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HISPANIA NOVA Revista de Historia Contemporánea Fundada por Ángel Martínez de Velasco Farinós ISSN: 1138-7319 DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998 |
NÚMERO 3
(2003)
DOSSIER
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"Sin echar por tierra en todas partes el coloso del despotismo, sostenido por los fanáticos y monopolistas, jamás podremos recuperar nuestra dignidad. Para esa empresa es indispensable que todos los pueblos donde se habla castellano aprendan a ser libres, a conocer y practicar sus derechos…" Xavier Mina, 1816. Creo que está llegando el momento de plantearse la recuperación de un personaje navarro injustamente olvidado por la historiografía española, pero al que he dedicando algunos años de investigación[1]. Incluso en su tierra natal, las referencias de escritores e historiadores navarros sobre Mina se reducen a las obras de Andrés Martín (1819), Hermilio de Olóriz (1910), Javier Ibarra (1953), José María Iribarren (1965 y 1967), Francisco Miranda (1977), Esteban Orta (1979) y Jaime del Burgo (1992) casi todas ellas de caracter general, así como referencias menores en otros textos relativos a la época de la guerra de la Independencia, como los de Mina Apat, de la Torre, del Río[2], etc. Se puede destacar, por su interés, la entrada "Mina Larrea, Martín-Javier de", en la Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco (1990) y la misma entrada en el Diccionario de Vascos en México, de menor entidad. No se deben olvidar, a pesar de sus inexactitudes, las "memorias" de Espoz y Mina (editadas por BAE en 1962). El ensayo que he publicado en la revista Huarte de San Juan[3], permite hacer un recorrido completo en torno a la confusión generalizada entre Mina (Xavier) y Espoz (Francisco), tanto en los textos como en la iconografía entre ambos, así como por la casi totalidad de las referencias en la historiografía española y no española de Xavier Mina. Quizá de entrada no estaría mal que nos acostumbrásemos a reproducir su nombre con la grafía que él mismo empleó en todos sus escritos. Xavier Mina es un eslabón perdido, desgraciadamente olvidado, en el proceso de desarrollo del primer liberalismo español, cuya ausencia ha dado lugar a la distorsión o el error de interpretación de algunos sucesos importantes en la historia de la segunda década del siglo XIX. Relacionar alguno de estos hechos no resultaría difícil: Su papel innovador en un fenómeno tan decisivo como fue la creación del "Corso Navarro", en el marco del reglamento de 28 de diciembre de 1808[4]. La visión estratégica de la guerra frente al invasor, lo que le llevó a proponer el establecimiento de un corredor terrestre que llegara hasta el golfo de Vizcaya, en febrero de 1810. Su caída en Labiano y el inusual trato que recibió de los generales franceses, así como la decisión de Napoleón de concederle la condición de "prisionero de Estado", y su encierro en el castillo de Vincennes, cerca de París. Se desarrolló entonces el largo proceso de su conversión liberal y revolucionaria, bajo la tutela de Victor Lahorie[5] de reeducación intelectual y en las artes militares, que se prolongó a lo largo de cuatro años. El regreso de Xavier a Navarra en mayo de 1814 constituyó un acontecimiento personal y político de evidente interés, como lo fue la estancia en Madrid, junto con su tío, durante el mes de julio de 1814, aprovechada para frecuentar las tertulias de la oposición a Fernando VII, saborear la popularidad recién acuñada de los héroes de la guerra y los sinsabores de los derrotados tras el golpe de Estado del monarca, que acabó con el régimen constitucional. El levantamiento o "pronunciamiento" de Pamplona, en septiembre de ese año, tan mal estudiado por los historiadores españoles, que siguen a Comellas a pie juntillas[6] con la excepción de Fontana[7] y, entre los historiadores navarros, del Río[8] y de la Torre[9], no se puede explicar sin tener en cuenta el protagonismo y las actividades de Xavier Mina y sus seguidores en el interior de la plaza. Las conexiones entre Pamplona y los demás comprometidos en la conspiración antifernandina se encuentran en otros lugares de la península, pero también en cierta red exterior, uno de cuyos cabos lo constituyó Marchena[10] en Perpignan. Es necesario revisar el juicio parcial y precipitado de Iribarren en relación con el interrogatorio a que fue sometido Mina en Pau y sus declaraciones, recogidas en cartas a sus superiores por el jefe de policía de esa ciudad. Sigue en la más oscura de las nebulosas el largo periodo de seis meses que pasó en Blaye, Burdeos y Bayona, en un semi-encierro, rodeado de oficiales en el exilio, afrancesados huídos de España y espías del virrey Ezpeleta y del general Aréizaga, además de ciertos colaboradores de José Palafox[11]. Es una etapa de exaltación constitucionalista, de