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HISPANIA NOVA Revista de Historia Contemporánea Fundada por Ángel Martínez de Velasco Farinós ISSN: 1138-7319 DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998 |
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Francisco ESPINOSA, La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz, Barcelona, Crítica, 2003, 559 págs, por Sergio Gálvez (Universidad Complutense de Madrid)
Entre las grandes novedades editoriales aparecidas en el 2003 hay que destacar la obra de Francisco Espinosa La columna de la muerte, ya que supone uno de los ejercicios historiográficos más completos y serios, que sobre la Guerra Civil Española se ha realizado en los últimos años. El profesor Josep Fontana nos avisa en el prólogo de la extraordinaria importancia que tiene el libro, para recuperar una parte de la historia de la Guerra Civil, como es la toma de Badajoz en agosto de 1936, apenas conocida a través de las leyendas y tópicos, que la historiografía (neo) franquista ha transmitido, y sigue manteniendo. La columna de la muerte parte de una preocupación básica, a parte de la estrictamente histórica, como es recuperar para la actual sociedad democrática los lugares de la memoria (o como denomina el autor para el caso de España, los lugares del olvido). En el caso estudiado se trata de la plaza de toros de Badajoz (recientemente derribada para usos inmobiliarios), en donde se llevó a cabo una de las mayores matanzas de la Guerra Civil Española, por parte de las tropas fascistas sublevadas, todo ello dentro de un plan de exterminio meticulosamente elaborado. El libro consta de cinco capítulos, y un anexo impresionante, que ocupa más de la mitad de la obra, con los nombres de miles de personas que estuvieron implicadas en los hechos relatados, y que supone, por si mismo, una labor titánica para una obra que no contó en ningún momento con ayudas o becas. La presencia de esta enorme cantidad de nombres y apellidos de los personajes en el relato de los hechos, introduce un factor de realidad y cercanía a los mismos, raramente practicado en la historiografía. En la primera parte, se desarrolla el objetivo propuesto por el autor (ampliamente conseguido), que es explicar el funcionamiento de la columna militar del ejército franquista, que recorrió la ruta de Sevilla a Badajoz, dirigida a Madrid en última instancia. F. Espinosa explica magistralmente tanto sus orígenes, su composición (donde el elemento clave serán las fuerzas militares de los legionarios y moros, trasladados a la Península Ibérica a los pocos días del golpe de estado), como la evolución de los acontecimientos, pueblo a pueblo, dando en cada uno los nombres de todos aquellos que se vieron involucrados. Demostrando, a pesar de la amplia aceptación historiográfica que ha tenido hasta ahora la idea opuesta, que ni mucho menos fue un camino fácil de recorrer, sino que por el contrario la columna encontró una fuerte oposición, en aquellos pueblos donde después del golpe del 18 de julio se mantuvo la legalidad republicana. Esta exposición de acontecimientos, ocupa el primer y cuarto capítulo del libro, donde se termina supeditando el recorrido geográfico al cronológico. En este recorrido, se muestra las dos formas de concebir la guerra por parte de cada uno de los bandos implicados. Entre los frentepopulistas la represión se limitó a la detención de los caciques, falangistas, curas y demás elementos antilegalistas, en donde no hubo nunca, salvo las excepciones señaladas, voluntad de exterminio. Incluso se puede afirmar que el relato que hace el autor, sobre las penas a cumplir por los detenidos, muestra la falta de iniciativa y de realismo político, en el comienzo de la Guerra Civil, que tuvo las autoridades republicanas, lo que provoca al lector una sensación de impotencia. Mientras que la columna de la muerte nunca necesitó de violencia para iniciar la primera matanza, como refleja el autor. Pero como señala F. Espinosa es precisamente esta inexistencia del "terror rojo", la que obligó al ejército franquista a la creación de las leyendas y tópicos mantenidos durante los largos años de la dictadura y buena parte del periodo democrático actual. En la segunda parte (capítulo segundo y tercero), el autor desarrolla el núcleo del trabajo, expone el camino recorrido por la columna de la muerte, su paso por los diferentes pueblos, así como la ocupación de la ciudad de Badajoz. Dejando para el último bloque (capítulo quinto), un balance sobre la matanza de Badajoz, y el tratamiento historiográfico dado a la cuestión. Detengámonos ahora en el capítulo V, "El 14 de agosto en Badajoz, entre la historia y la leyenda", eje vertebrador del libro, en mi opinión. F. Espinosa comienza haciendo un repaso de las únicas pruebas documentales existentes sobre lo que ocurrió tanto el 14 de agosto como en los siguientes días, como fueron los relatos de los periodistas que cubrieron la noticia, especialmente las crónicas del periodista portugués Mário Neves. De tal modo que, como señala F. Espinosa "la conclusión es siempre la misma: la operación sobre Badajoz fue magnificada con el objetivo de justificar la masacre" (pp. 255). El recorrido que hace el autor por las crónicas (que terminarían siendo censuradas a los pocos días ante la gravedad de los sucesos, por los mandos militares dirigidos por Yagüe), son tan extremadamente duras, dada la barbarie ocurrida en la matanza de Badajoz, que hasta el lector más experimentado, tiene que parar por unos momentos la lectura, y reflexionar sobre la condición humana, y el odio que demostraron los vencedores con sus enemigos. La crudeza del relato de los ametrallamientos de cientos de prisioneros en la plaza de toros, con los mandos militares y autoridades asistiendo al evento, acompañados de banda de música, son tan espeluznantes como muchos de los relatos ofrecidos por los