemáticos. En primer lugar el introducir una homologación de dos terrorismos, consideración que según sus detractores habilitó en la temprana Transición la Teoría de los Dos Demonios. Y, en segundo lugar, el responsabilizar a las organizaciones armadas del golpe de Estado de 1976, bajo la hipótesis del "pretexto". En España, la polémica en torno a Las dos caras del terrorismo involucró entre otros a Hugo Chumbita, editor de Testimonio Latinoamericano, a Carlos Aznárez[13] de Resumen de Actualidad Argentina y también se reflejó en Diálogos en el exilio de Envar el Kadri y Jorge Rulli.[14] Las posiciones de Aznárez por un lado, y Chumbita y Rulli por el otro, son representativas de dos lecturas encontradas que desde el campo del peronismo daban cuenta de un proceso de autocrítica pero con conclusiones divergentes. Chumbita afirmaba que el libro de Scipioni fue polémico, pero tuvo el mérito de proponer un esquema para entender la historia argentina reciente: "frente al Terrorismo de Estado hay una resistencia legítima, pero fuera de ese caso la oposición armada es injustificable; en Argentina, los grupos foquistas cayeron en la trampa de una ideología revolucionaria absolutista y derivaron en el terrorismo, que a su vez sirvió de pretexto al genocidio"(Resumen de Actualidad Argentina, 1983 : 45). Carlos Aznárez también valoró el trabajo de Scipioni como parte del esfuerzo por revisar críticamente la década del ´70, las equivocaciones, los errores e ingenuidades de la militancia. Sin embargo, rechazó de plano la igualación de crímenes en uno y otro bando y calificó de temeraria la afirmación de un terrorismo de dos caras. Proceder a esta equiparación era confundir el enemigo porque aunque desde el campo popular se cometieron errores, no fueron las organizaciones armadas las que "provocaron el golpe militar de 1976" (Resumen de Actualidad Argentina, 1983: 46). Luego de negar que las organizaciones armadas fueran terroristas y de rechazar la igualación de los crímenes en uno y otro bando, Aznárez impugnaba que desde el plano de los DD.HH. pudiera procederse a una condena moral equivalente de las dos violencias. 2.2. La "peculiaridad" del peronismo y la mirada europea El exilio peronista en Cataluña mostró una especial preocupación por aclarar la "peculiaridad" del peronismo. Hugo Chumbita planteó la necesidad de salvar al peronismo de la simplificación del "eurocentrismo" y de la manía de reducirlo a categorías políticas o intelectuales foráneas (Testimonio Latinoamericano, Marzo/Abril 1980: 7). En este sentido creía urgente explicitar su verdadera naturaleza: esto es, su carácter de movimiento de liberación nacional y social latinoamericano (Testimonio Latinoamericano, Marzo/Junio 1981: VII) y su condición de "nacionalismo tercerista", equidistante del capitalismo occidental y del socialismo soviético (Testimonio Latinoamericano, Marzo/Abril 1980: 8). La lucha contra el prejuicio, la simplificación y el estigma no se libraba sólo contra los catalanes. Por el contrario, involucraba a compatriotas identificados con los viejos círculos liberales de la oligarquía argentina europeizada como la izquierda militante del "utopismo revolucionario" (Testimonio Latinoamericano, Marzo/Abril 1980: 7 y 10). Aunque el debate sobre la naturaleza del peronismo atravesó toda la historia de Testimonio Latinoamericano y comprometió a sus editores (Abós, Chumbita), colaboradores ocasionales - como Eduardo Goligorsky y Ernesto Frers - e incluso generó diálogos con otras publicaciones del exilio argentino - Controversia (México) -, uno de los momentos más álgidos de la confrontación entre "eurocéntricos" y "eurofóbicos" fue la guerra de las Malvinas. Abós y Chumbita procuraron elucidar la categoría política "populismo", explicando que nada tenía que ver ni con "desgobierno", "corrupción", "caos económico" "demagogia" y "subversión" - como afirmaban la oligarquía y la dictadura militar - ni con "manipulación de las masas" - como denunciaba la izquierda marxista (Testimonio Latinoamericano, Octubre 1981: 21). Reafirmando el carácter nacional del populismo, Chumbita concluía que el peronismo era "un modo de apelar al pueblo en conjunto, más allá de las clases, para enfrentar al poder establecido" (Testimonio Latinoamericano, Octubre 1981: 23). La necesidad de volver la mirada sobre el pasado y el presente del peronismo no implicaba sólo diferenciarlo de los fascismos para optimizar la solidaridad catalana de cara a la denuncia antidictatorial, sino proceder a una auténtica renovación interna para la futura lucha electoral tras el final del destierro.