rechazo del absolutismo fernandino, de conversaciones y conspiraciones, entre las que destacaba el apoyo a los planes del general Porlier en Galicia[12]. El regreso de Napoleón a Francia le obligó a acelerar su traslado a Londres, acompañado de algunos oficiales, con el propósito de intensificar y ampliar los apoyos exteriores a Porlier y la extensión de la estrategia antifernandina a las demás regiones. A Londres llegó sin ningún problema, vía Bilbao y Bristol, y enseguida se comunicó con Lord Castlereagh, Secretario de Relaciones Exteriores, con Blanco White[13] y, a través de éste, con Lord Russell y Lord Holland. Se conocen mal sus andanzas por Londres y los contactos que estableció con Flórez Estrada, Javier y Tomás Istúriz, el conde de Toreno y los americanos López Méndez, Sarratea, del Real y Palacio Fajardo, además de los mexicanos Fray Servando y los hermanos Fagoaga[14]. En Londres, trabajó inicialmente en la ayuda exterior al pronunciamiento de Porlier, contando con el apoyo de los whigh ingleses, pero desde los primeros meses se dejó seducir por la invitación de sus amigos americanos, que le propusieron encabezar una expedición militar a favor del general José María Morelos y de la insurgencia mexicana frente al despotismo de Fernando VII. He encontrado las cartas y documentos que permiten conocer el desarrollo de estos hechos, a lo largo del año completo de estancia de Mina en Londres, entre abril de 1815 y mayo de 1816[15]. Fue un año de intensa actividad intelectual, contactos, encuentros y conspiraciones, con el núcleo amplio del liberalismo español y americano de Londres, en el que figuraban todas las tendencias, desde el moderado Blanco White hasta el radical Flórez Estrada[16], el autonomista Sarratea, el independentista Fray Servando o el constitucionalista Fagoaga. La lectura de los textos de Mina me ha permitido descubrir una línea argumental que sigue con fidelidad el pensamiento de Flórez Estrada, cuyo liberalismo radical en sus años de Londres merecería mayor atención del que se le ha prestado. La simpatía y la confianza que emanaban de Mina, añadidas a su juventud y la noticia de sus hazañas guerrilleras, le rodearon de una aureola arrolladora, que le abrieron todas las puertas, especialmente las de la "Holland House", donde tuvo ocasión de entrevistarse varias veces con Lord Holland, el bibliotecario John Allen y sobre todo con Lord Russell, joven como él y apasionado en favor del constitucionalismo gaditano. En la casa de los Holland se encontró con el general Winfield Scott, héroe estadounidense, amigo de James Monroe, que le ofreció su apoyo personal en los Estados Unidos. La Expedición[17] organizada en Londres, con el apoyo económico de Lord Holland y sus amigos, tanto ingleses como españoles y americanos, adquirió un claro tinte internacionalista liberal. La integraban españoles, ingleses, franceses, italianos, irlandeses y algunos oficiales recién desmovilizados, y pretendía la integración de una serie de mandos y de cuadros, capaces de servir de estructura básica organizativa de amplios cuerpos de ejército en tierras de Nueva España, al servicio de Morelos, dispuestos para enfrentarse a las tropas realistas y decididos a asestar un golpe decisivo a los defensores del absolutismo en América y en España. Resulta evidente que la diversidad de intereses e intenciones que compartían participantes y promotores, dió lugar a una mezcla de objetivos y finalidades diferentes. Sin embargo, está claro que tanto Mina como Flórez Estrada, que aparece en uno de los documentos como el "literato" que iba a acompañar la Expedición, se planteaban como objetivo la restauración de la Constitución abolida por Fernando, a la vez que se intentaba conseguir la autonomía de las provincias americanas, desarbolando los apoyos trasatlánticos de la camarilla del rey, pero también los mercaderes, "los empleados y los monopolistas" como calificaba Mina a los comerciantes de Cádiz en una de sus proclamas[18]. "La causa de los americanos es justa, es la causa de los hombres libres, es la de los Españoles no degenerados", repite una y otra vez. La definición más exacta de lo que pretendía aparece en esta frase: "Ellos (el rey, los empleados y los monopolistas) dicen que la España no puede existir sin la América; y esto es cierto si por España se entienden ellos, sus parientes, amigos y favoritos, porque emancipada la América no habrá gracias exlusivas, ni venta de gobiernos, de Intendencias y demás empleos de Indias; porque abiertos los puertos americanos a las naciones extrangeras el comercio pasará a una clase más numerosa e ilustrada; y porque libre la América revivirá induvitablemente la industria española…". Dotado de una estructura de apoyo suficiente, aunque todavía incompleta, lo que le obligaba a mantener abierto el proyecto londinense, que se llegó a empalmar con