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HISPANIA NOVA

Revista de Historia Contemporánea

Fundada por Ángel Martínez de Velasco y Julio Aróstegui

ISSN: 1138-7319    DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998

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JULIO ARÓSTEGUI: IN MEMORIAM

Libro de condolencias

 

“A mí de verdad me gustaría ser recordado como alguien que intentó cambiar”

 

Resulta dificultoso trazar una semblanza cabal del profesor Julio Aróstegui (1939-2013), por su abrumador currículum y la repercusión de su trabajo dentro y fuera de los circuitos académicos. Nos encontramos ante una de las figuras más singulares y notables de la historiografía contemporaneísta española actual. Una trayectoria atípica, marcada por dos rasgos: la independencia personal y el rigor profesional. Aróstegui se ufanaba (a veces se lamentaba) de no haber pertenecido a ninguna escuela, no haber sido discípulo de ningún maestro y, por tanto, de no haber frecuentado ningún lobby gremial ni haberse identificado con ningún grupo significativo salvo el que corresponde a su inserción generacional.

Comenzó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, y a inicio de los sesenta fue a Madrid a concluir los estudios de Historia. Allí comenzó su actividad profesional colaborando en la elaboración de los Cuadernos de la Guerra Civil Española dirigidos desde la cátedra de la Complutense por Vicente Palacio Atard. Y a la Guerra Civil dedicó buena parte de su actividad historiográfica, con obras relevantes como La Junta de Defensa de Madrid, noviembre 1936-abril 1937 , Madrid, Comunidad de Madrid, 1984 (con Jesús Martínez Martín); su contribución al libro colectivo La Guerra civil española 60 años después dirigida por Manuel Tuñón de Lara, que sigue siendo una de las mejores síntesis históricas sobre el conflicto; las actas del gran congreso que dirigió: Historia y memoria de la guerra civil. Encuentro en Castilla y León: Salamanca, 24-27 de septiembre de 1986 , Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Sanidad y Bienestar Social, 1988, 3 vols. y sus últimas contribuciones sobre una cuestión capital que siguió frecuentando hasta los últimos tiempos: Guerra civil. Mito y memoria (como director), Madrid, Marcial Pons, 2006 y Por qué el 18 de julio...y después, Barcelona, Flor del Viento Ediciones, 2006

En 1967 obtuvo una cátedra de Instituto que le permitió un primer traslado a Vitoria, y a inicios de los setenta ingresó en la Universidad de Salamanca para impartir Teoría y Método de la Historia. Me interesa destacar estas dos circunstancias: su ingreso en la Universidad a partir del profesorado de enseñanza secundaria. Un cursus honorum ahora inconcebible, pero que en esos años de crisis y cambio en la enseñanza superior aportó algunos de los mejores profesionales (tanto investigadores como docentes) de lo que podríamos denominar la generación historiográfica nacida en la guerra y la inmediata posguerra. Por otro lado, una preocupación constante por sentar las bases epistemológicas de la disciplina histórica que le convirtieron en uno de los especialistas más frecuentados en cuestiones teóricas, gracias, entre otras circunstancias, a la extensa difusión en el mundo de habla española de un manual que continúa siendo de referencia: La investigación histórica. Teoría y Método , Barcelona, Crítica, 2001 . Aróstegui fue, en efecto, uno de los historiadores españoles que más atención dedicó a los problemas teóricos de la Historia y de su investigación y método. Él r econoció que le aburría y no le bastaba el historiador de archivo y documento, y que “sigo sintiendo la misma indignación de antes cuando se dice que la historiografía es una forma de discurso literario, que es inútil preguntarse siquiera por su contenido de verdad, que la historiografía no es sino una vía más entre otras muchas posibles de acercarse a lo que pasa en el tiempo. Y que el tiempo y la historia son el relato”.

Fue en los años setenta cuando se fue familiarizando con los textos de Marx (“lectura cómoda y, si no cotidiana, sí frecuentada”), aunque sus trabajos nunca se resintieron del menor dogmatismo, sino de las ansias de conocer y de plantear problemas más allá de los caminos trillados. Estro se puede percibir en su tesis doctoral sobre El carlismo alavés y la guerra civil (1970), donde se cuestiona la tradicional identificación carlismo/foralismo y revisa la tradicional interpretación liberal sobre las bases sociales del movimiento legitimista durante el segundo conflicto civil, advirtiendo que el carlismo no es reflejo de los sectores más atrasados, sino que surge en las zonas donde más tempranamente aparecieron los nuevos grupos sociales vinculados al incipiente modo de producción capitalista. Por cierto que el carlismo es un asunto que siguió tratando en varios libros y artículos de enorme influencia: “El carlismo en la dinámica de los movimientos liberales españoles : formulación de un modelo”, Actas de las I Jornadas de Metodología aplicada alas Ciencias Sociales , vol. 4, 1975 (Historia contemporánea), pp. 225-240; “El voluntariado de Navarra en el ejército de Franco 1936-1939”, Sistema , nº 47, 1982, pp. 77-110; una síntesis sobre las guerras carlistas para el volumen XXXIV dedicado a la España Isabelina y el Sexenio de la Historia de España Menéndez Pidal , que mereció el Premio Nacional de Historia en 1981; “El carlismo, la conspiración y la insurrección antirrepublicana de 1936”, Arbor , nº 491-492, 1986, pp. 27-76; L os combatientes carlistas en la guerra civil española, 1936-1939 , Madrid, Aportes, 1991 (Premio Hernando de Larramendi 1991), 2 vols. o El carlismo y las guerras carlistas. Hechos, hombres de ideas , Madrid, La Esfera de los Libros, 2003 (con Eduardo González Calleja y Jordi Canal).