[15] El exilio argentino debatió en Barcelona en torno a dos cuestiones: 1. El carácter revolucionario del peronismo y la posibilidad de construir una alternativa revolucionaria para el peronismo más allá de Montoneros y en el ámbito de una democracia futura 2. Su estilo autoritario, sus coqueteos pasados con la violencia, sus dificultades para respetar las instituciones democráticas, la política derechista de Isabel, la conexión entre las Triple A y el Terrorismo de Estado, pero también los juegos burocráticos de los dirigentes sindicales y los comportamientos cómplices y "dialoguistas" de algunos dirigentes, abiertos a aceptar la política de convergencia del Almirante Massera (Testimonio Latinoamericano, Mayo/Junio 1980: 6). A principios de 1980, los peronistas consideraban que el régimen militar estaba agotado. En estas circunstancias, Abós y Chumbita postularon la necesidad de recomponer la unidad del peronismo. Sin embargo no pensaban en cualquier unidad. Si comprendían que un peronismo dividido regalaba poder al enemigo, una unidad virtual y de meros agregados de cúpulas retardatarias o elementos organizativos malignos sólo serviría para acumular más derrotas. Abós asociaba la necesaria unidad con una "crítica a fondo", un "debate interno" y un "esclarecimiento terapéutico" (Testimonio Latinoamericano, Julio/Octubre 1980: 20) del que saldría un peronismo remozado y fiel a su tradición tercerista. Esta regeneración era indispensable porque tras la crisis del Marxismo y el desmoronamiento del Socialismo real se abrían nuevas opciones para un acercamiento entre peronismo e izquierda. Para los peronistas de Barcelona, "renovación" era sinónimo de "intransigencia" frente a la dictadura. En este sentido, Abós denunció el comportamiento "colaboracionista" de algunos compañeros que aceptaban el discurso del régimen y hablaban de "Proceso" o de "subversivo"(Testimonio Latinoamericano, Julio/Octubre 1980: 21). Más allá de debatir sobre el pasado[16], Testimonio Latinoamericano analizó en qué medida podía recuperarse/construirse un peronismo revolucionario democrático. En esa discusión estuvieron en tensión dos posiciones: la que pretendía rescatar una supuesta esencia peronista per se revolucionaria pero socavada en el pasado por sectarismos y desviaciones militaristas, y la renovación peronista que pretendía alumbrar un nuevo peronismo que se vio plasmado en la aparición de Intransigencia Peronista en Argentina y que tuvo gran influencia en Barcelona a través de la creación de la Agrupación Peronista de Barcelona[17] y el Centro de Cultura Popular [18]y desde las páginas de Testimonio Latinoamericano. En el debate en el exilio sobre el futuro del "peronismo revolucionario" convivieron la posiciones de militantes Montoneros con la de otros que, aunque habían militado o habían sido ideológicamente próximos a esa organización, ahora planteaban - influidos por la crisis del Socialismo real y el impacto de los ejemplos de la izquierda "reformista" europea - un camino para la izquierda peronista que combinara un modelo de sociedad con justicia social distributiva e independiente de los imperialismos, con el respeto irrestricto del "marco de la libertad, del pluralismo partidario, del sufragio universal, del respeto a los derechos fundamentales del hombre" como ocurría en el ámbito del Eurocomunismo y la Socialdemocracia (Testimonio Latinoamericano, Noviembre/Diciembre 1980: 22). Aunque después de la derrota en las elecciones de 1983 volverán a repetirse las demandas de hacer del peronismo una alternativa que aglutinara a los sectores más progresistas de la sociedad civil, contrarios a los resabios de autoritarismo y encolumnados tras la bandera de los desaparecidos, el origen de este debate estuvo en el destierro en la necesidad de discutir quiénes eran los herederos legítimos de Perón y en la urgencia por definir cuál debía ser el comportamiento de los peronistas frente al régimen militar. A lo largo de la dictadura hubo tres momentos significativos en la discusión de la "herencia de Perón". El primero coincidió con la salida del país del ex presidente Héctor Cámpora, asilado por más de 3 años en la embajada mexicana en Buenos Aires. El segundo, con la liberación de la viuda de Perón y su arribo al exilio madrileño. Y, el tercero y fundamental, durante la reactivación de la actividad política en Argentina a comienzos en los ochenta y particularmente desde 1981/1982 cuando la normalización institucional comenzó a vislumbrarse cercana. En estas coyunturas, los exiliados de Cataluña se enfrentaron a "verticalistas" y dialoguistas" del interior, al tiempo que propiciaron el camino de la "renovación". La liberación de Cámpora e Isabel Perón reactivaron una cuestión no clausurada luego de la muerte de Perón. Desde Testimonio Latinoamericano se preguntaron ¿Cuáles serían las inevitables modificaciones que sufriría una corriente política en gran medida dependiente, en cuanto a su naturaleza y funcionamiento, de la conducción carismática de Perón? (Testimonio