una segunda y malograda expedición al mando del general Mariano Renovales[19], Mina partió hacia Estados Unidos en mayo de 1816 a bordo del "Caledonia", un hermoso navío repleto de armamento y dotado de pertrechos militares. He reproducido la correspondencia entre Mina y Lord Holland, en la que aparecen los detalles de sus primeras actuaciones y contactos en tierras de América. En Baltimore, Filadelfia, Nueva York y otras ciudades, Mina y Fray Servando Teresa de Mier encontraron el apoyo de los liberales hispanoamericanos allí refugiados, como Manuel Torres y Pedro Gual, pero sobre todo el entusiasmo del general Scott y sus amigos, que engrosaron las filas de los cuadros militares en formación. También se enfrentaron a la oposición del embajador español don Luis de Onís y a su equipo de confidentes y espías, que trataron de impedir cualquier intento de apoyo a la insurgencia. Mina supo moverse con seguridad y confianza, completó sus cuadros de mandos, incorporó algunos barcos a su flota inicial y partió tres meses después rumbo a Puerto Príncipe, la capital de Haití. En Puerto Príncipe se encontró con Simón Bolívar[20] a quien había escrito y trataba de incorporar a sus planes de desembarco en México. También esperaba el apoyo de los delegados de los insurgentes mexicanos y del general Pietón, presidente de la nueva República. Tras entrevistarse varios días con Bolívar, en casa del comerciante inglés Robert Sutherland que más tarde relató estos encuentros, Xavier partió hacia Galveston, en tierras de Texas, sin convencer al Libertador. Pero contaba con algunos de sus ayudantes (Montilla, Infante, Revenga) y, sobre todo, el apoyo de la flota corsaria del comodoro Aury, puesta bajo pabellón mexicano con base en Galveston. Está por investigar la trama realista en Estados Unidos y el Caribe[21] montada sobre el triángulo que formaban Luis de Onís, embajador en Estados Unidos, el virrey de Nueva España y el gobernador de Cuba, apoyados en una extensa red de cónsules, confidentes y espías, el más famoso de los cuales fue el cura Antonio Sedella en Nueva Orleans, que había sido capaz de convertir a Juan Mariano Picornell e incluso al ex diputado por Santo Domingo José Alvarez de Toledo, que se decía "general de la insurgencia mexicana en el exterior". Alvarez de Toledo, dominado por la envidia y el odio a Mina, trató por todos los medios de impedir el éxito de la expedición a Nueva España y comunicó todo cuanto sabía al embajador Onís. Es importante conocer lo que aconteció en Galveston. Al llegar Mina a la base naval de Aury, se encontró con la confirmación de las calamidades y desastres caídos sobre los insurgentes mexicanos, empezando por la muerte de Morelos y la dispersión del Congreso Mexicano, perseguido por los realistas. La llegada a Nueva España de Ruiz de Apodaca, el nuevo Virrey con imagen de moderado y dispuesto a aplicar medidas de perdón, favoreció el decaimiento de la insurgencia, que entró en un periodo de horas bajas. Mina esperaba encontrar en Galveston a José Manuel Herrera, el plenipotenciario mexicano ante el Congreso norteamericano, pero Herrera había sido incapaz de pasar de Nueva Orleans y decidió regresar a Nueva España. Afortunadamente llegó a Galveston Ortíz de Zárate, secretario de Herrera y con él Mina se comprometió a continuar un proyecto tan laboriosamente preparado. También recibió una carta del general Guadalupe Victoria, animándole a desembarcar en México y ofreciéndole su colaboración. Victoria fue más tarde el primer Presidente constitucional de la República Mexicana. La historia del desembarco en las costas de Tamaulipas y sus acciones de guerra a lo largo de ocho meses de campaña, hasta noviembre de 1817, ha sido profusamente contada[22] en los libros de historia de México y por algunos historiadores estadounidenses, que siguen con fidelidad el texto de Robinson, publicado en Filadelfia en 1821 y en español en Londres en 1824, traducido por José Joaquín de Mora. Por mi parte, he rescatado de los archivos las dos narraciones más inmediatas, el Journal of the Expedition… de Brush y la Sucinta noticia… de Webb, fechados ambos en 1819[23]. La campaña militar de Mina en Nueva España, peleando contra la adversidad y tanto frente a enemigos como a competidores de su propio bando, bien conocida en México, está por contar en España y sólo Esteban Orta se refiere a ella sucintamente. En esta campaña se compendian la brillantez del estratega, el valor del jefe militar, la capacidad de convencimiento y disuasión del político, la generosidad del caballero, la humanidad del hombre de honor. Ganó y perdió, pero cuando tuvo que enfrentarse al momento decisivo de su carrera, lo hizo con dolor y quizá arrepentimiento de los errores cometidos. Resulta extremecedor comprobar la similitud de situaciones que tuvo que experimentar, tanto en la insurgencia mexicana como en las