supervivientes de los campos nazis. Pero el capítulo V aporta otras dos cuestiones esenciales. La primera de ellas es un estado de la cuestión sobre el tema de análisis, incidiendo especialmente en la crítica de las obras (la gran mayoría publicadas en los años 80 y 90, véase al respecto el de Ramón Salas Larrazábal, La represión roja en Badajoz) que siguen negando la matanza de Badajoz, mediante juegos de malabares con las cifras. La Columna de la muerte, junto con el capítulo "Los mitos de la sangre: la Plaza de Badajoz" de Alberto Reig Tapia en su obra Memoria de la Guerra Civil. Los mitos de la tribu (Madrid, Alianza, 1999, pp. 107-147), han clarificado dentro de lo posible (recordemos la falta de documentación disponible), las principales dimensiones del acontecimiento. Por último, el autor se centra en clarificar la particular lucha de cifras en torno a la guarnición de defensa y a las victimas de cada uno de los bandos. Tras numerosos y laboriosos recuentos de las cifras del Libro de Registros de Entradas del cementerio y los libros de Registro de Defunciones del Juzgado de Badajoz, se ha llegado a un total de 1.349 personas fallecidas, con nombres y apellidos. Pero como avisa el autor, sólo estamos ante la punta del iceberg una vez más, y teniendo en cuenta otras fuentes, estas cifras podrían ascender como mínimo a más de 3.800 personas asesinadas. Simplemente con la primera de las cifras dadas por F. Espinosa, se trataría del asesinato del 33% del total de la población de Badajoz, cifra ostensiblemente superior a otras ciudades, por donde pasó la columna de la muerte, como en el caso de Sevilla (4%) o de Huelva (10%). Si algo sobresale especialmente de la Columna de la muerte, es la inmensa documentación manejada, en donde F. Espinosa nos deja constancia del estudio de los archivos de 85 Juzgados de los partidos judiciales, que abarcan la totalidad de las poblaciones estudiadas, junto con otra inmensa labor de búsqueda de información en cuatro archivos (Archivo General Militar de Ávila, Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Archivo del Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla y Archivo Histórico Nacional de Madrid). La búsqueda realizada, a pesar de las dificultades conocidas de trabajar en archivos relacionados tanto con la Guerra Civil como con la represión franquista, debido a los expurgos e impedimentos legales aún existentes, consigue finalmente tantas "evidencias" (aunque de modo fragmentado), para sus tesis, que se convierte en un excelente ejemplo de investigación, senda por la hay que continuar. A lo que hay que sumar una amplia bibliografía sobre el tema, donde la influencia, ya citada, del profesor Albert Reig Tapia está presente. Algunas palabras merecen también el amplio anexo del libro, que constituye otro conjunto de evidencias que vienen a desterrar la leyenda de Badajoz. Constituido por varios bloques, el primer de ellos se dedica a los gastos en alimentos de la milicia, a partir de los cuales el autor calcula el número de milicianos reales, que se hicieron cargo de la defensa de la ciudad, rebajando la cifra de los mismos ostensiblemente. La segunda parte del anexo, aporta datos generales sobre esa misma cuestión. El siguiente es un listado completo de la composición de los comités frentepopulistas de defensa creados en los diferentes pueblos, en un intento del autor por recuperar la memoria y la dignidad de aquellos que defendieron la legalidad republicana. Especialmente hay que reseñar los dos últimos bloques, porque proporcionan las fuentes necesarias para hacer el balance de la represión de un bando y otro. En el primero, queda reflejado un listado de los detenidos derechistas durante los días rojos en los pueblos estudiados, cuya principal diferencia con el siguiente, es que la inmensa mayoría de los detenidos conservaron la vida durante el breve cautiverio. El segundo y último gran bloque, presenta una inmensa lista con los miles de nombres y apellidos, junto a las profesiones (mayormente jornaleros) de los represaliados en los años 1936-1945, que viene a mostrar la inmensidad de la represión llevada a cabo. Por último, hay que mencionar la tésis básica mantenida por F. Espinosa, que siempre ha sido fuente de conflictos y debates no solamente historiográficos, como es que la política franquista durante la Guerra Civil constituyó un auténtico plan de exterminio del adversario político: "La prueba de que existía un plan establecido es que allí donde triunfó el golpe se actuó siempre de igual manera, variando únicamente la intensidad de las acciones represivas en razón a las particularidades de cada zona" (pp. 251). Es tal el conjunto de evidencias, de documentos aportados que de un modo u otro tratan el tema, que vienen ampliamente a avalar las hipótesis de partida de la investigación. En resumen, la lectura de este excelente libro termina produciendo una sensación agridulce. Por un lado nos encontramos ante una obra historiográfica de primer nivel, que consigue clarificar muchos de los aspectos nunca conocidos de la represión franquista en Badajoz, pero por el otro, tal como reconoce F. Espinosa solamente estamos ante la punta del iceberg del funcionamiento del plan de exterminio del ejército franquista. Es cierto que gracias a obras como La columna de la muerte, junto con las iniciativas de las diferentes asociaciones en el Estado español para recuperar la memoria histórica (Foro por la Memoria o Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH)), la progresiva apertura de los Archivos Militares o colecciones como la dirigida actualmente por el profesor J. Fontana (Crítica Contrastes), unidas al laborioso trabajo de una nueva generación de investigadores sobre la represión franquista, estamos más cerca de entender y comprender lo que sucedió en ese periodo de la Historia de España.
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