Latinoamericano, Julio/Octubre 1980: 19); ¿Era posible y deseable hacer nuevamente de Isabel la cabeza del movimiento?; ¿Qué impacto podía tener para el Peronismo la liberación de Cámpora? y ¿cuál su fallecimiento en México? Para los editores de Testimonio, si el peronismo quería superar la crisis provocada por la muerte de su líder, los enfrentamientos internos posteriores y el golpe, era imprescindible no reeditar estrategias autoritarias o mafiosas ni tampoco construir nuevos personalismos. En este sentido, en Barcelona fueron activos los sectores del peronismo contrarios a posiciones verticalistas que pretendían hacer de Isabel la heredera natural de Perón. Según Hugo Chumbita, Isabel no lo era. Si fue dudoso que la viuda del General hubiera sido su sucesora en la presidencia, era contraproducente convertirla en la conductora del movimiento popular, cuando además las bases la rechazaban. Carlos Arbelos y Alfredo Roca afirmaban que la última esposa de Perón carecía de "cualidades, condiciones y envergadura del líder" (Testimonio Latinoamericano, Octubre 1981: 36). Si en el pasado fueron "antiverticalistas", mucho más ahora cuando el peronismo tenía ocasión de iniciar un auténtico y saludable proceso de democratización interna. Chumbita reclamaba al peronismo ser un laboratorio de la futura democracia del país. En este sentido, planteaba reconstruir la unidad del peronismo, pero dando lugar a un amplio debate interno que permitiera la expresión de ideas amplia, plural y sin sectarismos (Testimonio Latinoamericano, Mayo/Junio 1980: 7). A comienzos de los años ´80, los exiliados peronistas de Barcelona mostraron su optimismo frente a lo que evaluaban como una situación de crisis del régimen militar. Pero si el relajamiento represivo, el descalabro económico y el cerco internacional permitían pensar en un próximo final, no dejaba de ser preocupante el anuncio militar de las "Bases Políticas para el Proceso de Reorganización Nacional"(1979) que pretendían abrir un diálogo político condicionado desde el poder castrense. En estas circunstancias, Hugo Chumbita denunció a las corrientes dialoguistas del peronismo en las que se mezclaban cultores de un "realismo político" y "cómplices de la dictadura". Entre las figuras criticadas estaban políticos como Ángel Robledo, Ítalo Luder o Julio Romero y sindicalistas como Juan J. Taccone (Testimonio Latinoamericano, Mayo/Junio 1980: 6). En cambio, Abós y Chumbita rescataban el comportamiento del presidente provisional del Consejo Nacional Justicialista, Deolindo Bittel, cuya denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos abrió una nueva época dentro del peronismo que se manifestó en la constitución de Intransigencia Peronista La reactivación de la actividad política a comienzos en los ochenta significó la proliferación de unidades básicas, centros o ateneos en el exilio. Este resurgimiento en el exterior fue paralelo al despertar político del interior, tolerado, pero no habilitado por los militares. A mediados del 1980, algunos peronistas de izquierda empezaron a considerar en crear una corriente interna "que sirviera de dinamizador...[y] para que nuestro movimiento retomara con toda energía su papel de responsable principal en la lucha contra la dictadura" (Testimonio Latinoamericano, Abril 1982: 37). Según una de sus propulsoras - Nilda Garré - frente al régimen militar sólo cabía la "intransigencia". En este contexto, criticó a aquellos sectores del Peronismo y de otros partidos políticos que aceptaron el diálogo con el poder castrense. Intransigencia Peronista proponía un debate político y estratégico y una autocrítica sobre "la herencia del Peronismo" para la construcción de una unidad dinámica y que reuniera a todos sus sectores políticos, femenino, trabajadores, jóvenes, intelectuales, etc. (Testimonio Latinoamericano, Abril 1982: 37). Desde Madrid y Barcelona, muchos exiliados se sumaron a las propuestas de la Intransigencia Peronista. La constitución de la corriente interna liderada por Ramón Saadi y Nilda Garré[19] fue recibida con beneplácito por el exilio que hasta principios de los ´80 había tenido escasa relación con el interior, porque una parte significativa de la dirigencia de primera línea del peronismo del interior había mostrado una actitud de "moderación" y concesión frente a los repetidos intentos de los militares de salvar el "Proceso" (Resumen de Actualidad Argentina, 1982). Desde 1981 el diálogo interior-exilio se intensificó. Por un lado, los exiliados fueron llamaron a aportar a las corrientes de la izquierda peronista del interior "solidaridad", "denuncia", "autocrítica" y "capacidad para reflexionar sobre la realidad" (Resumen de Actualidad Argentina, 1982). Como expresión de que estar fuera del país por culpa de la dictadura nunca había significado