HISPANIA NOVA Revista de Historia Contemporánea Fundada por Ángel Martínez de Velasco
Farinós
ISSN:
1138-7319 DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998
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RECENSIONES
(2005)
Esta sección, coordinada por Mariano ESTEBAN, está dedicada a reseñar brevemente en cada uno de sus números anuales algunas de las novedades bibliográficas más relevantes aparecidas durante el año en curso y el anterior. Aunque la selección de las obras corre a cargo del Consejo de Redacción de la revista, la sección se encuentra abierta a las sugerencias y aportaciones de los lectores. |
Pere YSÀS,
Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su
supervivencia, 1960-1975, Barcelona, Crítica, 2004,
342
pp., por
Sergio Gálvez (Universidad Complutense de Madrid)
Los últimos años de la dictadura franquista, así como el mal llamado
periodo de la transición a la democracia, sigue siendo una etapa de
la reciente historia de España en donde tan sólo en los últimos años las
voces críticas comienzan a ser escuchadas. Una desmedida prudencia,
la falta de perspectiva temporal junto a la ausencia de fuentes
relevantes unido a ciertas reminiscencias del pasado han dificultado en
exceso su estudio. De hecho no ha sido hasta principios de la década de
los noventa cuando el modelo canónico de la transición, tan
ampliamente difundido, ha comenzado a ser cuestionado, rompiéndose
lentamente de esta forma la visión uniforme y pretendidamente modélica que
ha predominado.
En un contexto
político, social y concretamente historiográfico interesado por la memoria
y la historia de la Guerra Civil Española, la forma en que se desarrolló
la transición es señalada como la responsable del actual estado de cosas
con respecto a las víctimas del franquismo. La publicación de
Disidencia y Subversión si bien no trata de estas cuestiones
directamente, aporta las suficientes claves para poder avanzar en una
explicación plausible a la hora de desentrañar los entresijos de la
posterior transición. De hecho, nos encontramos ante un libro que
ha tenido un notable éxito y difusión, a raíz de la aparición de un
conjunto de documentos que implican directamente a personajes de notable
relevancia en la olvidadiza sociedad española con la política de
represión sistemática del franquismo. Sin embargo, más allá de estas
cuestiones puntuales, Disidencia y subversión es un estudio que
merece ser tenido en cuenta por varias cuestiones, y más aún ante una
creciente historiografía que está tendiendo a edulcorar la última etapa
del franquismo. En primer lugar debe
destacarse que el libro aporta un conjunto de fuentes inéditas en su mayor
parte -procedente de los ministerios de Información, Gobernación,
Presidencia de Gobierno y de Educación y Ciencia- que atestiguan, por si
cabían dudas, como la dictadura franquista tuvo que recurrir a la
represión y a la violencia sistemática para conservar el poder hasta el
último momento. Aunque ésta tuviera que modularse en cada caso para no
provocar efectos no deseados. El libro de Ysàs, en definitiva, viene a
plantear como el franquismo intentó -otra cuestión fueron los resultados-
controlar cada uno de los espacios de sociabilidad, tanto públicos como
privados, como venía siendo la norma desde el fin de la Guerra Civil.
Una segunda cuestión que
destaca el propio autor al inicio es la crítica frontal a aquellas
interpretaciones historiográficas que tratan de explicar el resultado
final de la transición, a partir de la supuesta debilidad política y
organizativa de la oposición antifranquista. A partir de aquí, el libro
plantea un original enfoque centrando en el análisis de la percepción, las
estrategias y las actuaciones que desde las instituciones franquistas se
adoptaron para contestar la creciente subversión.
El libro está dividido en
cinco capítulos que de manera sucesiva analizan la posición y la
estrategia adoptada por la dictadura ante el incremento de la oposición
proveniente de diversos ámbitos. Igualmente es de agradecer el apéndice
documental que se adjunta y que permite acercarse a la lectura de varios
de los informes que servirían a la dictadura para llevar a cabo sus
posteriores actuaciones represivas contra los diferentes sectores
disidentes.