Al comenzar 1980 consiguió una Agregación de Universidad que le condujo de nuevo a Vitoria. Al año siguiente obtuvo una cátedra en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense, donde desempeñó su labor salvo una estancia en la Universidad Carlos III de Madrid entre 1994 y 1997. En los años setenta y ochenta también se aproximó a Manuel Tuñón de Lara en los coloquios que éste organizó en Madrid, Segovia y Cuenca.

Hay un aspecto de su trabajo como investigador en la Complutense en el que fue pionero y abrió camino a otros: la violencia política como objeto de estudio transdisciplinar y como problema histórico específico. Se puede decir sin titubeos que a inicios de los ochenta el profesor Aróstegui planteó en la agenda académica este problema crucial de nuestra historia contemporánea, ahora cultivado por un gran número de especialistas desde muy diversas perspectivas. A él se debieron las primeras reflexiones globales sobre la cuestión (“Violencia, sociedad y política : la definición de la violencia”, Ayer , n º 13, 1994 (número dedicado a Violencia y política en España ), pp. 17-56; “La especificación de lo genérico : la violencia política en la perspectiva histórica”, Sistema , nº 132-133, 1996, pp. 9-39) y los primeros estudios serios sobre asuntos como el insurreccionalismo y la paramilitarización de la política en la España de los años treinta (“Sociedad y milicias en la guerra civil española, 1936-1939, una reflexión metodológica”, en Santiago Castillo [ed.], Estudios de Historia de España: homenaje a Manuel Tuñón de Lara , Madrid, UIMP, vol. 2, 1981, pp. 307-326; “El insurreccionalismo en la crisis de la Restauración”, en José Luis García Delgado [ed.], La crisis de la Restauración. España, entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda República. II Coloquio de Segovia sobre Historia Contemporánea de España , Madrid, Siglo XXI, 1986, pp. 75-100). En los últimos tiempos volvió trabajar sobre el fenómeno de la represión y dirigió una investigación sobre la Brigada Político-Social  que finalmente no pudo dar frutos por la oposición del actual Ministerio del Interior a la consulta de los archivos policiales. El libro Franco, la represión como sistema , Barcelona, Flor del Viento, 2012, que coordinó, fue el resultado de un proyecto de investigación sobre el régimen de Franco desde la perspectiva del uso sistemático de la violencia estatal como instrumento de coacción política.

Incursionó en la biografía, con una semblanza muy poco complaciente de don Juan de Borbón (Madrid, Arlanza, 2002) y con su obra Francisco Largo Caballero: la última etapa de un líder obrero , Madrid, Fundación Largo Caballero, 1990. Su último libro, fruto de treinta años de investigación, fue precisamente una monumental biografía de este dirigente socialista: Largo Caballero. El tesón y la quimera , Madrid, Debate, 2013. También trabajó estrechamente con movimientos memorialistas y asociaciones de víctimas de la Guerra Civil, animando diversos encuentros y publicando en su calidad de editor obras como España en la memoria de tres generaciones. De la esperanza a la reparación , Madrid, Ed. Complutense/Fundación Francisco Largo Caballero, 2007 y con Sergio Gálvez Biesca, Generaciones y memoria de la represión franquista: Un balance de los movimientos por la memoria , Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2011.

Fue director de la Cátedra Extraordinaria “Memoria Histórica del Siglo XX” en la Universidad Complutense, cuyas tareas estaban directamente vinculadas a la historia del tiempo presente, al cual dedicó numerosos trabajos, entre ellos su obra La historia vivida. Sobre la historia del presente , Madrid, Alianza, 2004. Aróstegui proponía una noción evolutiva del tiempo presente, que adquiere su realidad desde la experiencia de lo coetáneo, y planteaba su propia propuesta constitutiva para este paradigma historiográfico: no es la etapa final de la historia contemporánea, sino un nuevo método de historiar la propia experiencia bajo premisas epistemológicas nuevas, referidas a lo vivido por el historiador y susceptible de ser testimoniado en vivo por los testigos directos de los acontecimientos. En definitiva, la historia del tiempo presente no es un período, sino una sensibilidad y una preocupación, que parte de una diversa concepción del tiempo histórico, e incluso del hecho histórico. La historia del tiempo presente, que Aróstegui enfocaba desde el presente y no como resultado de la representación lineal del tiempo, tiene un carácter evolutivo, sin el carácter definido de otros períodos históricos y sin otro comienzo ni fin que el momento en que se escribe. Está siempre en desarrollo, inacabada, y como concepto en construcción no debe ser un campo de disputa con otros especialistas de lo contemporáneo, sino convertirse en el lugar más adecuado para la reflexión y el trabajo interdisciplinar con otras ciencias sociales preocupadas por la evolución de los procesos y acontecimientos actuales.

Investigador inquieto e incansable, capaz de manejar la ironía y la conceptualización aguda, Aróstegui pretendía que “investigar la Historia, para los profesionales de ello, significaba hoy añadir algo a la ciencia, sin duda, pero también contribuir a nuestro autoconocimiento, a perfilar nuestra identidad; a obtener contrastes y hasta lecciones y pautas de comportamiento. La sociedad está interesada en conocer la Historia porque existe una nueva sensibilidad hacia ella. Conocer la Historia es, además, hoy, un imperativo social. Precisamente para que sea más difícil manipularla. Divulgar la Historia es un aspecto esencial de la inexcusable tarea de investigarla y conocerla”. Como he dicho, en alguna ocasión se lamentó de haber sido un francotirador huérfano de maestros y de escuela. Pero, ciertamente, ejerció con solvencia su magisterio y creó escuela. Su compromiso público es, con el rigor del método y la honestidad profesional, el legado más precioso que asumimos aquéllos que, con orgullo, nos consideramos discípulos suyos.

 

Eduardo González Calleja


 

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