estar "exiliado del peronismo", Ernesto Frers reclamó a sus compañeros de destierro acompañar el debate y la consolidación del peronismo en el interior, pero sabiendo que al exilio no le correspondía inmiscuirse en la lucha interna, sino sólo trabajar por la unidad del movimiento (Testimonio Latinoamericano, Octubre 1981: 38). Por otro lado, desde Argentina, Nilda Garré convocó al exilio peronista a unirse y renovarse detrás de una propuesta de peronismo revolucionario que profundizara la denuncia de las violaciones de los DD.HH. de la dictadura, pero asumiendo entre los derechos humanos no sólo la vida y la libertad, sino la salud, el trabajo, la vivienda, la educación (Testimonio Latinoamericano, Abril 1982: 38). Por su parte, Vicente Saadi manifestó que Intransigencia Peronista no consideraba a los exiliados como meros "adherentes", sino como "integrantes plenos". Su función era actuar como "embajadores" de un peronismo de contenido revolucionario, ayudando a desmitificar las caricaturas de la "izquierda infantil" y del "fascismo payasesco" (Testimonio Latinoamericano, Octubre 1981: 38) 2.3. El clivaje autoritarismo-democracia en la trayectoria del peronismo En Barcelona, el debate democracia vs. autoritarismo tuvo un lugar destacado en Testimonio Latinoamericano. Los exiliados peronistas reconocían que tuvieron que atravesar el horror para descubrir a esa "apetecible beldad" largamente desdeñada por el movimiento. Como afirmaba El Kadri, al peronismo le costó asumir que la lucha política de cara al futuro inmediato debía definirse en la oposición dictadura vs. democracia. La memoria de pasadas oposiciones - como la que fracturó a la sociedad en 1955 y colocó al peronismo como el demonio - aún causaba recelos. Sin embargo, después de la Doctrina de la Seguridad Nacional, nadie podía despreciarla, aunque esto no significaba reducirla a un procedimiento formal, sino aspirar a una democracia "de fondo, nacional, con justicia social..." (El Kadri y Rulli, 1984: 81). Desde sus orígenes, Testimonio Latinoamericano se había propuesto "pensar la democracia en profundidad" (Testimonio Latinoamericano, Noviembre/Diciembre 1980: contratapa) y construir una plataforma de lucha antidictatorial. Álvaro Abós afirmaba que la revalorización de la "democracia formal" - vía convocatoria a elecciones - fue el fruto de la feroz tabla rasa que de ella hizo la dictadura (Testimonio Latinoamericano, Julio/Octubre 1980: 19). En segundo lugar, esa reivindicación implicó apostar por la democratización interna del peronismo vía depuración de sus "cúpulas retardatarias" y eliminación de sus "cuerpos malignos" (los herederos de López Rega y la derecha peronista, por ejemplo) y asegurando tanto la "colegialidad rotatoria" como la "representatividad estricta" de los cargos partidarios (Testimonio Latinoamericano, Julio/Octubre 1980: 19, 20). Finalmente, ese revival democrático fue fruto de la evaluación de la responsabilidad del peronismo en el estallido de la violencia en Argentina (Testimonio Latinoamericano, Julio/Octubre 1980: 21). Sin embargo, en Testimonio Latinoamericano, la evaluación de las relaciones entre peronismo y democracia no implicaba aceptar las imputaciones de autoritarismo que Europa y los argentinos europeístas hacían al movimiento. En respuesta a las críticas de Eduardo Goligorsky que señalaba la "falta de pluralismo", el "nacionalismo", el "mesianismo" y el "irracionalismo" peronistas (Testimonio Latinoamericano, Mayo/Junio1980: 26), Ernesto Frers reconciliaba peronismo y democracia. Por una parte, las raíces del peronismo se hundían en la sumisión a la democracia formal.[20] Por otra parte, durante el gobierno de Perón funcionaron normalmente el Parlamento y el Poder Judicial, se convocaron comicios nacionales y locales sin retrasos, fraude o proscripción de partidos opositores (Testimonio Latinoamericano, Julio/Octubre 1980: 29). Las réplicas no tardaron en hacerse oir en la comunidad catalana. Eduardo Goligorsky no sólo puso entre paréntesis el respeto de las instituciones durante los dos primeros gobiernos de Perón (1946-1955), sino que alertó sobre la necesidad de precisar qué entendían los peronistas por democracia.