En La rebelión de los
estudiantes, título del capítulo primero, el autor desentraña la
incapacidad manifiesta del régimen de reaccionar ante las diversas
actuaciones del movimiento universitario. De hecho, la creciente
desafección de amplios sectores universitarios comenzaría muy pronto –a
raíz de las protestas de los años 1956-57– lo que conduciría
paralelamente al régimen a elaborar una serie de informes, que como relata
el autor no sólo nos muestra esa incapacidad sino lo alejado que estaba de
la realidad social y cultural de la sociedad española. De este modo este
capítulo revela una realidad contradictoria. Si bien la dictadura en todo
momento estuvo informada, y añadiríamos fue consciente de los cambios que
se estaban produciendo en el interior del mundo universitario, por el
contrario la lectura que se efectuó, nos muestra la imposibilidad de
cualquier apertura para la supervivencia de un régimen, que trataba a la
altura de los años setenta seguir subsistiendo a partir de su única fuente
de legitimidad: la victoria de la Guerra Civil.
En el segundo apartado –La
crítica de los intelectuales- se plantean las crecientes dificultades
de la dictadura por controlar al mundo de la cultura a partir de los años
sesenta. Cuestión esta controvertida a raíz de la reciente publicación de
varias obras (véase Jordi Gracia, La resistencia silenciosa: fascismo y
cultura en España. Barcelona, Anagrama, 2004), que están dando lugar a
nuevas interpretaciones acerca del papel que los intelectuales jugaron en
estos años, generando algún que otro acalorado debate sobre su
trascendencia real o no. Frente a cualquier muestra de crítica, disenso u
oposición al régimen por parte de los intelectuales a los que pronto se
sumarían destacadas figuras provenientes del franquismo, a la dictadura,
nos dice el autor, se le plantearon varias vías de solución, aunque como
norma se adoptaría la consabida represión. El profesor Ysàs desvela
igualmente como personas de renombre de la literatura española, como
Camilo José Cela, se mostraron más que prestas a colaborar con el
Ministerio de Información con el objeto de reconducir o mejor dicho frenar
la disidencia de los intelectuales al régimen. Lo que viene a mostrar este
capítulo, al igual que el resto, es la incapacidad de una dictadura por
controlar todos y cada uno de los espacios, tanto públicos como privados,
así como el “escaso margen de maniobra para desactivar o simplemente
neutralizar el crecimiento del disentimiento de los intelectuales”
(pp. 48). Pese a la aprobación de algunas pequeñas reformas más retóricas
que reales como la Ley de Prensa e Imprenta en el año 1966, lo
cierto es que la dictadura optó en esta ocasión por modular un discurso
así como una práctica basculante entre la represión y una cierta
tolerancia dependiendo del caso concreto.
En el tercer capítulo Pere
Ysàs, uno de los mejores conocedores del movimiento obrero durante el
franquismo, analiza las respuestas del régimen ante el creciente malestar
de amplios sectores de trabajadores por las pésimas condiciones laborales,
que tendrían como correlato la denuncia de la falta de libertades
políticas. Las respuestas a diversos conflictos como la Huelga Minera de
Asturias del año 62 o al nacimiento y creciente influencia de CCOO
estuvieron determinadas, una vez más, por una visión de la realidad
política más acorde con la visión de la generación que había protagonizado
la Guerra Civil, que por las propias cuestiones que determinaban los
mencionados conflictos. A pesar de tímidas reformas para mejorar las
condiciones laborales y de la aprobación de la Ley Sindical, estas
medidas en momento alguno ni fueron suficientes ni tuvieron por objetivo
mejorar las condiciones socio-laborales. Ante la reconstrucción del tan
temido movimiento obrero, el debate en el interior de los organismos
competentes de la dictadura no estuvo exento de posturas encontradas,
mostrándose en todo caso implacable ante una disidencia que no sólo ponía
en juego el futuro del régimen, sino que atentaba directamente contra los
principios y valores que la sustentaban, llegando al final de la vida de
Franco, a una situación insostenible (pp. 121).