guerrillas de Navarra. Mina escribió algunas Proclamas y bastantes cartas[24] a través de cuyo texto se pueden recorrer las diversas etapas de su vida, los hechos y sucesos en los que intervino, su manera de entender la realidad americana y los propósitos y determinaciones que le llevaron a participar en las luchas por la independencia y por la libertad. Es una de estas proclamas escribió: Si la emancipación de los americanos es útil y conveniente a la mayoría del pueblo español, lo es mucho más por su tendencia infalible a establecer definitivamente gobiernos liberales en toda la extensión de la antigua monarquía. Sin echar por tierra en todas partes el coloso del despotismo, sostenido por los fanáticos y monopolistas, jamás podremos recuperar nuestra dignidad. Para esa empresa es indispensable que todos los pueblos donde se habla castellano aprendan a ser libres, a conocer y practicar sus derechos… La patria no está circunscritpta al lugar en que hemos nacido sino, más propiamente, al que pone a cubierto nuestros derechos personales. Mina pasó por México como un relámpago, en la imagen feliz del historiador mexicano Lucas Alamán[25], un torbellino de gloria y esperanza, extinguido demasiado pronto. En realidad había llegado con un año de retraso y muy distinto hubiera sido su papel y el de la famosa expedición, "Los 300 de Mina" como la llamó Lord Byron, si su desembarco hubiera tenido lugar en vida de Morelos y en la época de plenitud del Congreso de Apatzingán. Por otra parte, los intentos de apoyo exterior, que se le iban a prestar desde Estados Unidos y Londres fracasaron. Los estadounidenses estaban preocupados por firmar un "Tratado de fronteras" con España, lo que se hizo en 1819 (Tratado Onís-Adams) y en cuanto a la segunda expedición londinense, preparada en torno al general Renovales, constituyó un completo fiasco debido a la traición del general, que prefirió entregar armas y bagajes a los representantes del rey Fernando en Nueva Orleans y Cuba. ¿Por qué en España se olvidaron las hazañas de Mina tan pronto? Es curioso comprobar que un primer momento de gloria póstuma, al publicarse en Londres la obra de W.D. Robinson, coincidió con la llegada de la segunda oleada del exilio liberal, tras el fracaso del Trienio y concretamente el arribo a Inglaterra de Francisco Espoz, en olor de multitudes. Espoz se apresuró a publicar el Breve extracto de la vida del general Mina, en español y en inglés[26] en cuyo texto, por extraño que resulte, no aparece ni una sola mención a su sobrino. Blanco White, en cambio, elogió sin reservas la obra de Robinson y se refirió a la vida de Xavier en el amplio comentario que publicó en Variedades o Mensajero de Londres (1824) considerándola como la historia triste, aunque interesante, de Mina el Joven. Al final de un largo texto, concluía: Así acabó su breve pero brillante carrera este magnánimo joven. Tempranos y dignos de mejor suerte fueron los grandes méritos que contrajo luchando contra la tiranía. Su nombre será grato a los amantes de la libertad; pero es ciertamente mui lamentable que sus generosos esfuerzos en América pertenezcan al número de los malogrados. El redescubrimiento de la figura y del papel de Xavier Mina, en el proceso de desarrollo del temprano liberalismo español y su protagonismo en la formación y derrota de la primera Expedición de carácter liberal, anunciaba lo que llegaría a ser unos años más tarde el movimiento internacionalista liberal, tan escasamente estudiado. La Expedición, en realidad, prefiguraba una auténtica fuerza internacional de intervención exterior en los conflictos internos, en las luchas por la libertad y contra toda forma de absolutismo, que se multiplicaron a lo largo del siglo XIX. Más tarde, en pleno siglo XX, su memoria empezó a recuperarse gracias a las obras de los mexicanos Martín Luis Guzmán, Mariano Azuela y Ramos Pedrueza[27], continuadas por el historiador estadounidense Harris G. Warren[28] y el español exiliado en México José María Miquel i Vergés[29]. En época más reciente han escrito amplias referencias sobre Mina los navarros José María Iribarren y Esteban Orta, en obras ya citadas, así como las historiadoras Angels Solà y Guadalupe Jiménez Codinach, de las que también se ha hecho referencia. La publicación más reciente es mi obra Xavier Mina, guerrillero, liberal, insurgente[30]. Espero que muy pronto (2003) aparezca en México la "biografía completa" que he entregado para su publicación a la Editorial Porrúa. No tiene por qué extrañar que Pablo Neruda, en Canto General[31] le dedicara una de sus canciones: Mina, de las vertientes montañosas llegaste como un hilo de agua dura. España clara, España transparente te parió entre dolores, indomable, y tienes la dureza luminosa del agua torrencial de las montañas. A América lo lleva el viento de la libertad española… Notas
Manuel Ortuño Martínez |