[21] Frers diferenciaba "democracia liberal" o "democracia formal" de la democracia que representaba el peronismo para Argentina. En este sentido, coincidía con Abós y Chumbita que denunciaban a los detractores del peronismo como "eurocéntricos", en tanto pretendían encasillarlo dentro de categorías inmutables y pensadas fuera de Latinoamérica. Frers explicaba que en Argentina, la democracia como principio supuestamente universal y transhistórico, nunca encontró oportunidad de excesiva devoción por parte de las masas (Testimonio Latinoamericano, Julio/Octubre 1980: 30). Frente a esto, Goligorsky enfatizaba que la democracia sólo podía postularse como un valor universal y que su defensa a ultranza no implicaba convertirse en un "colonizado cultural" o un "alienado ideológico", sino haber aprendido de los errores pasados y del horror presente. En este sentido, llamaba a los exiliados a actualizarse "para despojarnos de nuestros prejuicios y mitologías y para aprender los principios elementales del respeto a las mayorías y minorías, del pluralismo, de la humildad, del consenso, de la flexibilidad, de la reconciliación y del diálogo y del seny catalán, que le dicen" (Testimonio Latinoamericano, Noviembre/Diciembre 1980: 34). Testimonio Latinoamericano reconocía que aunque el exilio había enseñado a valorar la democracia incluso en sus aspectos formales, no como simple medio, sino como "necesidad desde el punto de vista de la convivencia social y como un fin desde el punto de vista ético" (Testimonio Latinoamericano, Marzo/Junio 1981: II), los peronistas no debían olvidar que para ellos la democracia era equivalente a participación, pero no sólo en "las urnas", sino también en "la plaza"[22] (Testimonio Latinoamericano, Julio/Octubre 1980: 21). Para los editores de la revista del exilio argentino en Cataluña, la democracia a reconquistar no podía reducirse a vigencia de los derechos humanos - en cuanto a respeto de los derechos a la vida y la libertad -, sino que debía luchar por sus contenidos sociales y económicos. Sin embargo, resituaban en el contexto de la derrota política del ´76 y la posterior represión del Estado Terrorista lo que entendían como la esencia de la "democracia peronista". Álvaro Abós afirmaba la imposibilidad de escindir en un país dependiente, democracia de problema imperialista, porque "las formas políticas se vinculan con un sustrato económico y social" (Testimonio Latinoamericano, Noviembre/Diciembre 1980: 35). 3. El exilio peronista y las elecciones democráticas: de la "intransigencia" a la decepción. A manera de epílogo."Primera reacción post-electoral: ¡Por fin! ¡Llegamos! ¡Parecía imposible!. Segunda reacción: ¡A ver si esta vez sabemos cuidar la democracia!". Con estas palabras, Rodolfo Kuhn, resumía su sentir frente a las elecciones del 30 de Octubre de 1983 (Testimonio Latinoamericano, Julio-Diciembre 1983: 9). Conocidos los resultados de los comicios, los exiliados del peronismo en Cataluña debatieron sobre qué había triunfado y qué había sido derrotado el 30 de Octubre, esto es, cuáles eran las razones del triunfo radical y sobre todo de la derrota peronista. Este debate en el seno del exilio peronista reflejaba la incredulidad y la desazón ante la primera derrota electoral del movimiento en toda la historia argentina. Pero, el asombro por la derrota peronista no sólo invadió a sus militantes. Los votantes del radicalismo y aquellos que no se habían volcado hacia ninguna de las opciones electorales mayoritarias, también se embarcaron en la elucidación del nuevo mapa político. Jorge Rulli - editor de Testimonio Latinoamericano - consideró la derrota peronista como una "sanción ejemplificadora a una mala dirigencia". El pueblo condenó a los asesinos de la Triple A y a los crímenes de Montoneros, pero también al grotesco gobierno de Isabel Perón y a la pervivencia de figuras como Lorenzo Miguel o Herminio Iglesias con sus métodos mafiosos, "patoteros" y cómplices de los militares (Testimonio Latinoamericano, Julio-Diciembre 1983: 7). A juicio de Rulli, el peronismo en 1983 careció de liderazgo, no mostró voluntad de acercamiento a otras fuerzas políticas y sobre todo no logró construir un perfil antidictatorial claro. A diferencia de la forma en que antes de las elecciones los peronistas rescataban que su partido había sido el prototipo de la lucha contra los militares, ahora criticaban su tibieza en el tema DD.HH., el diálogo mantenido por algunos líderes peronistas con los militares durante el Proceso, el "maridaje patriótico" entre peronistas y militares en la guerra de Malvinas y la aceptación de apoyos electorales tan conflictivos como los del P.C., los Montoneros y figuras tan nefastas como Massera, Camps, Acdel Vilas o la empresaria Amalia Fortabat o Monseñor Plaza (Testimonio Latinoamericano, Julio-Diciembre 1983: 8). Finalmente, Rulli criticó la falta de renovación programática expresada en la reedición de lemas de 1973 como "Liberación o Dependencia" y la incapacidad de construir una alternativa adecuada a una Argentina salida del Terrorismo de Estado. Para este exiliado, los peronistas no supieron ver que en 1983 el enemigo era el autoritarismo criminal de los militares y, como en 1973, "confundieron ... los medios con los fines y primó la lucha despiadada por el poder entre los propios compañeros" (Testimonio Latinoamericano, Julio-Diciembre 1983: 8). Vicente Battista - votante de Cámpora en 1973 y de Alfonsín