Sin embargo es en el
capitulo cuarto, La subversión, en donde el libro detalla con mayor
precisión las contradicciones en las que se vio sumida la dictadura en sus
últimos años. Desde su instalación en el poder tras el final de la Guerra
Civil la dictadura se dotó de un voluminoso corpus jurídico con el que
mantener el control absoluto, al mismo tiempo que trataría de eliminar
cualquier tipo de disidencia o subversión. Aunque desde un principio
el régimen tendría que enfrentarse a una oposición política más o menos
organizada, sería a partir de la década de los sesenta cuando sus
actuaciones comenzarían a tomar un mayor relieve. El autor a través del
estudio pormenorizado de la documentación disponible nos muestra a una
dictadura incapaz de dar una solución a los nuevos retos que se
presentaban, como fue la aparición de ETA, a la par que plantea la
mentalidad maniquea de los principales responsables de la dictadura como
Carrero Blanco. No obstante, y a pesar de la obsesión contra el comunismo
y la masonería, el autor desvela otra de las encrucijadas a las que se
enfrentó la dictadura: “más allá de la retórica antisubversiva y de la
efectiva voluntad de destruir toda oposición al régimen, se estaba
utilizando más una política de contención y de disuasión que de
extirpación. Pero la disuasión exigía acciones represivas ejemplares y, a
veces, indiscriminadas, que tenían casi siempre también efectos negativos”
(pp. 141).
En el último de los
apartados se examina el caso singular de la disidencia protagonizada por
amplios sectores de la Iglesia Católica. Más allá de la relevancia real de
dicho movimiento, su impacto simbólico y político fue de extraordinaria
importancia, ya que como señala Ysàs afectaba “a la misma naturaleza
del régimen” (pp. 158). Nuevamente la dictadura reaccionó con un
conjunto de medidas y propuestas que mostraban lo alejada que estaba de la
realidad social, y en donde a las políticas represivas se sumaron un
conjunto de actuaciones que mostraron la debilidad y el aislamiento de un
régimen que perdía a uno de sus principales baluartes. La conclusión del
autor en torno a la respuesta del franquismo es evidente: primero se
reaccionó como si aquello no pudiera pasar, para posteriormente, a partir
del incremento de la disidencia eclesiástica con casos de gran relevancia
como el de Añoveros, un franquismo irritado trataría de conjugar
medidas de conciliación sin renunciar a la represión sistemática, aunque
atenuada, contra la disidencia de clérigos y seglares. De enorme interés
son los informes de la Sección de Inteligencia del Estado Mayor de la
Armada así como los diversos discursos que el autor analiza a lo largo del
capítulo para comprender la angustia y la incapacidad de una dictadura
ante una oposición cuya naturaleza no comprendía. Sin embargo, como bien
apunta el propio profesor, en este caso el daño a la dictadura fue
considerable ya que erosionaría “los proyectos continuistas” que se
sucederían en adelante.
En la conclusión Ysàs
vuelve a cargar, a partir de los argumentos esgrimidos a lo largo del
libro, contra aquellos análisis que tratan de minimizar la importancia y
la dimensión alcanzada por la oposición antifranquista, como factor clave
para argumentar los posteriores cambios que conducirían a la transición.
Por el contrario, y por muy obvio que resulte decirlo a estas alturas,
continúa el autor, lo que viene a mostrar el estudio es tanto la pérdida
de apoyos sociales a la dictadura como la incapacidad de ésta de controlar
los diferentes ámbitos de disidencia, que evidencian las escasas
posibilidades de que el régimen sobreviviría a la muerte de Franco. En
resumen, lo que Ysàs señala en las conclusiones es la necesidad de valorar
la dimensión real de la oposición en la agonía de una dictadura que para
finales de los setenta mostró como “su capacidad y la efectividad de
sus respuestas fueron limitadas” (pp. 205).
Disidencia y subversión
ha logrado en poco tiempo convertirse en una cita bibliográfica obligada
para todo aquel que analice este periodo histórico. Lo señalábamos al
principio, más allá de la publicación de algunos nombres de figuras
relevantes en nuestro actual sistema democrático, la obra ha de valorarse
como un buen estudio historiográfico, que plantea las diferentes
estrategias y medidas que fue adoptando la dictadura franquista contra la
creciente actividad de la oposición. Es precisamente esta otra mirada,
es decir, el análisis de las actuaciones de la dictadura, la que abre un
amplio campo de investigación escasamente frecuentado por los
investigadores más centrados en las víctimas. Por ello, y a la espera de
que se pueda ir accediendo a la documentación aún vedada – si ésta no ha
sido destruida- este tipo de estudios esperemos sirva de aliciente para
que posteriores investigaciones analicen la configuración, la permanencia
y las estrategias del grupo dirigente del franquismo. En fin, tan
importante es conocer los nombres de los vencidos como los nombres de los
vencedores, para poder explicar la historia de la dictadura de una manera
global y lejos de los maniqueísmos y clichés habituales que impregnan
ciertas lecturas muy en boga.
Sergio
GÁLVEZ