en 1983 - coincidía en que la derrota del peronismo fue producto de haber reeditado en forma "grotesca" en la campaña electoral del ´83, la "trágica caricatura" que fue el último gobierno peronista (Testimonio Latinoamericano, Julio-Diciembre 1983: 9). La autocrítica de Rulli y su diagnóstico de las razones de la derrota del peronismo fueron compartidas por buena parte del exilio peronista. Desde Madrid, Rodolfo Kuhn reclamaba una urgente depuración del peronismo de la "burocracia" y la "patota sindical" (Testimonio Latinoamericano, Julio-Diciembre 1983: 9). Vicente Battista consideró que la derrota del peronismo no implicaba que ya no fuera capaz de encarnar el proyecto nacional-popular para la Argentina. Esa derrota sólo fue producto de una campaña sin ideas de futuro, anclada en la nostalgia de Perón y Evita pero sin la visión de proyecto que ellos tuvieron, la falta de democratización interna, la persistencia de rémoras del pasado más nefasto del movimiento y el escaso énfasis en reivindicaciones democráticas y la no articulación de un claro discurso antidictatorial (Testimonio Latinoamericano, Julio-Diciembre 1983: 10). Mientras tanto, Hugo Chumbita, director de Testimonio Latinoamericano, recordaba que al iniciarse el tiempo electoral, el peronismo tenía la misma intención de voto que antes de la dictadura, hecho que sorprendía teniendo en cuenta el descalabro del gobierno de Isabel. Desde su perspectiva, el peronismo incurrió en tres errores fundamentales: 1. No logró resolver sus contradicciones internas y las derivadas de la muerte de Perón, la crisis de liderazgo y la falta de depuración interna y en cambio se empeño en cimentar una unidad haciendo concesiones a personajes espurios, matones sindicales, etc.; 2. Fue incapaz de construir alianzas. Encerrado en su individualidad partidaria, no supo transitar por una política de "frentes" que hubiera permitido atraer como en el ´73 a la juventud y a los sectores medios; y 3. Tuvo una posición ambigua y llena de indefiniciones respecto a las FF.AA., la política de DD.HH. y el enjuiciamiento a los militares partícipes en la represión estatal. Aunque no dudaba sobre el perfil antidictatorial del peronismo, Chumbita reconocía que no supo mostrar que habían logrado resolver las contradicciones que implicó la "lucha de bandas que se desencadenó en su seno a partir de la desafortunada infiltración de Montoneros" (Testimonio Latinoamericano, Julio-Diciembre 1983: 5). Referencias bibliográficas - ARBELOS, Carlos y Alfredo ROCA, Los Muchachos Peronistas. Historia para contar a los pibes, Madrid, Emiliano Escolar Editor, 1981. - ARBELOS, Carlos y Alfredo ROCA, Argentina. Proceso a la violencia, Valencia, Círculo de Investigación Social para Latinoamérica (C.I.S.P.L.A.) y Centro Argentino de Estudios Políticos (C.A.E.P.), 1983 - BONASSO, Miguel, Diario de un clandestino, Buenos Aires, Planeta, 2000. - EL KADRI, Envar y Jorge RULLI, Diálogos en el exilio, Buenos Aires, Foro Sur, 1984. - GUTMAN, Daniel, Tacuara. Historia de la primera guerrilla urbana argentina, Buenos Aires, Vergara, 2003 - SCIPIONI, Néstor, Las dos caras del terrorismo, Barcelona, Círculo de Estudios Latinoamericanos, 1983. Fuentes periodísticas La Vanguardia, Barcelona Resumen de Actualidad Argentina, Madrid, Club para la Recuperación Democrática. Testimonio Latinoamericano, Barcelona, Círculo de Estudios Latinoamericanos.
[*] Dra en Historia (UAB). Profesora de Historia de la Historiografía y Metodología de la Investigación Histórica en el Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca, Argentina). Núcleo de Estudios sobre Memoria (Instituto de Desarrollo Económico y Social -IDES, Buenos Aires). [1] En Marzo de 1973 y tras 18 años de proscripción, el peronismo recuperó la presidencia con Héctor Cámpora, que preparó el regreso definitivo de Perón y su triunfo en las elecciones presidenciales de Setiembre de 1973. Tras la muerte de Juan D. Perón el 1 de Julio de 1974 se hizo cargo del ejecutivo su esposa y vicepresidente María Estela Martínez de Perón, "Isabelita". [2] Tras su regreso al país, Perón intentó desligarse de aquellos cientos de jóvenes que confiaban en el potencial revolucionario del peronismo y habían apoyado la vía armada. Recuperando el discurso de la conciliación de clases, Perón sustentó la depuración de las figuras del peronismo de izquierda que ocupaban cargos importantes en distintas esferas estatales (gobiernos provinciales, ministerios, universidades, etc.). Si la masacre de Ezeiza fue el origen, y la ruptura de Perón con Montoneros en la Plaza del 1º de Mayo de 1974 un punto de inflexión, la muerte del líder (1/7/1974) sólo profundizó este proceso de aislamiento y persecución de la izquierda peronista perpetrado por organizaciones paraestatales como la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). [3] Editada entre 1980 y 1983 por Álvaro Abós, Hugo Chumbita y Jorge Bragulat, Testimonio Latinoamericano fue una instancia para construir lazos entre los pueblos latinoamericanos desde la crítica, el testimonio, la indagación y el proyecto y, al mismo tiempo, cimentar o resignificar relaciones entre los desterrados y el Viejo Continente. Como publicación militante por la democracia, las causas populares, el peronismo, el cambio social y la liberación del continente, T.L. convocó a argentinos, latinoamericanos, catalanes y europeos interesados en repensar los problemas comunes de los países del subcontinente americano, desde la especificidad de su proceso histórico y desde la distancia, a veces comprensiva o integradora y otras, irónica, miope o malintencionada. Plantearon 3 ejes de reflexión: 1. Latinoamérica, 2. El exilio, y 3. Los movimientos populares latinoamericanos (Testimonio Latinoamericano, Noviembre/Diciembre 1980: contratapa). [4] Miguel Bonasso explicaba que en un encuentro con el Partido Socialista Francés, Leonel Jospin le preguntó " Qu´est que c´est le peronisme?" Recordaba Bonasso : "Me vi en figurillas para explicárselo en mi francés del secundario. Aunque no sé si hubiera podido hacerlo en español. Con cortesía le dije que para él sería difícil entenderlo, porque era cartesiano y el peronismo, no. Le expliqué que éramos como los árabes, que un día se besaban y al siguiente se cagaban a tiros" (Bonasso, 2000: 311). [5] Varios miembros el de la cúpula de Montoneros en el exilio se manifestaron a favor de las acciones emprendidas por el gobierno militar que por una vez estaba en consonancia con el sentir mayoritario del pueblo argentino (Resumen de Actualidad Argentina, 31/5/1982). [6] Organización unitaria del exilio creada en 1978 e integrada por argentinos de todas las formaciones políticas opositoras a la dictadura. [7] De esos debates merece destacarse el que protagonizaron Eduardo Goligorsky y Abel Posse en Mayo de 1982 en La Vanguardia y también el que se desplegó en Testimonio Latinoamericano a partir de las intervenciones de Hugo Chumbita y Álvaro Abós contra Eduardo Goligorsky, Mariano Aguirre, Carlos Barral y varios periodistas catalanes y europeos. [8] Los Muchachos Peronistas. Historia para contar a los pibes. Madrid, Emiliano Escolar Editor, 1981. [9] La historia militante de Roca y Arbelos se remonta a los orígenes del peronismo en 1943 y atraviesa los años ´60 con la formación de la Juventud Peronista de El Kadri, Rulli o Rearte, la decisión de formar parte de la primera guerrilla urbana argentina - Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara - los frustrados planes de tomar las Malvinas (Operación Rivero) o de crear una guerrilla rural en Misiones y Formosa (Operativo Yacaré), el asalto de Tacuara al Policlínico Bancario (29/8/1963), la incorporación al peronismo revolucionario y su crítica al giro militarista en 1972. La historia de represión también tenía orígenes lejanos y se ligaba a la persecución sufrida por el peronismo después de la Revolución Libertadora(golpe militar de setiembre 1955), luego durante el Plan CONINTES, el cruce de la frontera por Paso de los Libres, la huida a Montevideo, la detención en Argentina (22/7/1964), la cárcel, la sentencia por el caso del Policlínico Bancario, el beneficio de la amnistía de 1973 y finalmente por la acción de la Triple A (Arbelos y Roca, 1981; Gutman, 2003). [10] Si bien el libro fue publicado en Buenos Aires (1984), en su origen estaban las conversaciones entre Envar El Kadri y Jorge Rulli desde sus ciudades de exilio (Málaga, 7-21 de Julio de 1983) y (París, 14/10-1/11/1983). Su impacto en Cataluña fue importante en tanto los editores de Testimonio Latinoamericano participaron en debates con aquellos ex militantes de las Fuerzas Armadas Peronistas( F.A.P.) en los últimos años del destierro. Las F.A.P., continuadora de la Resistencia Peronista, pasaron a las armas preparando un foco guerrillero en Tucumán (Taco Ralo) durante el gobierno constitucional de Arturo Illia. Derrotado el foco (1968), las F.A.P. marcharon a su disolución en 1973. Por entonces, criticaron duramente a Montoneros y E.R.P. por el giro militarista y reclamaron una tarea política de organización de las bases. [11] El libro - escrito en 1980 - fue presentado en la Ciudad Condal a principios de 1983. Editado por el Círculo de Estudios Latinoamericanos de Barcelona, con prólogo de Aníbal Iturrieta - otro exiliado peronista residente en Madrid - fue distribuido junto al número 19/20 de la revista Testimonio Latinoamericano. [12] Néstor Scipioni fue parte de la generación que en los años ´60 se sintió atraída por la Revolución Cubana, rompió con la izquierda tradicional y propició - en su caso desde la militancia estudiantil - la vía armada para conquistar el poder. Incoporado al Peronismo de izquierda, en 1973 ocupó el cargo de decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba. Después del golpe tuvo que refugiarse en Bélgica, donde participó en la denuncia de las violaciones a los DD.HH. en Argentina en particular, pero también en otros países del área capitalista y socialista. Murió en Barcelona en 1981. [13] Resumen de Actualidad Argentina fue el órgano del Club para la Recuperación Democrática de Madrid que reunía a militantes de las más diversas filiaciones, pero a título personal, entre ellos ex Montoneros, ex P.R.T., radicales, peronistas, socialistas, ex P.C. críticos, etc. La revista fue dirigida por Carlos Aznárez que en el pasado había participado junto a Arbelos y Roca de Tacuara, se incoporó más tarde al peronismo revolucionario y luego tuvo que salir del país. [14] Jorge Rulli fue miembro de la Resistencia Peronista y un actor privilegiado del movimiento armado que luchó por el retorno de Perón em 1973. Luego de sufrir cárcel y tortura, marchó al exilio donde se sumó al movimiento de Derechos Humanos. [15] Desde la agrupación Intransigencia Peronista, Nilda Garré llamaba a los exiliados a "... transformarse en embajadores en cada país en donde estén y ante todos los sectores políticos, culturales, periodísticos, económicos, sociales, etc. para llevar la imagen del peronismo, su contenido, sus banderas revolucionarias, desmitificando un poco esas caricaturas o de izquierda infantil o de fascismo payasesco con que alguna vez nos han caracterizado en otros países [...]" (Testimonio Latinoamericano, Octubre 1981: 38). [16] Abós y Chumbita polemizaron con Eduardo Goligorsky sobre la naturaleza "revolucionaria" del peronismo. Mientras los editores de Testimonio consideraban que en un país dependiente lo revolucionario era subvertir esa estructura de explotación imperialista (Testimonio Latinoamericano, Noviembre/Diciembre 1980: 35), Goligorsky afirmaba que el peronismo nunca modificó el régimen de propiedad de la tierra y sólo implicó una redistribución limitada de los ingresos (Testimonio Latinoamericano, Noviembre/Diciembre 1980: 34). [17] El 17 de Julio de 1980 se constituyó la Agrupación Peronista de Barcelona. Su propósito era contribuir desde el exterior a la "creciente actividad política y sindical en el interior del país". Asumiendo la necesidad de hacer del peronismo la "herramienta actual contra la dictadura por la recuperación de la democracia y la soberanía popular", la Agrupación asumía la crisis sucesoria que vivía el Partido Justicialista y la necesidad de una renovación de sus líderes tras un proceso de elecciones internas democráticas. Esta iniciativa hacia la "unidad del peronismo" no era incompatible con la existencia de corrientes internas. Se planteaba como una "unidad para la acción y no como un mero amontonamiento para la discusión". Esta agrupación del peronisno catalán se reclamaba heredera del "único peronismo" y rechazaba la existencia de un "peronismo revolucionario" y un "peronismo burgués". En concreto, sus objetivos prioritarios eran difundir la "verdadera imagen del peronismo tan confundida en Europa por la postura de la izquierda tradicional y la versión que la oligarquía argentina difundió a través de sus voceros, fortalecer los contactos culturales, gubernamentales, políticos y sindicales del Justicialismo con Cataluña, extender el peronismo en el exterior, denunciar a la dictadura, consolidar las relaciones con todas las agrupaciones peronistas en el exilio y con los compañeros en el interior (Agrupación Peronista de Barcelona, Febrero 1982. Presentación. Barcelona). [18] Destinado a promover la cultura y la producción intelectual y artística del exilio latinoamericano en Cataluña, el Centro fue creado a mediados de 1981 por el exilio peronista cercano a Intransigencia Peronista. [19] Nilda Garré era la esposa de Manuel Abal Medina, ex dirigente de la Juventud Peronista, asilado junto al ex presidente Cámpora en la embajada de México en Buenos Aires desde el 29 de Abril de 1976. [20] Se refería a que en 1946, 1952 y 1973 el peronismo accedió al poder ganando mayoritariamente las elecciones. [21] Dos militantes peronistas afirmaban que el golpe de 1976 como los de 1955 y 1966 pretendieron silenciar a las mayorías populares y borrar su expresión política, el peronismo. En este sentido, el peronismo fue una víctima de la dictadura. Pero, por otra parte, reconocían que el peronismo cometió errores en el pasado y violentó la democracia desde la "intolerancia", "el autoritarismo", la "dedocracia", el "abuso del poder" y la "falta de respeto de las minorías" (Arbelos y Roca, 1983: 9). [22] Se refería a las concentraciones multitudinarias del peronismo en la Plaza de Mayo.
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